No he denunciado a I-330. Hay muchas cosas en las acciones de ese número que me gustaría poder desentrañar para que ustedes, futuros lectores, puedan conocer en mayor grado y comprender el desasosiego que me envuelve cuando veo surgir palabras extrañas de entre sus preciosos dientes blancos. Aún no puedo comprender como pretendió tentarme a faltar a mis obligaciones como número para con el Estado Único. Es por eso que aún no la he denunciado: quiero conocer cada una de las razones que ella cree poseer para actuar de un modo tan irracional e irresponsable, de manera que cuando las reúna todas y escriba sobre ellas no sólo serán ustedes los que tengan noticia de ellas en mis anotaciones, sino también el Protector, para poder servir como mejor merece el Estado Único.
Nunca hubiera imaginado que alguien sería capaz de llevarme a la Casa Antigua, y menos todavía un número femenino que no es mi querida O, mi pareja sexual asignada. La conducta de I no deja de ser tan caótica y desconcertante como esa casa, anclada en un pasado vergonzoso que nos hace sonrojarnos del estado salvaje en el que vivían nuestros antepasados mucho antes de la Guerra de los Doscientos Años.
Pero es que, a pesar de todo en ella, I no deja de ser un sujeto interesante y fascinante... tanto como sus maravillosos dientes blancos.