Reflexión
Hace unos días leí en el periódico que este año se celebraba el bicentenario de la Guerra de Independencia española. “Es cierto”, pensé, así que me dirigí a ver qué información podía encontrar sobre aquello en Internet. Cuando me lancé a navegar, todavía no me había entrevistado con Adolfo Plasencia y no me di cuenta de una de las puntualizaciones que más me abrió los ojos: “La información de referencia no está en lo periódicos, pues éstos están basados en la fuente de la red. Los periódicos son ya medios de ocio”. Así que, habiendo dejado el ocio a un lado me dispuse a beber de la fuente de toda información, la red. Y, diría yo que, por serendipia virtual, antes de dar con la declaración de la guerra de la Independencia española di con algo bastante interesante, pero totalmente diferente a lo que buscaba: “la declaración de Independencia del Ciberespacio”. Pues bien, fui leyendo aquel documento que poseía un tono de lo más combativo hasta que llegué a un fragmento que me gustó especialmente: “Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento. Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o el conformismo. Vuestros conceptos legales -los de los gobiernos del Mundo Industrial- sobre propiedad, expresión, movimiento y contexto no se aplican a nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay materia”.
El ciberespacio, ese conjunto de redes sociales formadas a su vez por millones de internautas no siguen las reglas del mundo físico. Antes de enfrascarme en esta aventura del hipertexto conceptualizaba Internet como una especie de Vía Láctea, tan lejana, que estaba casi segura que jamás alcanzaría. Ahora pienso todo lo contrario. Y he cambiado de opinión “learning by doing”, y con una dosis de obligación. La ventaja trascendental de poder acceder al ciberespacio y convertirte en un miembro más de su familia infinita, en mi opinión, radica en el fragmento que acabo de citar. Puedes moverte con total libertad por un “espacio” en que ninguna barrera te podrá imponer orden por coacción física. Además, si eres miembro de esta gran familia, podrás corregir tus errores por medio de la reescritura, podrás combinar diferentes medios, ya sea prensa, radio, tele, además de Internet, fruto de un gran metaproceso y podrás ejercer el papel de lector y editor simultáneamente. “La red en dos sentidos”, decía Plasencia para denominar a la web 2.0. Pero eso sí, la oferta es gigantesca, por eso, a veces, es fácil perderse.
“¿Quién iba a decirme a mí que podría leer una primera edición de El diablo mundo cuando estudiaba?”, exclamaba un profesor mío de literatura, “ahora con clicar en tres links aparece ante mis ojos”. Con el nuevo medio, todo aparenta más fácil. A pesar de que todavía prefiero leer sobre papel, reconozco que es una gozada que una lectura, por medio de los vínculos, se desvíen hacia otras lecturas que te ayuden a reflexionar sobre el tema en cuestión y que ayude a aumentar tus conocimientos. Lo mejor, es que esto ocurre con cualquier materia, pero, personalmente, que sea con la literatura me agrada mucho más.
Cuando empecé periodismo ni siquiera me planteé que podría acabar trabajando en prensa electrónica. Ahora, supongo que mis expectativas han madurado un poco, y sí lo veo como una salida más. Internet no está sujeto a ninguna empresa como la que rige cualquier medio convencional que condiciona a los periodistas a la hora de ejercer su trabajo. La libertad, y, la deontología profesional están menos dañadas, los intereses económicos están menos presentes. Sin embargo, para los profesionales de la información, hay un problema: en Internet todos tienen la capacidad de emitir información. “Tú eres el medio”, me dijo Adolfo Plasencia citando a Dan Gilmor. Por eso, el elemento diferenciador que deben adquirir los periodistas de la red es el conocimiento de las TIC. Ahora reconozco que son básicas para todo profesional de la información, y que, como tal, como testigo de la realidad, el desconocimiento de las TIC cortaría el hilo entre la realidad social y su profesión. Internet avanza muy rápido, el deber se un periodista es llevar el mismo compás siendo capaz de manejar los instrumentos necesarios.
En definitiva, he de reconocer que he estado equivocada muchos años a causa de una serie de prejuicios que me nublaban la mente y, sobre todo, a causa de la ignorancia. “Si no pruebas, no sabes si te gusta”, dicen las madres con un plato de verduras, pues, lo mismo ocurre con esto. Por eso, para que a futuros universitarios, y digo universitarios en general, da igual el objeto de estudios, no se impregnen de prejuicios sin sentido, el uso de las TIC debería implantarse desde el colegio. Como ya he dicho antes, no podemos quedarnos atrás respecto a la sociedad en que vivimos, si ella vuela, volemos nosotros también.
Yasmina Yousfi López