FANTASÍA PRIMITIVA metáfora sobre la ciencia


Anochece, la tribu se refugia en la cueva. Encienden el fuego y descansan. Las mujeres separan piel y carne en los animales cazados. Los hombres afilan sus armas. Pronto recibirán el alimento. Los ancianos y los niños se sientan alrededor del fuego. Entre ellos está Dac, el más pequeño de la tribu, pero el hijo del líder del grupo. Se queda contemplando la fuente de luz y calor chispeante. Es como un trozo del Gran dios, el cual se ha ido para volver por la mañana. Pero, cuando el Gran dios se va, la tribu tiene prohibido volver al Mundo, ya que si lo hace el Gran dios romperá en cólera y no habrá caza para la tribu. Eso no le impide a Dac pensar cómo es el mundo cuando el Gran dios no está. Hay ancianos que contaron la existencia de criaturas feroces donde la muerte espera a quien osa verlas y se podían oír sus advertencias de furia desde la cueva. Dac cree que le están ocultando algo, que en realidad es una ceremonia de danza, abundante comida y muchos juegos.

Mira la gran piel del último mamut cubriendo la entrada de la cueva. Se dice que después de esa piel ya no se volvió a ver mamuts, justo el día siguiente de la noche en que el líder de la tribu, ahora miembro más anciano, levantó la cabeza en el mundo sin la presencia del Gran dios. Desde entonces no hablaba, se limitaba a curar malaltías extrañas y a observar el fuego. Se llamaba Mut, el líder de los cazadores dejó de ser él mismo en aquella noche larga de verano. Dac conocía la historia y eso confirmaba más su pensamiento de algo maravilloso en el Mundo sin el Gran dios y no como decían los demás.

Dac decide no cerrar sus ojos y esperar a que todos lo hagan, para salir al Mundo y cerciorarse de la verdad aunque provoque el castigo divino de la hambruna. Pero no pudo aguantar, el cansancio era mayor a sus fuerzas. El día siguiente hizo aparición. Los cantos de las aves marcaron la señal para quitar la piel del último mamut y salir al Mundo. El Gran dios estaba allí, detrás de las montañas. Mientras la Piel Extensa, el cielo, cambiaba su rojo por el tradicional azul ante la majestuosa visita. Dac no quería enfadar al Gran dios ya que la tribu dependía de la caza, pero la duda no podía seguir presente. Pidió hablar con el dios dorado, le miró fijamente y sintió su inmenso poder al instante. Dac en seguida retiró sus ojos. La imagen del dios estaba ahora presente en todo lo que miraba. Pensó que se había metido dentro de él, entonces podía ver el Mundo cuando se escondía, porque seguía presente dentro de su cuerpo.

Esperó a que las flores se cerraran, esperó a que los animales se ocultaran. Esperó a que la tribu durmiera. Dac no tenía sueño. Cruzó la piel del último mamut, sabía que su acción sólo enfadaría a los hombres, no a los dioses. Entró en el Mundo y observó la maravilla de éste. Sus ojos abiertos al máximo. La boca cogió todo el aire que pudo. La Piel Extensa era negra y estaba llena de diminutas piedras brillantes como fuego, ¿o tal vez eran antorchas?. ¿Qué eran esos minúsculos puntos luminosos que invadían la Piel Extensa?. Giró su cabeza, por un momento se asustó, creyó ver al Gran dios, pero no era él. Su luz, su poder no era tan intenso pero abundaba en belleza. Concluyó su mente principiante que era una mujer y un dios por su luz. Por tanto había descubierto a la Gran diosa, vestida con sus mejores galas.

Se acordó de Mut, él había descubierto todo esto antes. Conoció a la bella diosa, conoció los otros fuegos de varios colores flameando sin consumirse. Pero ¿a qué debía su silencio el anciano?. Entonces una mano le tocó el hombro. Era Mut. Por un momento el niño conoció el terror pero la mirada tranquila del anciano lo hizo desaparecer. La leve sonrisa en sus labios se acentuó más ante la Gran diosa, esa Luna. Ahora Dac no entendía nada y Mut lo percibió. Por fin, su boca y sus manos se prestaron, después de tantos años silenciosos, para comunicarse con otro ser humano, pues estaba convencido de la comprensión de su oyente.

La noche del último mamut, Mut no podía conciliar el sueño y salió al Mundo. Se enamoró de la Piel Extensa ante el descubrimiento de su dibujo. Contó todo esto a la tribu y nadie quiso creerle. Los ancianos le declararon poseído por el espíritu de una bestia del Mundo, lo jóvenes bailaban en torno a él para ahuyentar el maligno. Ni siquiera se atrevían a salir de la cueva para ver el Mundo con sus propios ojos. Fue nombrado otro líder el cual decidió la expulsión de la tribu del poseído. Entonces Mut lo negó todo. Fue perdonado y volvió a la tribu, pero salía al Mundo en cada marcha del Gran dios. Observó que la diosa cambiaba su vestimenta: a veces se cubría entera, otras veces en parte, y otras estaba desnuda (como esa noche). Que los pequeños fuegos nunca estaban en el mismo sitio. Algunos con más poder que otros, sobretodo los cercanos a la diosa.

Dac comprendió que Mut era un sabio en la tribu de ignorantes y quería seguir sus pasos, que las mentiras existen en los poderosos, la gran belleza de lo desconocido; todo gracias al Mundo cuando el Gran dios no está, al Universo.

LNA

creaciones.