Vanity Fair (La feria de las vanidades, 1848) es la gran novela de Thackeray, obra importantísima de la literatura inglesa y universal. Lleva el subtítulo de " A novel without a Hero" ( "Una novela sin protagonista"), lo que significa que el autor no pretendía centrar el interés de la novela en ningún personaje de un modo especial, y quería  evadirse de la tradición establecida. El primer subtítulo, al aparecer por entregas en 1847, había sido " Pen and Pencil Sketches of English Society" ( " Esbozos de la sociedad inglesa a pluma y a lápiz"); lo cual indica que el criterio de Thackeray era realista, y que su novela iba a apartarse de la ambientación romántica para reflejar de un modo más auténtico las realidades de la vida. Thackeray se propone, pues, trazar un cuadro realista de la sociedad inglesa de su tiempo. En consecuencia, los personajes no estarán retocados ni idealizados, sino que aparecerán -en lo posible- como suelen ser en la vida corriente. La novela tampoco dependerá de ninguno de ellos, sino del conjunto, del cuadro entero de una sociedad a lo largo de doce o quince años, en torno al hecho central de la batalla de Waterloo. Si a alguien se le puede atribuir el papel de protagonista es a Rebecca Sharp -Becky-, con cuyo apellido ya nos indica Thackeray el carácter negativo o poco recomendable de esta figura. Amelia Sedley, la niña rica, es una buena persona, agradable y bonita, pero con poco garbo y menos inteligencia. Su novio George Osborne, militar, vale todavía menos; fuera de su presencia física, todo lo demás es en él vanidad y poca hombría. Al capitán Dobbin, el personaje mejor desde el punto de vista moral -retrato de un verdadero caballero inglés-, tampoco le prodiga el autor grandes cualidades. Jos Sedley es un esnob egoísta, y Rawdon Crawley, un militar atractivo, tan apuesto como desorientado, aunque su retrato es una obra maestra del realismo. Incluso Dobbin, que ha estado enamorado toda la vida de Amelia, se dará cuenta al final, casado con ella, de que su mujer es tonta, lo cual, por otra parte, tampoco le importa.
La novela empieza con la descripción de los caracteres de Becky y Amelia, y con la pintura humorística de la academia para señoritas de Miss Pinkerton en Chiswick Mall; la llegada del coche de los Sedley a recogerlas al terminar el último curso, y la reveladora escena de lo que ocurre con los diccionarios del Dr. Johnson. Becky, invitada por Amelia, se va con ella a pasar unos días en su casa. Una vez allí, y realzada su figura con los buenos vestidos que le ha regalado su amiga, Becky comienza a utilizar sus atractivos para agradar a Jos Sedley, adinerado hermano de Amelia, ex inspector colonial de tasa, recién llegado de la India. Viene después la airosa descripción del parque de atracciones de Vauxhall, en Londres, lugar al que acuden todos los personajes jóvenes de la novela, y donde el fabuloso Jos, animado por el ambiente, se declara a medias a Becky. Pero a la mañana siguiente, consciente del disparate, y advertido por George Osborne de que no va por buen camino, dirige una carta a su hermana para que le excuse ante la amiga y desaparece de Londres. El disgusto se lo lleva la sentimental y delicada Amelia, que hubiera deseado que su amiga fuera para su hermano; pero Becky, más sagaz y vital, no se disgusta. De allí Becky pasa como institutriz a la mansión del baronet sir Pitt Crawley, y este viejo cínico queda prendado de sus atractivos. Muere lady Crawley, y el día siguiente vemos a sir Pitt, todo vestido de luto, arrodillado a los pies de Becky. Pero ésta no puede aceptarlo por una razón poderosa: está ya secretamente casada con el militar Rawdon Crawley, hijo segundo de sir Pitt. Becky sale ganando en marido, pero no tanto como esperaba en fortuna, el que pierde es Rawdon, a quien desheredan en parte su padre y totalmente su tía a causa de este matrimonio, desatinado a juicio de los mayores. Mientras tanto, el padre de Amelia sufre una bancarrota, y Mr. Osborne, el padre de George, que ha medrado gracias a Mr. Sedley, prohibe que su hijo se case con Amelia. Será William Dobbin -el callado e incondicional adorador de Amelia- quien convenza a su amigo de la deshonrosa acción que esto supondría. George y Amelia se casan, y Mr. Osborne deshereda a su hijo. Pero estos sentimientos personales son arrollados pronto por algo impresionante y general: la batalla de Waterloo. Allí se encontrarán casi todos los caballeros, en su condición de militares -menos Jos Sedley, que va como observador, como interesado turista-, y las damas, para acompañarlos hasta el último momento. Es impresionante la madrugada de Waterloo y la descripción de los preliminares de la batalla. Después del baile que da la duquesa de Richmond en Bruselas, se asiste al rápido desfile de los regimientos ingleses por las calles de la ciudad, hacia el campo de batalla. La acción apenas se describe, más bien se oye y se siente desde la retaguardia. Becky se prepara por si matan a su marido, y busca de antemano refugio con Jos, que tiene allí su coche de caballos; pero no es Rawdon quien cae, sino George, el marido de Amelia. Ésta, mujer de escaso valor para afrontar los contratiempos de la vida, se queda anonadada. Pero pronto reclamará su interés el hijo que hay en camino, y a éste dedicará toda la vida. William Dobbin será el padrino del niño, y Amelia se irá a vivir con sus padres, cada vez más pobres. Becky triunfa en París, en Londres, en el río revuelto de la posguerra, con artes más o menos legítimas. En una ocasión, y no por amor, sino por mera ambición y afán de brillo y de lujo, su marido la encuentra en situación equívoca con lord Steyne, y se separa de ella después de una escena violenta con el aristócrata. Desesperado por la conducta de su mujer, Rawdon Crawley  se marcha a las colonias, donde morirá. Dobbin tiene que salir con su regimiento hacia la India. Serán diez años de cartas, regalos e insinuaciones amorosas por parte de Dobbin, que Amelia, inmersa en su romántica viudez, no acaba de descifrar. El súbito regreso de Dobbin, ya comandante, por una malentendida noticia de matrimonio de Amelia, tampoco hace ver a ésta el amor que el militar le profesa. Tendrá que ser Becky quien, después de sermonearla duramente por su falta de gratitud hacia Dobbin, le ponga sobre el regazo, con el fin de abrirle los ojos, una proposición de fuga que la había hecho George Sedley, el marido de Amelia, precisamente la noche del baile antes de la batalla de Waterloo. Es una de las pocas acciones buenas y oportunas de Becky. Amelia, por fin, acepta a Dobbin. El hijo de George y de Amelia será el heredero de los Osborne. Y Becky, con los años y la experiencia, aprenderá a comportarse, y aparecerá algo más respetable ante su círculo social.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

(c) Esteban Pujals, 1989
Historia de la literatura inglesa
Editorial Gredos, S.A.
Deposito legal M.30299-1988
ISBN 84-249-0952-6