CUENTOS
El Papel y La Tinta
Estaba
una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una
pluma, bañada en negrísima tinta, la mancho llenándola de palabras.
¿No podrías haberme ahorrado esta humillación? Dijo
enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro infernal me ha arruinado para
siempre.
No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de
palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel, sino un mensaje. Custodias
el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso.
En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas
hojas esparcidas y las junto para arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja
"sucia" de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el
mensaje de la palabra. Luego, arrojo las demás al fuego.
Fin.
El Viajero Extraviado
Érase
un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático con sus semejantes y
cruel con los animales, especialmente los perros, a los que trataba a pedradas.
Un día de invierno,
tuvo que aventurarse en las montañas nevadas para ir a recoger la herencia de un
pariente, pero se perdió en el camino. Era un día terrible y la tempestad se
abatió sobre él. En medio de la oscuridad, el hombre resbaló y fue a caer al
abismo. Entonces llamó a gritos, pidiendo auxilio, pero nadie llegaba en su
socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por sus propios medios.
-Dios mío, voy a
morir congelado...
-se dijo.
Y de pronto, cuando
estaba a punto de perder el conocimiento, sintió un aliento cálido en su cara.
Un hermoso perrazo le estaba dando calor con inteligencia casi humana. Llevaba
una manta en el lomo y un barrilito de alcohol sujeto al cuello. El campesino se
apresuró a tomar un buen trago y a envolverse en la manta. Después se tendió
sobre la espalda del animal que, trabajosamente, le llevó hasta lugar habitado,
salvándole la vida.
¿Sabéis, amiguitos
qué hizo el campesino con su herencia? Pues fundar un hogar para perros como el
que le había salvado, llamado San Bernardo. Se dice que aquellos animales
salvaron muchas vidas en los inviernos y que adoraban a su dueño...
Fin.
El Muñeco de Nieve
Había
dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron
a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se
entrego a la tarea de moldearla.
Hare un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.
Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por
boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su
inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le
mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos de sol mas
calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un
charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo
dulcemente: Seca tus lágrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran
lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.
Fin.
La Aventura del Agua
Un
día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en el soberbio mar
sintió el caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:
-Podrías tú ayudarme a subir
mas, alto?
El fuego aceptó y con su
calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en sutil vapor.
El vapor subió más y más en
el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde
ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de
frío, se vieron obligadas a juntarse apretadamente, volviéndose más pesados que
el aire y cayendo en forma de lluvia. Habían subido al cielo Invadidas de
soberbia y fueron inmediatamente puestas en fuga. La tierra sedienta absorbió la
lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho, tiempo prisionera del
suelo y purgó su pecado con una larga penitencia.
Fin.