ESPERANDO A GODOT

 

 

 

 

EL IMPACTO DE SAMUEL BECKETT      Por Pedro Barceló

COMENTARIO SOBRE LA OBRA      Prof. Manuel Ángel Vázquez Medel

 

 

 

 

 

 

EL IMPACTO DE SAMUEL BECKETT

Por Pedro Barceló

 

El 5 de enero de 1953 se estrenaba en París En attendant Godot. Antes, Beckett había publicado en Inglaterra su novela Murphy (1938), traducida al francés sin demasida pena ni gloria en 1947. En 1951 suena extensa e intensamente el nombre de este irlandés avecindado en un arrabal de París al publicarse su novela Mollym que fue saludada desde las páginas de Le Figaro Littéraire como "una de las obras capitales de la posguerra".

Pocas veces una obra teatral ha alcanzado un impacto tan rotundo, tan sensacional, tan fulgurante como En Attendant Godot. Hasta tal punto , que el resto de su obra (Malone meurt, L'innommable, Molly, Nouevelles et textes pour riens..) ha quedado , con evidente injusticia, relegado a segundo término.

Godot era demasiado impacto, era demasiada novedad, era excesiva explosión para permitir descender a otros detalles. Hasta tal punto Godot señaló una época en el teatro que, antes del año de su estreno en París, nada menos que treinta teatros de Alemania incluían en su repertorio la sensacional producción de Beckett. Y al aludir a cifra tan considerable de teatros, no queremos, ni mucho menos, establecer un argumento valorativo de la calidad, tan por encima de esa clase de argumentos, de Godot, sino señalar sencillamente el deslumbramiento que produjo. Porque si en Alemania se representa en treinta teatros, a los tres años de su estreno había sido traducido a veinte idiomas, el español entre ellos, y es fácil imaginar la difusión que ello supone.

¿Por qué este éxito? La pregunta es tan superficial como inocente la respuesta. Porque En attendant Godot supone un nuevo teatro. Pero un nuevo teatro que ha sabido dar exacta medida del hombre a que va destinado. Entre la crítica adversa formulada a Godot o, más exactamente, a Beckett, ha circulado la especie de que sus personajes no son humanos. Y es que estamos aplicando las mismas palabras a conceptos gastados. Porque cabría preguntar: ¿Son más humanos esos personajes de las comedias rosas al uso: el marido engañador, la dama aparentemente casquivana, el mayordomo ingenioso y trapisondista, los ambientes químicamente puros de la elegancia...? Entre una humanidad y otra, no nos queda más remedio que optar gustosamente, venturosamente por la de Godot.

Es peligroso, inconveniente quizá, intentar una explicación de En attendant Godot. Caben, sí, búsquedas de matices, desciframiento de algunas claves. Pero Godot está explicado en sí mismo. No hay enigma. Ni secretísima simbología. Algún buscador del quinto pie del gato ha tratado de establecer la relación Godot-God (Dios, en inglés) Innecesaria tarea. Se está esperando a Godot, que llegará o seguirá enviando diariamente al muchacho para decir que no va; se está esperando, están esperando Vladirniro y Estragón a Godot, y lo que importa dramáticamente es esa espera. Y si en las comedias que padecemos tan abundantemente en nuestros teatros, mientras "se espera", el galán saca una pitillera, enciende un cigarrillo caro y una elegante doncella le anuncia para dentro de unos mornentos la llegada de la señora- Víadimiro y Estragón, mientras esperan, conversan:

–¿Y si nos arrepintiéramos?
–¿De qué?
–Hombre! No hace falta entrar en detalles.
–¿De haber nacido?...

