Cuando asedien los inviernos tu frente,

Y caven trincheras en tu belleza,

Joven soberbio, ahora admirado,

Irás con ropaje de poco valor.

 

Si te preguntaran por tu belleza,

Dónde el tesoro de días livianos,

Di, que dentro de tus ojos profundos,

Había una pena corrompedora.

 

Qué merece tu uso de tu belleza,

Si pudieras decir “este hijo mío,

Pagará mis cuentas, responderás por mí”.

Probando belleza por ser tu hijo.

 

Será volver a nacer al ser mayor,

Ver tu sangre caliente al estar fría.