Se desilusionó. Todo empezaba a parecerle un circo en el que ella era el león que debía
pasar por el aro. Asustado y tremendamente cansado de los juegos y chistes de su domador.
Estaba cayendo en una vorágine de miedos, rumores, celos, inseguridad… Nada estaba bien,
todo le parecía un desastre y cada vez tenía menos ganas de moverse de la silla azul de su
habitación. Pasaba por una época extraña y no había nadie que la entendiera o que mostrara
síntomas de comprensión forzada. No entendía porque tenía tantas ganas de llorar y de decirle
a todo el mundo la verdad de cada uno de ellos, o por lo menos lo que ella veía como verdad.
Se sentía sola, todo era mucho más interesante que ella misma y las conversaciones con el abuelo
versaban siempre sobre asuntos que aún la enfadaban más: nadie la entendia, ni la ayudaba y su amor
por aquel chico no sabría nunca si sería correspondido. Realmente, no sabía que ocurría y quizá no
lo quería saber. Sólo dejarlo pasar.
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