No estás seguro de si la alarma sonaba durante cincuenta segundos. Tal vez no. Te asomas al piso de abajo para volver a preguntarle al obispo. No recuerdas lo que te dijo unos instantes antes. En ese momento, desde atrás, alguien al que no habías oído subir, te empuja al vacío y caes por el hueco de la escalera...
Si hubieras recordado que eran cuarenta segundos, tal vez no habrías intentado preguntarle al obispo y te habrías salvado.