por Juana Sáez Juárez
La
experiencia servil en Roma presenta una gran complejidad y diversidad por lo
que difícilmente se puede llegar a establecer un conjunto de características generales
que la definan. En ocasiones se podían manifestar en un mismo individuo, a lo
largo de su existencia, rasgos o hechos contradictorios como la manumisión, la
venta, el éxito material, la violación física, etc. La gran variedad en el
trato que los propietarios dispensaban a sus esclavos y en la forma de vida de
éstos impiden una definición genérica, por otro lado comprensible, dado que
entraban en juego relaciones y sentimientos personales que hacían de cada caso
una situación más o menos particular.
La
esclavitud en Roma debe considerarse como una institución social, entendida
como la relación que unía a esclavos (servi) y dueños (domini).
Entre ellos se creaban una serie de vínculos similares a los que se pueden dar
entre emperador y súbdito, padre e hijo, oficial y soldado..., pero con una
diferencia sustancial: el propietario ejercía sobre el esclavo un poder
absoluto, éste se encontraba en todo momento a disposición del amo, de un modo
discrecional, sin posibilidad de desobedecer y sin condiciones, sin
compensaciones estipuladas de antemano. El señor esperaba de él sumisión y
lealtad, de lo contrario sería coaccionado y forzado a obedecer de la forma que
el señor considerara apropiada. No había entre ellos ningún acuerdo o fórmula
de reciprocidad en derechos y deberes, sino una relación dirigida
unilateralmente para ejercer un derecho, el del propietario, que consistía en
la exigencia y satisfacción de servicios de índole muy diversa a prestar por el
esclavo.
Lamentablemente para el historiador no
han perdurado documentos importantes que proporcionen información sobre la
esclavitud desde el punto de vista del esclavo. Por el contrario, son muy
abundantes los que ilustran la forma de actuar y los prejuicios de los
propietarios, así como obras jurídicas que demuestran la compleja legislación
sobre la esclavitud y que tratan de solucionar cualquier problema que surgiera
con la “propiedad” en relación con aspectos tales como la manumisión, la
alimentación, la vestimenta, la compra-venta..., y que son principalmente: la
ley romana de las Doce Tablas, la ley del Digesto, papiros, inscripciones y
obras literarias de la época que abarcan, no sólo la Roma itálica, sino la
totalidad del imperio unificado política y administrativamente.
Invariablemente, a lo largo de la geografía y de la cronología del Imperio, la
esclavitud fue un pilar básico en su estructura social y económica, y el
derecho a esclavizar un axioma incuestionable.
La
posesión de esclavos no se limitaba sólo a las elites de la política y de la
sociedad romana, también podían ser propietarios miembros de las clases
sociales más bajas e incluso los mismos libertos. Además, el número de esclavos
que podían poseer era muy variable, dependiendo de la fortuna del señor. los más favorecidos hacían gala de una
ostentación competitiva, se vanagloriaban de la cantidad de esclavos que
poseían –casos extremos de hasta 8.000 esclavos– ya que era un signo del
estatus socioeconómico del propietario. Definir la sociedad romana como
esclavista sólo desde un punto de vista económico, aunque indudablemente lo fue
en lugares y momentos concretos, limita la importancia que tuvo en la cultura
de Roma, donde no veían al esclavo solamente como un medio de producción tal y
como se entiende en un sistema capitalista, sino que, en una sociedad
profundamente jerarquizada como la romana, donde dominaba la conciencia de
clase y la autoridad que los estratos superiores ejercían, la posesión de
esclavos era un signo indiscutible del poder y del prestigio del propietario.
Los domini, generación tras
generación, influidos por la educación que recibían en sus casas y en las
escuelas, asimilaban desde la infancia la capacidad y el derecho a dar órdenes
a sus servi. Para los propietarios el trabajo físico era degradante,
propio de esclavos y de las clases más humildes que no tenían otro medio para
subsistir. El rico podía dedicar su vida al ocio, su trabajo se limitaba a dar
las órdenes oportunas a sus esclavos. El derecho y la autoridad que el señor
ejercía sobre sus siervos se fundamentaban en la idea de que la esclavitud se
origina en la guerra, donde el vencedor tiene el derecho a disponer de la vida
del vencido, matarlo o perdonarle la vida y convertirlo en su esclavo, lo cual
venía a ser un aplazamiento de su muerte, de este modo la esclavitud se
consideraba un estado de muerte en vida. Además, la degradación, el paso de un
estado de libertad a otro servil era considerado por los romanos como lo más
vergonzoso y adyecto pues equiparaban la pertenencia a una clase social baja, y
la esclavitud era la más baja, a la bajeza moral.