Lo cual, la verdad, no dice nada en favor de esas comedias que son el teatro de cada día.
Y es que Beckett, tanto en sus novelas como en su teatro (y esta posición ideológica o, más bien filosófica, es la que se olvida al juzgarlo, recordando en cambio los tópicos habituales de náuseas, existencialismos y tantos otros fáciles recursos que aquí nada tienen que ver), va a la caza de una expresión que le perrriita hablar de lo absurdo de tantas situaciones humanas, para lo cual solo cuenta con un lenguaje estructurado con las rígidas leyes de la lógica. Y esta lógica que preside nuestro lenguaje común es la que obliga a buscar unos rumbos diferentes, a través de los cuales cumplir con su necesidad de expresarse. Necesidad de expresarse que en ocasiones le conducirá hacia un lenguaje de apariencia absurda y en otras hacia el silencio. En una y otra ocasión, ha llegado más allá de las posibilidades del lenguaje. Y se ha expresado.
Pero de ahí a que se considere hermético, incongruente, abstruso, incoherente, su teatro, va la misma diferencia de que porque nos guste el teatro de Crommelynck consideremos viejo el de Sófocles. Beckett no niega nada de lo mejor del teatro que l e precede. Diríamos incluso que su obra es un acto de fe en el buen teatro, puesto que buen teatro es el suyo. Solo que distinto. Pero tampoco nadie ha pretendido comparar El alcalde de Zalamea con Extraño intermedio, ni La señorita Julia con Romeo y Julieta. Cada obra teatral que señala un hito es una obra teatral que señala un hito, y no hay por qué buscar salidas tangenciales.

Godot fue, primero, la obra del impacto. La obra que le inspiró a un cura alemán su sermón dominical; la obra que, gustada en principio por mínimos grupos de lectores, fue sembrando entusiasmo y pasiones hasta verla convertida en última y absoluta realidad dramática sobre los escenarios. En attendant Godot es la creación teatral de mayor originalidad que ha producido el teatro desde hace muchos años, inmemoriales casi. Es la obra sin trucos, aunque con recursos; una obra escrita con inspiración y tenacidad; con talento sensible, que significa inteligencia y gracia, gracia sacada de no se sabe dónde, de no se sabe qué misteriosas, soterradas vetas, olvidadas, muertas ya en la memoria de todos, hasta que un hombre, este irlandés llamado Samuel Beckett, supo hallar esa increíble fuente donde todo el teatro, la Humanidad entera, volvió a resucitar para que, de nuevo y para siempre, sobre un escenario acontecieran cosas fundamentales. El hombre, el teatro con él, se había salvado para el arte.

Era seguir la línea de Baty cuando afirmaba: "Todo es materia dramática: los animales, las plantas, las cosas." ¿Por qué, pues, hay quien todavía se empeña que solo sean materia dramática un pensamieto romántico o una idea rosa? Viadimiro y Estragón tienen derecho a la vida en la medida en que ella puede presuponer y definir miles de vidas marcadas por un signo determinado de esperanza o de hastío, de cansancio o de indiferencia, de exaltación o de menosprecio, de ironía o de poesía. Tenían, sí, derecho a la vida. Beckett se la ha dado. Ha cumplido con su obligación. Fin de partie será una búsqueda más allá, quizá más importante, pero menos alta y cabal en el logro; ante nosotros, abre un abismo que resulta infranqueable La originalidad de Fin de partie no alcanza la genialidad de Godot.

Lo que justamente Vladimiro y Estragón están pidiendo desde esa vida suya, a los ojos de muchos absurda, la mar de lógica a los otros, son hálitos de vida, impulsos, justificaciones Venga Godot o no venga; vaya a venir o no; esto es lo de menos. Parece que es un poco perder el tiempo hacer cábalas acerca de los proyectos de Godot. Pero ¿es que si no viene cambia el drama? ¿Es que si viene el drama ha cambiado? Godot es un anuncio. Y como tal hay que tomarlo. En el último momento del destino último de Estragón y Víadimiro, Godot desempeñará un papel fundamental. Pero, hasta entonces, hay que esperar, por si viene o por si falta a la cita. La vida de ellos está, no obstante, en función de esa espera. E importa, teatralmente, más la espera que el resultado. Lo contrario sería jugar un poco a "la solución, mañana". La solución es mañana. Pero el mañana supremo de Vladimiro y Estragón, con todas sus esperanzas, Godot es una especie de consagración de la esperanza, con todo su aniquilamiento con todo su Lucky y Pozzo. Y con todo su esperar que venga Godot, que venga Godot, que venga Godot.

