Utopía

por Carolina Clemente Sastriques

Cuando Tomás Moro escribió Utopía en 1516, se dejó inundar por el lejano sueño de una sociedad organizada en equidad y armonía entre todos sus miembros. Una sociedad donde imperase un espíritu pacífico y donde el condicionante económico dejase de ser el pasaporte a la libertad. En Utopía, nombre con el que fue bautizada esta quimérica sociedad, no existiría la propiedad privada, y los intereses individuales estarían supeditados al beneficio de todo el grupo social.

La globalización ahonda en el concepto de “utopía” de Tomás Moro. El choque de civilizaciones, la posibilidad de comunicarnos con personas a miles de kilómetros de distancia rompiendo las barreras del espacio-tiempo, el desarrollo tecnológico y científico como motor del crecimiento de las naciones y la posibilidad de un mercado mundial son algunos de los paradigmas de la dialéctica de la nueva era en la que vivimos. La globalización ensalza un discurso que busca el bienestar de todo el conjunto de la sociedad. Una sociedad donde todos los seres humanos tienen las mismas posibilidades y donde ni el color, ni la raza, ni la religión puedan ser el impedimento para construir nuestro particular “Jardín del Edén”. Ésta es la sociedad del crecimiento económico, de la democracia; la sociedad de la Unión Europea, de las Naciones Unidas, del 0,7; la sociedad de la cooperación internacional, del desarrollo sostenible; la sociedad de las libertades y la de los Derechos Humanos; la sociedad de la solidaridad y de la empatía. Pero también es la misma sociedad del 11-S, de la invasión a Afganistán, de la foto de las Azores, de la guerra de Irak; la sociedad del genocidio de Ruanda, del desastre humanitario en la Franja de Gaza, de Corea del Norte; la sociedad de la represión a la revuelta pacífica de Birmania, de la injusticia al pueblo saharaui, de Teherán; la sociedad de Chechenia, de Timor Oriental y de la guerrilla de Colombia.

Son dos caras de una misma moneda: dos globalizaciones diferentes fusionadas en un solo fenómeno de aplanamiento planetario. Una globalización, guiada por un líder, el capital, donde las partes beligerantes luchan por adueñarse del poder y por conseguir el control de los recursos, lo cual permite al auriga, el Primer Mundo, mantener una posición hegemónica en la dirección de las riendas de la economía y política mundial. Una globalización en la que predomina el cinismo y se acentúan las desigualdades sociales. La otra, globaliza la lucha por la igualdad, se fundamenta en la empatía y la solidaridad, y pugna por la construcción de un mundo donde el factor económico no sea un impedimento para formar parte del mismo. Si predominara este sentimiento de globalización la idea ilusoria de un mundo donde el progreso socioeconómico no fuese exclusivo para una minoría de la población, dejaría de ser un juego no apto para el llamado Tercer Mundo.

Pero desgraciadamente, en la espera del advenimiento de este día, consolémonos todos con el gran sueño lejano de llegar a ser miembros de una maravillosa “utopía”.

 


Historia del Arte. Grecia y Roma.
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