aunque
no tengamos documentos directos en relación con la experiencia de los esclavos,
las consecuencias de caer en la esclavitud deberían ser terribles ya que no han
sido pocos los pueblos vencidos que optaron por el suicidio colectivo ante
semejante perspectiva. Los que no optaron por esa medida se veían privados de
su libertad y del control de sus vidas, separados bruscamente de sus lazos
familiares, que casi con seguridad no volverían a recuperar puesto que los
vencedores ni los reconocían ni los respetaban. Vendidos y trasladados, desde
su lugar de origen a Roma o a otros centros de comercio de esclavos, viajaban
hacia lo desconocido sufriendo todo tipo de vejaciones y violencias durante el
trayecto, y además estaba el impacto psicológico, lingüístico y cultural que
suponía el cambio radical desde una sociedad tribal no urbanizada a una ciudad
como podía ser Roma, cuya apariencia física imponía y su complejidad
estructural en todos sus aspectos debía de ser muy difícil de asimilar.
El
primer lugar de destino era el mercado de esclavos, donde la venta de éstos
tenía la misma consideración que si de ganado o animales de carga se tratara,
no había diferencias jurídicas en estos tipos de transacciones, se regulaban
por un edicto de los ediles, magistrados que supervisaban el mercado y
cuya labor principal era evitar que el vendedor engañara al comprador. El
vendedor, por ley, debía informar de los defectos físicos, enfermedades,
carácter, reputación... de la mercancía expuesta y los detalles quedaban
reflejados en los documentos de compraventa, los cuales podían ser utilizados
como prueba en caso de dolo o engaño. Para asegurarse de que no adquirirá un
esclavo defectuoso o demasiado problemático –el esclavo era considerado como
una propiedad problemática– el comprador podía examinarlo como si de un objeto
o animal se tratara, totalmente despojado de su dignidad humana.
el esclavo ante la ley estaba totalmente
desprotegido y privado de todos sus derechos, no se le reconocían las
relaciones de parentesco, no podían casarse legalmente, sus hijos eran
ilegítimos y propiedad del dueño de la madre, no podían acceder a la propiedad
aunque algunos podían disponer de un peculium, en especie o en metálico,
por gracia de su dueño el cual podía revocarlo en cualquier momento. además, el
propietario no tenía la obligación de proporcionarles calidad de vida,
limitándose en la mayor parte de los casos a atender sus necesidades básicas de
alimentos, vestimenta y cobijo.
El
esclavo se compraba, vendía, alquilaba, prestaba, regalaba, castigaba,
premiaba, le cambiaban el trabajo, le separaban de su familia, incluso lo
podían liberar; vivía en un estado de completa inseguridad, totalmente ajeno al
control de su propia existencia. Esclavitud y violencia estaban íntimamente
ligadas lo cual se ponía de manifiesto principalmente a través de la
explotación sexual y el maltrato físico. Una esclava estaba siempre expuesta a
agresiones sexuales por parte de cualquier hombre libre e incluso por un
esclavo de rango superior. La prostitución era un negocio donde iban a parar
multitud de mujeres y niños esclavos. Era perfectamente normal que un
propietario pretendiera satisfacer sus deseos sexuales o los de sus amigos con
esclavos-as, muchos de éstos eran elegidos para ese fin. Si alguna vez se
cuestionaba este “uso” no era por el reconocimiento de cierto derecho a los
esclavos, la opinión de éstos no contaba, sino por proteger la propiedad de
agresiones que les pudiera causar desperfectos, o bien, por la salud moral de
los que cometían los abusos sexuales. En cuanto al maltrato físico, éste no era
en modo alguno reprobable, por lo que si el amo lo consideraba oportuno el
esclavo sería azotado, golpeado, lesionado, torturado e incluso mutilado, aunque
esto último era contraproducente pues iba en contra de la productividad del
esclavo y por tanto de su rentabilidad. Acerca de esto, Columela, escritor de
temas sobre productividad agraria, aconsejaba humanizar el trato de los
esclavos para que estuvieran contentos y fueran más productivos, lo cual
benefició a los esclavos. En el mismo sentido, algunos emperadores,
intelectuales, filósofos estoicos como Séneca o el cristianismo contribuyeron a
que, progresivamente, en la sociedad romana se desarrollara un nuevo espíritu
de humanidad, aunque la idea de la inferioridad servil estaba tan arraigada en
la conciencia colectiva, que en ningún momento se planteó la posibilidad de una
reforma social donde se plasmara esta corriente humanitaria en el plano material
o legal, quedándose en algo más abstracto, reconociéndose la igualdad
espiritual entre los hombres, pero manteniendo y respetando la institución
servil. De hecho, el cristianismo contribuyó a su legitimación introduciendo
nuevos conceptos teológicos como el de pecado y la esclavitud era uno de los
castigos impuestos por Dios; el sometimiento sin resistencia, como deseo de
Dios, garantizaba la salvación espiritual y la vida eterna para los “siervos
del Señor”, denominación que eligieron para sí y sus seguidores los primitivos
líderes cristianos.