© Aguilar, S.A. de Ediciones, Madrid, 1963

 

 

 

COMENTARIO SOBRE LA OBRA

En octubre del 1948, buscando una alternativa a la prosa, Samuel Beckett comenzó a escribir Esperando a Godot. Como había hecho con sus novelas, escribía en francés como disciplina y luego las traducía al inglés, su idioma natal. Ni entonces, ni hoy está claro quién es Godot o cuál fue el origen del nombre. A pesar de que Beckett había escrito una obra de teatro anteriormente, Eleuteria, Esperando a Godot fue su primer montaje. Su debut fue el más impresionante de un dramaturgo en nuestro siglo, la obra alteró el curso del teatro contemporáneo. Desde su premiere en el Teatro de Babylone en París, el 5 de enero de 1953, Beckett dejó de ser un escritor desconocido. Sin embargo, no todo fue reconocimiento positivo. Tuvo más detractores que admiradores. Una crítica en Londres declaró que nunca en la vida había visto un drama peor y el crítico del New York Times definió la obra como “un misterio arropado en un enigma.” Lo que molestaba a los críticos era la falta de desarrollo en el drama, obviando su lenguaje y visión de mundo como un cabaret cósmico. Los prisioneros de San Quintín, captaron plenamente lo que habían desestimado los críticos, que la espera también es consustancial a la vida y por lo tanto a la dramaturgia del espectáculo. El “enigma” tildado por Broadway se convirtió en un fenomenal éxito internacional. Se representó en teatros, escuelas y prisiones. Aunque abstracto en su forma, Godot tuvo también implicaciones fuertemente políticas, como la expresión de las naciones en tránsito entre la Segunda Guerra Mundial y el saldo de 26 millones de personas y la guerra fría en la espera impaciente de una resolución mientras se esquivaba el apocalipsis. La producción de Africa del Sur hizo de Godot una experiencia propia sobre la eterna espera por la emancipación. Lo que es extraordinario de la metáfora de Godot es que no puede identificarse definitivamente. Se espera porque no hay otra alternativa razonable. Esta es la quinta representación de la obra en Puerto Rico desde su estreno en el teatro universitario bajo la dirección de Myrna Casas, la más absurdista de nuestras dramaturgas, en 1963. Para nosotros, la espera tiene que ver con muchas cosas: con el país y su centenario dilema del status, con la droga y la cura, con el espacio que queremos construir para el teatro mismo. Luego de 50 años le agradecemos a Beckett la justificación inicial para reunirnos a colaborar juntos, a buscar juegos intensos en el arte que nos permitan pasar el tiempo, a esperar a Godot en escena. Hacemos como dijo Lorca: “vamos a no llegar pero vamos a ir,” Esperamos haciendo aunque Godot nunca llegue... (Fuente principal: Conversations with and about Beckett de Mel Gussow)

Trama

La obra clásica del teatro del absurdo presenta a dos vagabundos: Vladimiro(Didi) y Estragón(Gogo) que esperan cerca de un árbol la llegada de Godot. Mientras esperan, pierden el tiempo jugando juegos verbales, haciéndose preguntas, pensando en suicidarse o marcharse, encontrándose y desencontrándose en el mismo lugar. Reciben asustados, la visita de Pozzo y Lucky, un amo y un esclavo y escuchan el largo monólogo que finalmente dice que el hombre y su cerebro, a pesar del progreso, se están encogiendo. Luego reciben a un muchacho que les trae un mensaje de Godot. El segundo acto se desarrolla igual que el primero con algunas variantes.

 

Literatura Universal Contemporánea

Prof. Manuel Ángel Vázquez Medel

Comentario de texto

(Cada uno coge una punta de la cuerda y tiran. La cuerda se rompe. Están a punto de caer.)

VLADIMIR: No sirve para nada.

(Silencio.

ESTRAGON: ¿Dices que mañana hay que volver?

VLADIMIR: Sí.

ESTRAGON: Pues nos traeremos una buena cuerda.

VLADIMIR: Eso es.

(Silencio.)

ESTRAGON: Didi.

VLADIMIR: Sí.

