Su Historia

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Aunque escritores famosos de la antigüedad, como Estrabón, Tito Livio, Plinio, etcétera,
describieron la exuberante belleza de este paraje (Plinio lo llamó «estanque ameno»)
o la inusitada extensión de sus aguas (Estrabón habla de «un lago marítimo tan grande,
que ha menester un día natural de andadura el hombre de a caballo que quisiera rodearlo todo»)
y aunque todos los conquistadores le dedicaron especial atención y cuidado
(se citan las importantes obras de desecación y saneamiento ordenadas por Escipión en recompensa de la destruida Sagunto)
o demostraron el aprecio en que tenían este lugar reteniéndolo para su propio recreo o bien cediéndolo en premio de relevantes servicios
(dícese que en tiempos de la dominación árabe, Mostahim, emir de Zaragoza, recibió la Albufera en premio de su alianza con el Cid para la toma de Valencia),
lo cierto es que sólo a partir de la Reconquista de esta capital por Jaime I
se conservan documentos fehacientes del afecto de los reyes por este lugar y su interés en regular el disfrute del mismo:
ordenanzas y cartas reales entre las que cabe destacar el privilegio dado por Martín el Humano en 1404, que,
junto con el de Don Jaime, representa aún para los habitantes de la Albufera la tradición respetada por todos como muestra de la beneficencia de los reyes que,
no obstante haber tomado la Albufera y la Dehesa como parte integrante del Patrimonio de la Corona,
concedieron beneficios y participaciones en favor de la Iglesia, Ordenes religiosas,
Capítulo de la ciudad, pescadores y habitantes de los pueblos limítrofes del lago,
a cambio de contribuir todos ellos a la defensa, fomento de su riqueza y
al respeto de sus innumerables bellezas.

Continuaron los sucesivos monarcas reservando para sí estas propiedades como regalía de la Corona e
imponiendo normas reguladoras para el ejercicio de la caza y pesca, hasta que Felipe V,
por Real Cédula del año 1708, cede el señorío de la Albufera con la villa
y marquesado de Cullera a don Cristóbal de Moscoso, Conde de las Torres,
en recompensa de los servicios prestados por éste durante la guerra de Sucesión.

En 1761, una Real Orden de Carlos III,
quien demostró su aprecio por la Albufera denominándola «alhaja de la Corona»,
la rescató para el Real Patrimonio, previa indemnización al Conde de las Torres.

Dignas de mención son las Ordenanzas dictadas por Carlos III
«para el buen régimen y buen uso de la Albufera de Valencia»
en las que, con una minuciosidad notable, se regulan la explotación y disfrute del lago
y en las que se autorizó el arriendo anual o bienal de la caza volátil por el intendente,
exceptuando de dicho arriendo los días de San Martín Obispo y Santa Catalina Mártir
«en que se permite a todos cazar»
(primera vez que se concede este privilegio en las Ordenanzas reales, a pesar de la general creencia de que se debe a Martin el Humano), y además,
estableciendo para el arrendatario la obligación de reservar «el Estanque Redondo y el de Uchana» para recreo de los capitanes generales e intendentes de Valencia.

Vuelve a dejar de ser del Real Patrimonio esta hermosa propiedad durante el reinado de Carlos IV,
quien la cede a Godoy; pero la caída de éste y la confiscación de sus bienes en 1808,
durante el reinado de Fernando VII,
revierte el lago al Patrimonio Real.

No faltó tampoco la cesión al dominio particular durante la dominación francesa:
el mariscal Suchet fue nombrado por Napoleón Duque de la Albufera y, por decreto de 24 de enero de 1812,
entró en posesión del lago y sus aprovechamientos, como parte de la donación inherente al ducado.

Vuelto a España Fernando VII,
cedió en 1818 el usufructo de la Albufera y su Dehesa a los infantes don Francisco de Paula y don Carlos,
quienes nombraron administrador al general Elío.
Pero Isabel II, que bajo la regencia de su madre dona María Cristina subió al trono en 1833 por fallecimiento de Fernando VII:
dispuso que la administración de tales propiedades volviese al cuidado de los Reales Patrimonios,
si bien se respetaba el derecho a la mitad de sus productos a favor del infante don Francisco de Paula y se destinaba la otra mitad a engrosar el haber real,
revocando la donación hecha al infante don Carlos a causa de su alzamiento contra la reina en pretensión de ocupar el trono de España.
Por Real Orden de 27 de octubre de 1841 se dispuso la total pertenencia al Real Patrimonio de las rentas que disfrutaban los infantes con anterioridad a la muerte de Fernando VII.

La ley de 18 de diciembre de 1869, dictada por el regente del reino,
declaró extinguido el Patrimonio de la Corona, que anteriormente,
por decreto de 12 de mayo de 1865, habíase ya reducido considerablemente;
y como quiera que en ambas disposiciones se concretan los bienes destinados al uso y servicio del rey y entre éstos no figuran la Albufera ni la Dehesa,
pasaron estas propiedades a ser patrimonio del Estado.

Y llegamos a 1911, en cuyo año, por ley de 23 de junio,
se cede la pertenencia del lago y su Dehesa al Ayuntamiento de Valencia,
mediante el pago al Tesoro público de una cantidad equivalente a la capitalización de las rentas que producían dichas fincas.
La entrega efectiva de tales propiedades se difirió, por diversas causas,
hasta el 3 de junio de 1927.

El Ayuntamiento, que desde la iniciación de sus peticiones,
en 1905, tuvo el propósito de convertir estos parajes en un parque público con alicientes extraordinarios para el recreo de los ciudadanos y condiciones excelentes de habitabilidad para los vecinos del lugar,
comenzó a introducir importantes "mejoras" de urbanización, embellecimiento y sanidad,
mereciendo destacarse entre ellas el embarcadero del Pujol con el cual se facilita notablemente el acceso al lago de la corriente turística .

El Decreto 89/1986 (Consell de la Generalitat), de 8 de julio,
declara Parque Natural el sistema formado por el lago de La Albufera,
su entorno húmedo,
y la barra o cordón litoral (Dehesa del Saler) adyacente a ambos.
Así mismo el Decreto 71/1993, de 32 de mayo,
establece de nuevo el régimen jurídico del Parque Natural de La Albufera que comprende parte de los términos municipales de Valencia, Alfafar, Sedaví, Catarroja, Massanassa, Albal, Beniparrell, Silla, Sollana, Sueca, Cullera, Albalat de la Ribera y Algemesí.

Con fecha 23 de octubre de 1990
se aprobó el documento de Plan Especial de Protección del Parque Natural,
y el Decreto 96/1995 (consell de la Generalitat),
de 16 de mayo, aprobó el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de la Cuenca Hidrográfica de La Albufera.

Puerto del saler