no obstante, también fueron muchos los
esclavos que contaron con la benevolencia de sus dueños y fueron tratados con
consideración y afecto, llevando en general una vida cómoda y agradable; o los
que se adaptaron rápidamente a sus nuevas circunstancias y obtuvieron grandes
ventajas personales, ya que los esclavos ambiciosos tenían muchas posibilidades
de conseguir una buena posición social y económica, sobre todo los que
pertenecían a la familia imperial o a los propietarios más poderosos del
momento, los cuales tenían una vida relativamente cómoda, incluso lujosa, de lo
cual se jactaban sus propietarios, que presumían engalanándolos y otorgándoles
privilegios. De esto quedaban al margen los esclavos rurales (rustici)
que formaban el grueso de la población esclava y que vivían en condiciones de
mera subsistencia o infrahumana como los que trabajaban en las minas.
Roma
se abastecía de esclavos, principalmente, de los prisioneros hechos en sus
guerras de conquista. A veces la esclavización y la deportación fueron masivas,
como dato, desde el año 50 a. C. hasta el 150 d. C., el Imperio demandaba cada
año más de 500.000 esclavos. Para hacernos una idea, la deportación de esclavos
negros africanos hacia América, en su momento de mayor apogeo, no fue superior
a 60.000 anuales.
La
segunda forma de abastecimiento en importancia, la primera a partir de la Pax
Romana, fue la reproducción natural de la población esclava. Los hijos de los
esclavos adquirían la condición de su madre aunque el padre fuese un hombre
libre. Indudablemente, la descendencia de los esclavos, reportaba importantes
beneficios a los propietarios, por lo que la potenciaban y la recompensaban con
la promesa de la manumisión a partir de un cierto número de hijos o liberando
parcialmente a la madre de sus tareas. Otros mecanismos de provisión de
esclavos fueron: -el abandono de niños, hecho habitual en el mundo romano
debido, principalmente, a la pobreza, o bien, para evitar una excesiva
partición del patrimonio con demasiados herederos; -el comercio más allá de los
límites del Imperio donde los comerciantes los intercambiaban por sal, grano,
etc.; y finalmente, -el rapto y la piratería, que además conllevaron un cierto
grado de inseguridad, pues se daban incluso dentro del ámbito romano.
Todos estos mecanismos de acopio de
esclavos, la diversidad de procedencias y destinos de éstos, contribuyeron a
que el conjunto de la población esclava dentro del Imperio fuese muy heterogéneo,
factor decisivo junto con la variedad de ocupaciones que desempeñaban, para que
entre ellos no se creara una conciencia o solidaridad de clase que los motivara
para rebelarse en conjunto contra el orden establecido. Sí hubieron revueltas,
como la liderada por Espartaco en el año 73 a. C., o, a menor escala, la
conspiración del 24 d. C. en el sur de la península itálica, pero no fueron muy
habituales, o al menos, no hay constancia de ellas. los esclavos romanos
perseguían más mejorar sus condiciones de vida o alcanzar la libertad de un
modo individual, y para ello, las modalidades más comunes de resistencia a la
esclavitud, derivadas casi siempre de la excesiva crueldad en el trato
recibido, fueron: la fuga, el suicidio, el asesinato de los amos, la mentira,
el robo, simular enfermedades, reducir su productividad laboral, los
sabotajes....; formas de rebeldía a la opresión que, si bien, desde la
perspectiva del esclavo estaban perfectamente justificadas, para la moralidad
de la sociedad romana eran del todo imperdonables aunque, por otro lado,
previsibles debido a la baja condición moral que se les suponía a los esclavos.
Por otra parte, la gran mayoría de los esclavos, por costumbre, cultura o
instinto de supervivencia, aceptaban su condición, y los males que padecían
eran algo inherente a ésta.