ESTRAGON: No puedo seguir así.

VLADIMIR: Eso es un decir.

ESTRAGON: ¿Y si nos separásemos? Quizá sería lo mejor.

VLADIMIR: Nos ahorcaremos mañana. (Pausa) A menos que venga Godot.

ESTRAGON: ¿Y si viene?

VLADIMIR: Nos habremos salvado.

(Vladimir se quita el sombrero -el de Lucky-, mira el interior, pasa la mano por dentro, se lo sacude, se lo cala.)

ESTRAGON: ¿Qué? ¿No vamos?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: ¿Cómo?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: ¿Que me quite los pantalones?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: Ah, sí, es cierto.

(Se sube los pantalones. Silencio.)

VLADIMIR: ¿Qué? ¿Nos vamos?

ESTRAGON: Vamos.

(No se mueven.)

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Identificación del fragmento en el contexto de la obra

El fragmento conclusivo del segundo acto de En attendant Godot (Esperando a Godot , 1953) es, de alguna manera, la recapitulación de toda la obra y su avance hasta un punto final que, por otro lado, conecta casi circularmente con el principio. No hay salida. Observamos, hasta el último momento de la representación, una situación sin sentido, en la que incluso los elementos más humorísticos adquieren ciertos matices tétricos de implicaciones metafísicas.

Referencia al resto de la obra

Recordemos que el primero de sus tres actos se iniciaba en un camino en el campo, con árbol , al anochecer. Tres elementos altamente simbólicos, en el marco de la desnudez casi absoluta del decorado: un camino que no sabemos de dónde viene ni adónde va; un árbol que simboliza a la vez la condena (no olvidemos la importancia del árbol del conocimiento del bien y del mal), aquí manifestada en la tendencia constante al suicidio, pero también la redención (el madero de la cruz). Y la noche, el tiempo de la ausencia de la luz, de la oscuridad. Estragon y Vladimir, los personajes principales de esta obra, esperan. Esperan, al pie del árbol, en una radical soledad e incomunicación que no puede disipar ni la compañía (puramente formal) ni el diálogo (que en vano intenta ahuyentar el silencio y el sinsentido). Al final de la obra, siguen esperando entre la alternativa de un Godot que nunca llega y un suicidio que nunca se consuma.

La pareja central, Didi y Gogo, queda completada en este devastado paisaje por el tránsito del esclavo Lucky (obsérvese la ironía del nombre) y su amo Pozzo, unidos por relaciones sado-masoquistas que no se rompen ni siquiera cuando Pozzo queda abocado a la ceguera.

Recordemos que el fragmento que comentamos sigue la salida del muchacho que apareció -tras el abandono definitivo de la escena de Lucky y Pozzo- para avisar que Godot no llegaría esa noche. Vladimir y Estragon vuelven a plantearse, de nuevo, la posibilidad del suicidio en el árbol (un sauce) del que Vladimir había dicho "Sólo el árbol vive". Ante la falta de otra cuerda, se proponen ahorcarse con la cuerda del cinturón de Estragon (de ahí las referencias al pantalón que se le cae). El fragmento que comentamos se inicia en el justo instante en el que la cuerda se rompe y se frustra la posibilidad del suicidio, que no descartan, pero que aplazan ("Nos ahorcaremos mañana. (Pausa.) A menos que venga Godot", dirá Vladimir).

Significado e interpretación del texto

El texto proclama la inutilidad de las cosas, incluso de la cuerda que ha de ser instrumento para el suicidio, para poner término a una espera sin sentido: "No sirve para nada", dirá Vladimir. Estragon proclamará, una vez más, su desesperación: "No puedo seguir así", afirmación que Vladimir relativiza. También vuelven los temas recurrentes de la separación y del suicidio, para cifrar toda esperanza en algo que ni siquiera saben de qué se trata, porque si llega Godot "Nos habremos salvado". Aunque Godot no llega, porque no hay salvación posible.

