SALMAN RUSHDIE

La Historia De Una Persecución


A pesar de la condena

A pesar de la condena Los versos satánicos, de Salman Rushdie, se publican en España

"Le envidio, sinceramente, le envidio muchísimo. ¿Acaso ha habido otro escritor en la historia de la humanidad que haya estado a punto de desencadenar una guerra santa?". En perverso y distinguido escritor español bromeaba de este modo al preguntarle su opinión sobre el caso Rushdie. Pero, bromas aparte, los últimos meses de la vida del autor de los versos satánicos no son envidiables. Sin embargo, parece probable que Salman Rushdie haya vivido desde la juventud con los obsesiones: la intolerancia religiosa y lograr la fama como escritor. Dos obsesiones que el paso del tiempo ha reunido dramáticamente. Porque hoy es un escritor famoso gracias al fanatismo del Ayatolá Jomeini. Por eso conocen su nombre hasta aquellos que jamás van a leer su novela, que incluso no van a leer ninguna. Una novela que la próxima semana se pondrá a la venta en España, publicada conjuntamente por 18 editoriales.

Derecho a leer

El derecho a leer y el derecho a escribir, eso es lo que se puso en cuestión cuando el papa del Islam condenó a muerte al autor de los versos satánicos, a sus editores y a los libreros que se atrevieran a venderlo. Como se sabe, todo empezó en Londres, tras la quema pública de varios ejemplares del libro blasfemo. Entonces fue cuando el libro de Salman Rushdie se convirtió en un eco y el escritor recibió el consuelo de una solidaridad compacta. Tal vez por eso, en su modesta casa de Londres, donde aquellos días recibió a EL PAIS, no parecía muy asustado. Temía sobre todo que sus declaraciones encolerizaran aún más a los fanáticos, que hasta ese momento se suponía limitados a la comunidad islámica de Londres y a algunos grupos radicales de la India, desde donde se había hecho llegar una protesta diplomática al Reino Unido que fue recibida con indiferencia. Rushdie, en aquella visita, habló de que sus enemigos se equivocaban al condenar Los versos satánicos, porque sólo conseguirían provocar el efecto contrario al deseado, que el libro se leyera más. El escándalo siempre es más comercial que la lectura. Esto ya comenzaba a ser evidente: Las ventas habían crecido desde la condena. También dijo, y y luego se comprobaría, que ni siquiera un hombre inteligente está libre de la ingenuidad, que, en su opinión, el escándalo y las amenazas se irían diluyendo poco a poco. "Dentro de un año, espero, todo estará olvidado y sólo quedará mi libro, convertido en un auténtico éxito de ventas".

Tres días más tarde, la condena a muerte se oficiaba desde Teherán. Rushdie "sería encontrado allí donde se hallarán y alcanzado por la flecha que ya había partido en su busca". Incluso se puso precio a su cabeza. Había llegado el momento de la verdad más cruda; el que fuera hijo de la medianoche debía ocultarse, desaparecer. Scotland Yard se iba a encargar de guardarlo. ¿Hasta cuándo?, se pregunto sin duda Rushdie, que conoce bien lo tenaces que pueden llegar a ser los fanáticos que profesan la misma religión en la que él nacido hace 41 años.

Fue un niño creyente que escuchaba fascinado los cuentos tradicionales de su país. Cuando llego a la adolescencia, el joven Salman, que se define ahora como un laico, fue enviado por su padre a un colegio inglés. Con él viajó a su cultura islámica: "La que había conocido; basada en la tolerancia, en la discusión, en la incertidumbre, y que ahora, en la India está completamente marginada". En su opinión, los extremismo religiosos son cada vez más poderosos, y, conscientes de ello, los políticos los utilizan para lograr votos. "Luego, estos políticos utilizan su poder para darnos su visión del mundo, la ficción que a ellos les conviene. Por eso es importante que los escritores ofrezcan distintas versiones, que contra argumenten diciendo la verdad".

El ha escrito lo que ha deseado escribir, con la libertad que da tener una cabeza, una máquina de escribir y un editor. Tenía las tres cosas para llevar a cabo una larga historia. En un lugar del relato, Mahoma era tentado por el diablo, que en forma de ángel inspirada unos versículos. Estos versículo, los llamados satánicos, que fueron suprimidos del Corán con posterioridad y que son interpretados como una prueba o tentación superada por el profeta, atentan contra el monoteísmo al admitir la existencia de dos bellas diosas locales. Pero como un profeta es perfecto, es más que un hombre, Rushdie, a de poner a Mahoma en esta tesitura tan incómoda, blasfema.

Cartas en el asunto

El caso es que el asunto Rushdie agitó durante largo tiempo a oriente y occidente. Tomaron cartas en el asunto los políticos. Y sufrieron las relaciones diplomáticas y las inversiones económicas entre algunos países e Irán. El régimen iraní parecio ceder un gramo al declarar: le perdonaremos la vida si se arrepiente en público. Rectificación posterior: no será perdonado aunque se arrepienta. La obligación de todo musulmán, insistieron, es mandarlo al infierno.

Rushdie creyó conocer algo parecido al infierno al llegar al civilizado Reino Unido. Allí comprendió que el racismo no era exclusivo de su país, y aprendió que la única forma de luchar contra él individualmente es ignorarlo. Descubrió que Londres era una ciudad excitante, pero difícil para un extranjero que no tuvieran la piel blanca. Su odio a la intolerancia se fraguó en occidente, ese occidente que, paradójicamente, le defiende hoy de los que fueran sus hermanos de religión. Porque aquí y allá la intolerancia existe. Esa es la opinión de Rushdie, que sigue escondido en algún lugar de Centroeuropa y escribiendo de cuando en cuando algún artículo para la prensa, como si enviara mensajes de auxilio: oigan, que no se olviden de mí, todavía tengo miedo. Tal vez en ese lugar Rushdie pueda escribir el libro que tenía proyectado. Es una historia que le inspiró la Alhambra de Granada y que, una vez más, trata de la necesidad de la tolerancia. "Allí", decía antes de que lo escondieran, "en ese lugar precisamente, convivieron diferentes culturas durante tiempo y tiempo: la musulmana, la cristiana y la judía. Esa posibilidad de coexistir juntos merece ser comentada, fantaseada, merece la pena pensar en ella".


Volver