Entre
la población esclava también estaba establecida una jerarquía, condicionada,
primordialmente, por el trabajo que realizaban, pero también por su
procedencia, de modo que los esclavos se valoraban, más o menos, según la zona
geográfica de la que eran originarios. El tamaño de la familia a la que
pertenecían, compuesta por el propietario y los esclavos, y el estatus social
del dueño también jugaban un importante papel en la jerarquización de la población
esclava. Los que pertenecían a casas urbanas eran superiores a los que eran de
casas rurales. Los nacidos esclavos (vernae) estaban mejor considerados
por sus propietarios que los que habían
conocido la libertad.
Más determinante para establecer la categoría
del esclavo era el trabajo, o las funciones que tenía encomendadas, y había tal
variedad que se puede decir que no había ocupación que no pudiera ser
desempeñada por un esclavo, con la excepción del servicio militar, además era
fácil que un mismo individuo realizara varias tareas de cierta importancia. En
este contexto era muy normal que surgieran discusiones sobre quién ocupaba un
nivel más alto. Por otro lado, en las elites de la sociedad romana y en la
familia imperial, el personal doméstico tenía una estructura muy organizada, en
la que la especialización tenía mucha importancia en la promoción del esclavo,
de forma que podía ir ascendiendo a puestos de mayor responsabilidad hasta
alcanzar altos cargos como funcionarios de la administración, en la gestión de
las empresas del dueño o en el mundo de las finanzas y del comercio. Éstos
esclavos encumbrados gozaban de muchos privilegios, aunque podían caer en
desgracia y ser degradados y despojados de ellos, puesto que no eran sino una
dádiva de su propietario. podían
formar una familia y conservarla, acceder a la propiedad, incluso de esclavos;
y por último, podían alcanzar la libertad, lo que más anhelaban.
La
manumisión podía ser formal o informal, es decir, de derecho o sólo de hecho
con condiciones del propietario. En la formal, además de la libertad, se les
concedía la ciudadanía romana, lo cual llevaba implícito el reconocimiento de
sus derechos. Los procedimientos para otorgar la libertad a los esclavos eran
básicamente tres: introduciendo oficialmente el nombre del esclavo en el
registro de ciudadanos romanos en el momento de elaboración del censo;
declarando ante un magistrado o gobernador provincial que el esclavo era en
realidad una persona libre y que su esclavitud era un error; o a través del
testamento, en el que el propietario le concedía la libertad a su muerte. En
ocasiones el esclavo podía llegar a un acuerdo con su dueño y comprar su
libertad.
La
manumisión fue una práctica común en Roma y sus territorios a lo largo de su
historia. Un esclavo, por afecto, favores prestados, méritos, cualidades
personales, buena voluntad del propietario..., podía convertirse en liberto e
incluso ser aceptado e incorporado a la alta sociedad romana, como es caso de
algunos libertos imperiales, que por el sistema de promoción social, así como
por su excepcional riqueza o experiencia, alcanzaron la cima de la escala
social llegando a desempeñar cargos políticos gracias al apoyo de la
aristocracia romana. Pero lo más habitual era que se les siguiera viendo como
siervos, no permitiéndoles olvidar su pasado, y la mayor parte de los libertos
simplemente subieron un peldaño en la estratificación social romana, pasando a
formar parte de la plebe y con ello la necesidad de ganarse la vida con su
trabajo, por lo que muchos de ellos siguieron trabajando para sus anteriores
propietarios, ahora patronos.
El ritmo de nuevas manumisiones al final
del periodo de la República era tan alto, entre otras cosas porque daba
prestigio al propietario liberador, que hizo que Augusto aprobara una ley
restrictiva, la Lex Fufia Caninia, en la que se establecía un máximo de
liberaciones en función del número de esclavos que se poseía, pues este aumento
de las manumisiones unido a la disminución de la provisión de esclavos al
terminar las guerras de conquista, dieron como resultado un déficit de esclavos
con el consiguiente aumento del precio de éstos y por tanto una menor
rentabilidad. La solución fue la sustitución de esclavos por libertos, primero
en el ámbito del tejido productivo urbano y más tarde en las zonas rurales donde los esclavos fueron
sustituidos por colonos, agricultores que trabajaban en virtud de un contrato.
Pero
la esclavitud nunca fue abolida en Roma.
BIBLIOGRAFÍA:
· Bradley, Keith (1998): Esclavitud y sociedad en Roma
Ediciones Península
S.A., Barcelona 1ª edición,
248 páginas
Colección:
Historia, ciencia, sociedad, 276
ISBN: 84-8307-160-6
|