Hasta tiempos bastante avanzados del
Paleolítico superior no existen en el territorio que hoy
constituye el término municipal de Gandía vestigios de una
ocupación humana, pero ya en esta etapa, durante el
Gravetiense final, el hombre de Cro-Magnon se asienta en la
Cueva del Parpalló, cueva que será habitada durante varios
miles de años, hasta casi el final del Magdaleniense.
También fueron habitadas durante el
Paleolítico superior las cuevas del Barranco del Llop
y la de Maravillas.
En contraste con la riqueza de yacimientos
paleolíticos, neolíticos y eneolíticos, está la escasez de
restos de la Edad de Bronce y la poca representatividad de
los de épocas ibérica y romana.
Está comprobada la ocupación del cerro del
Castillo de San Juan en la época ibérica, seguramente
a partir del siglo IV a.C. , pues aunque las construcciones
medievales hayan hecho desaparecer todo vestigio de las
edificaciones del poblado, se han podido recoger cerámicas
ibéricas y fragmentos de vasos áticos de figuras rojas y de
barniz negro que sólo a un establecimiento de la fecha y
cultura indicadas pueden pertenecer. También se han recogido
en lugares no localizados monedas ibéricas.
La romanización está bien representada en
este territorio. En la ciudad de Gandía se han encontrado
monedas y lápidas que podrían indicar un asentamiento ya en
época imperial que quizá fuera el antecedente remoto de la
actual población, y vasos y otros restos romanos en las
cuevas Penjada, Meravelles y de los Cerdos.
Está última ha dado abundantes fragmentos de "terra
sigillata".
El origen de la Gandía actual se remonta
de manera cierta a la época musulmana, y la primera mención
documentada cristiana, de 1249, figura en el " Llibre del
Repartiment" de Jaime I Aragón quien hizo donación de la
villa a su hijo el infante Pedro.
Alfonso IV el Benigno imitó a sus
antecesores a favor de la fortificación de la villa y Pedro
IV el Ceremonioso cedió para este fin, en 1387, al
Ayuntamiento, el derecho de sisa. El rey Martín el Humano la
donó después, con título de ducado, a Alfonso de Aragón,
hijo del infante Pedro.
En 1485 el Ducado de Gandía pasó a la casa
de Borja. La ciudad medieval, de carácter feudal, que tras
la muerte del último duque de sangre real había vuelto a la
Corona, se convirtió en señorial a partir de 1494, en el que
el segundo duque de Borja establece allí una pequeña pero
fastuosa corte.
En 1520 tuvo lugar el levantamiento de las
Germanías, que desde Valencia se extendió a las poblaciones
más importantes del Reino, incluida Gandía. La sublevación
triunfó en Valencia y Játiva. La batalla de Vernisa, en
julio de 1521, dio el triunfo a los agermanados, que
ocuparon Gandía y su comarca, y obligaron a los moriscos a
convertirse al cristianismo. Pero tras la derrota final de
los agermanados volvió Juan de Borja a Gandía y casó con
Francisca de Castro.
A Juan le sucedió su hijo mayor Francisco
(1543-1551), que había nacido en 1510, y que renunció a sus
títulos y bienes a favor de su hijo Carlos en 1551 para
ordenarse y entrar en la Compañía de Jesús.
Por otra parte, Francisco de Borja, que
sería canonizado en 1671, emprendió obras de amurallamiento
e incorporó el nuevo recinto a la Vila-nova, protegiéndola
así del peligro de los piratas, turcos y corsarios al
servicio del rey de Francia. También dentro del nuevo
recinto, mandó construir un colegio para el que logró, en
1548, una bula pontificia que lo elevó a la categoría de
Universidad. Dicha universidad, situada en el lugar que hoy
ocupan las Escuelas Pías, fue famosa en los dos siglos que
tuvo de vida, hasta su supresión por Carlos III en 1772,
tras la expulsión de los jesuitas que la regentaban en 1767,
y por ella pasaron nombres como Baltasar Gracián, Juan
Andrés y Antonio José de Cavanilles.
Gandía mantuvo su rango durante todo el
siglo XVI pero, a partir de 1609, con la expulsión de los
moriscos y la ruina de los ingenios azucareros que ellos
manejaban, sufrió consecuencias económicas y demográficas
catastróficas que tardó más de 150 años en recuperarse.
Durante la época de estancamiento, que se
alargó hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los duques
fueron abandonando su residencia para instalarse en Madrid.
Durante la Guerra de Sucesión, el duque de Gandía tomó el
partido de Felipe de Anjou, cuando todo el resto del Reino
lo hacía por el Archiduque Carlos. De aquí que el general
Juan Bautista Basset, del partido austracista, tomara la
ciudad de Gandía y se llevara la artillería de la entonces
plaza fortificada.
Con el triunfo de los Borbones se
restableció todo menos la vida política, pues los duques
apenas hacían alguna breve visita a su palacio. En 1740
moría en Madrid el último Borja y Centelles, y el ducado
pasó a su sobrino el conde-duque de Benavente; ocho años
después heredaría la hija de éste, casada con el duque de
Osuna. Con Carlos III se renueva la vida económica, y Gandía
inicia una época próspera de industrialización.
En el siglo XIX la seda atravesó dos
grandes crisis debidas una a la epidemia que acabó con casi
todo el gusano de seda a mediados del siglo, y otra a la
competencia extranjera. El ferrocarril, símbolo de la
expansión decimonónica llegó con las líneas de vía estrecha
Tren Alcoy Gandia y Puerto y con el enlace entre Denia y
Carcagente. En la división provincial de 1822 fue adscrita a
la Provincia de Játiva y en la división de 1833 a la de
Alicante, pasando definitivamente a Valencia en 1836.
Durante la guerra civil su población
sufrio múltiples bombardeos por parte de la aviación
italiana de Mussolini.
En los años 1960, y debido al gran
crecimiento urbano de la ciudad, el municipio de Gandía
anexionó a los hasta entonces municipios independientes de
Beniopa y Benipeixar, actualmente barrios de la ciudad.