Una ciudad moderna y cosmopolita como Alicante tiene un barrio viejo, a menudo poco o nada conocido para el visitante e incluso para el ciudadano local, que guarda secretos y que puede sorprender como rincón típico y remanso de paz donde el reloj parece haberse parado en el tiempo. Arracimado sobre las laderas del monte Benacantil cuyo Castillo de Santa Bárbara le servía de protección, va desarrollándose un casco antiguo donde se han descubierto vestigios tardorromanos, restos de murallas medievales y calles de la Edad Moderna. |
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Dentro de sus límites se encuentra el conjunto histórico-artístico más importante así como uno de los núcleos vitales de la 'movida' nocturna. Como ya consta en otras paginas, hablamos de El Barrio, así sin más. |
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Pero aquí nos interesa detenernos en las fachadas polícromas y restauradas de numerosas casas de la zona baja, con sus añosos miradores, recomendando, casi obligando, dejar un coche que se perdería entre las estrechas calles para asi realizar el recorrido a pie, sosegadamente, haciendo un alto en el camino para reponer fuerzas en alguno de los bares que vayan jalonando nuestro paseo. A espaldas del Ayuntamiento, en la recoleta plaza de la Santísima Faz, podemos iniciar el recorrido, ascendiendo por la calle de San Agustín hasta llegar a la plaza de Quijano, una de las más antiguas de Alicante. De ahí, a través de la calle de Pedro Sebastià arribaremos a la de San Roque, copatrón de la ciudad, donde se encuentra la ermita del mismo nombre, erigida en 1559, reconstruida en 1875 y restaurada muy recientemente. En su interior se encuentra el patético Cristo Gitano, grandemente venerado por las gentes del barrio donde ya nos encontramos, que no es otro que el de Santa Cruz, el mas típico de Alicante. |
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En calles como las de Toledo, San Luis y Diputado Auset descubriremos el Alicante oculto, insólito, de casas pulcras, con fachadas coloristas cuajadas de flores, rejas de forja, mosaicos de azulejería donde descubrir el afecto que sienten sus moradores por la Santa Faz y tambien algunas viejas fuentes. Calles empinadas, angostas, de reminiscencias árabes, casi silenciosas que van a morir en la ermita deiciochesca de Santa Cruz, allá en lo más alto, con una explanada delante de ella donde se escuchan conciertos de música clásica en verano y desgarradoras saetas cuando la Semana Santa propicia que de aquel humilde lugar salga la más hermosa y emotiva procesión alicantina cuyos costaleros tendrán en algunos tramos que bajar los pasos, uno de ellos nunca mejor llamado del Descendimiento, de rodillas. |
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Las cámaras de fotos y vídeo deben estar bien prestas para ir perpetuando unas vistas panorámicas espectaculares donde, con la inmensa mole del Benacantil como guardián y mudo testigo, se descubrirán rincones, facetas, encuadres en los que el sabor rancio de unas casas seculares contrastarán con los rascacielos de la urbe que deja, como murmullo de fondo, escuchar esos ruidos que marca el progreso. |
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