UNA HISTORIA DE AMOR

UN BESO DE BUENAS NOCHES.

Cada tarde, cuando inicio mi turno de enfermera de noche, recorro los pasillos del asilo deteniéndome en cada puerta para charlar y observar.A menudo, Beatriz y Jorge están sentados con sus albunes de recortes sobre el regazo, recordando el pasado a través de las fotografías. Bea me enseñó con orgullo las fotos de los años pasados: Jorge, alto, moreno y apuesto; Bea, hermosa, morena y risueña.Dos jóvenes enamorados sonriendo en el transcurso de las estaciones.Estaban encantadores los dos juntos, con la luz de la ventana reflejándose en sus cabellos blancos, sus rostros arrugados por el tiempo sonriendo al recordar aquellos años, atrapados y guardados para siempre en sus álbumes. Mientras los miembros del personal estábamos cenando, a veces Bea y Jorge paseaban cogidos de la mano junto a las puertas del comedor. Entonces la conversación se convertía en un debate sobre el amor y la lealtad de la pareja, y sobre qué ocurriría cuando muriera uno de los dos. Todos sabíamos que Jorge era el fuerte y que Bea dependía de él. "¿Qué haría Bea si Jorge fuera el primero en morir?", nos preguntábamos a menudo. La hora de acostarse era todo un ritual. Cuando yo les llevaba la medicina de la noche, Bea estaba sentada en su sillón, en camisón y zapatillas, esperando mi llegada. Entonces se tomaba la pastilla ante la mirada vigilante de Jorge. A continuación, Jorgee le ayudaba con sumo cuidado a trasladarse del sillón a la cama y arropaba su delicado cuerpo. Al presenciar esta acción afectuosa, yo pensaba por enésima vez: "Santo Dios, ¿Por qué los asilos no tienen camas de matrimonio para las parejas casadas? Han dormido toda la vida juntos, pero en un asilo deben hacerlo en camas separadas. Se les priva por una noche detrás de otra del bienestar de toda una vida". "Que estúpidas son estas normas", pensaba mientra veía a Jorge extender el brazo para apagar la luz d ela cabecera de la cama de Bea. Luego se inclinaba despacio y la besaba con ternura. Jorge le acariciaba la mejilla y los dos sonreían. El volvía a colocar la barandilla lateral de la cama, y sólo entonces se volvía y tomaba su medicina. Cuando me alejaba por el pasillo, oía a Jorge decir: "Buenas noches, Bea", y la voz de ella responder: "Buenas noches, Jorge", desde sus camas separadas por el espacio de una habitación entera.