por Cristina Tatay Díaz
Vannevar Bush es el autor del manifiesto “Cómo podríamos pensar” (As We May
Think). Fue escrito en un momento muy significativo, a finales de la Segunda
Guerra Mundial, cuando la alianza de la ciencia y el horror había alcanzado
cotas antes nunca vistas (de la experimentación médica nazi a la bomba atómica).
Este científico plantea su misión en un mundo posbélico y, entre tantos sueños
posibles, escoge uno: una máquina que ponga cualquier publicación del mundo
encima del escritorio. La finalidad del sueño de Bush era, sencillamente, la
creación intelectual.
Señor Bush, ¿cuáles cree que han sido los
beneficios que el ser humano ha extraído del uso de la ciencia y de los
instrumentos que su investigación ha dado como fruto?
En primer lugar, han aumentado su control sobre el entorno material. Han mejorado su comida, su vestido y su vivienda, además de aumentar su seguridad y liberarlo, al menos en parte, de las ataduras de la existencia primitiva. Asimismo, le han proporcionado un creciente conocimiento de sus propios procesos biológicos, de modo que lo han ido liberando progresivamente de la enfermedad y han aumentado su esperanza de vida. Al mismo tiempo, han arrojado luz sobre las interacciones de sus funciones psíquicas y fisiológicas, otorgándole la promesa de una mayor salud mental. La ciencia ha proporcionado al ser humano formas veloces de comunicación entre personas individuales, le ha permitido el almacenamiento de las ideas y le ha otorgado la posibilidad de manipular este archivo y extraer de él ideas, de modo que el conocimiento evolucione y perdure a lo largo de toda la existencia del género humano, y no sólo de la vida de sus componentes individuales.
C.T.D.:En la actualidad, ¿cree usted que se pueden construir máquinas con piezas intercambiables con gran economía de esfuerzo?
V.B.:Por supuesto. Por compleja que sea su concepción, las máquinas actuales funcionan con enorme grado de fiabilidad. No hay más que pensar en la humilde máquina de escribir, en la cámara de cine o en el automóvil. Los contactos eléctricos han dejado de cortocircuitarse cuando hemos llegado a comprenderlos por completo. Pensemos, si no, en el sistema telefónico de conmutación automática que, a pesar de sus cientos de miles de contactos, resulta altamente fiable. Una espira de metal que, encerrada al vacío en un delgado contenedor de cristal, produce una luz brillante –el tubo o válvula de cátodo caliente que se utiliza en los aparatos de radio– se fabrica en la actualidad por cientos de millones de unidades, se distribuye por todo el mundo en paquetes y, si se conecta al soporte adecuado ¡funciona!. Su enorme cantidad de piezas, así como la precisa situación y alineación necesarias durante el proceso de su construcción habrían mantenido ocupado a un maestro artesano de los antiguos gremios durante meses; sin embargo, hoy en día se fabrica por unos treinta centavos la unidad. El mundo ha entrado en una era de dispositivos complejos pero altamente fiables y económicos al mismo tiempo. Y de ello se ha de derivar, necesariamente, alguna consecuencia.
C.T.D.:Según sus investigaciones, ¿opina que seguirá existiendo la fotografía en seco?
V.B.:En la actualidad, este tipo de fotografía se da en dos formas. Cuando Brady llevó a cabo sus fotografías de la Guerra Civil estadounidense, la placa fotográfica debía estar húmeda en el momento de la exposición. Hoy en día ha de estar húmeda durante su revelado. Sin embargo es posible que, en el futuro, no tenga por qué estar húmeda en absoluto. Existen desde hace ya algún tiempo películas fotográficas que, impregnadas con una emulsión diazoica, no necesitan ser sometidas al proceso del revelado, por lo que la imagen es ya visible instantes después de haber sido operado el disparador de la cámara. Una exposición a un gas amónico destruye la emulsión que no ha sido expuesta y permite que la película recién impresionada pueda observarse a la luz del día. En la actualidad, este proceso es algo lento, pero habrá alguien que conseguirá acelerarlo en el futuro porque con el grano de la película no se dan problemas que puedan entretener demasiado a los científicos encargados de la investigación de materiales fotográficos. En muchas ocasiones resultará de gran utilidad ser capaces de disparar el obturador de la cámara y ver la fotografía inmediatamente después. Otro proceso de fotografía en seco en uso hoy en día es también lento y más o menos torpe. Desde hace ya cincuenta años, algunos papeles impregnados con ciertas sustancias químicas se vuelven oscuros en los puntos en los que un contacto eléctrico los toca. Este cambio en la apariencia del papel se consigue por la transformación química que el campo eléctrico produce sobre una sustancia a base de iodo contenida en la emulsión. Por ello, se ha utilizado para elaborar archivos o registros: un puntero que se mueva por toda la superficie del papel puede producir trazos en ella y, si el potencial eléctrico no se mantiene estable en el tiempo, la línea va aumentando o disminuyendo de grosor en concordancia con sus variaciones.