Fueron pasando los meses y no tenía ninguna respuesta por parte de la Universidad; sabía que ya estaba echa la resolución, cada vez que veía al cartero, bajaba las escaleras corriendo para ver si había una carta con posdata de la universidad....pero ¡nada!.
Un día, cuando ya lo daba todo por perdido, cuando incluso estaba mirando por Internet puestos de trabajo a nivel temporal, escuché el timbre. Pensé que sería el que reparte la propaganda, así que...decidí no abrir. Miré y miré distintos trabajos, ¡cual de todos peor pagado!; ante tal descontento, decidí cocinar uno de mis postres favoritos: pastel de galleta con doble ración de chocolate; así cuando viniese Anna de la universidad comeríamos juntas.
Todo parecía normal como siempre, mientras comíamos ella me contaba cosas curiosas de sus asignaturas de medicina mientras yo le decía los trabajos que se pueden llegar a encontrar en Internet;¡cuál de todos más extraño!. Después de comer, justo antes de echarme mi sagrada siesta, vi un montoncito de cartas: recibo de la luz, del agua, del banco, propaganda y....¡una carta de la universidad!.