Conexión con el resto de la obra del autor y con su proyecto creativo

Samuel Beckett (Dublín, 1906- París, 1989), irlandés despatriado incluso en su idioma, pues escribe buena parte de su obra fundamental en francés, secretario de Joyce y Premio Nobel de Literatura (1969) es una de las cimas de la creación literaria en el siglo XX: él expresa no sólo un cierto límite de la escritura narrativa, llevada al extremo del desvanecimiento del lenguaje, sobre todo en su trilogía Molloy, Malone muere y El innombrable, sino la forma más cumplida de un teatro que tal vez inadecuadamente ha sido llamado teatro del absurdo y que, junto con el teatro existencialista y el teatro experimental representa una de las grandes líneas del teatro de posguerra.

La obra, ilustrada a partir del fragmento, como arquetipo de una experiencia de época

El teatro del absurdo va más allá de un teatro existencialista de posguerra que aún conserva ideas, mensajes, encarnaciones dramáticas de planteamientos filosóficos. Ahora, fundamentalmente a través de la obra de Ionesco y de Beckett, los recursos dramáticos están al servicio de una experiencia central que sí parte del existencialismo: el hombre es un Da-Sein, un Ser-ahí, un ser arrojado y abandonado a la existencia. No hay lógica en el mundo, y la vida está continuamente amenazada por la muerte. Somos seres-para-la-muerte, había dicho Heidegger.

En este fragmento encontramos muchas de las características más notables del teatro del absurdo:

a) Dos personajes incompletos y frágiles, manejados por un destino que les excede, que a la vez que intentan comunicarse y ahuyentar el silencio ahonda el sentido radical de su soledad y constantemente están tentados de abandonarse, aunque es esa compañía, en última instancia, la única que hace más soportable una espera no se sabe muy bien de quién o de qué;

b) Una reducción de la acción dramática al mínimo (realmente ocurren muy pocas cosas significativas), que incrementa las sensaciones de angustia y de tedio de una existencia humana absurda;

c) Diálogos truncados, incompletos, que apuntan hacia la incomunicación humana;

d) Importancia de la gestualidad, que en este caso desmiente las palabras (ese patético final radical en el que ambos protagonistas proclaman su voluntad de marcharse, de salir de ahí, pero la acotación nos informa de que No se mueven;

e) La propia desnudez del escenario y el elevado simbolismo de cada uno de sus elementos apunta hacia esa sensación de vacío, de vértigo, de sin sentido.

Referencias complementarias de la crítica y de otras lecturas

Como ha señalado el crítico Alain Badiou, Beckett transforma las tres grandes preguntas de Kant (¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?) en sus Textes pour rien (Textos para nada) en las preguntas más radicales: ¿Dónde iría yo, si pudiera ir a alguna parte? ¿Qué sería, si yo pudiera ser algo? ¿Qué diría, si tuviera una voz? A ellas añade Qui suis-je, si l'autre existe? (¿Quién soy, si el otro existe?) Por tanto, el problema del sentido y del destino, expresado plásticamente en el caminar o en la inmovilidad y la clausura; el problema de la realización personal, de quienes se ven abocados a la nada; el problema del decir, del lenguaje y de la comunicación y, finalmente, la gran cuestión de la alteridad, de la apertura al otro que me define pero que, en la imposibilidad comunicativa, me condena a la soledad. O, de nuevo siguiendo a Badiou, las tres funciones que aisla su ascesis metódica tanto en su prosa como en su obra teatral:

a) El movimiento y el reposo (ir, deambular, caerse, levantarse);

b) El ser (todo lo que hay, lo que existe, lugares y apariencias, la vacilación de toda posible identidad);

c) El lenguaje (el imperativo del decir y la imposibilidad del silencio).

A modo de conclusión

La expresión dramática de Beckett conecta, por un lado, con la proclamación nihilista nietzscheana, a la vez que radicaliza los problemas del lenguaje expresados por Heidegger en Sein und Zeit (Ser y tiempo). Sin embargo, lo esencial, es que nos lleva al límite mismo de una experiencia de belleza que refulge en los límites de la palabra y de lo humano.

    

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Academic year 2000/2001
© a.r.e.a./Dr.Vicente Forés López
©Zulheika Botella Berenguer
Universitat de València Press