Odisea compartida

por Ignacio Picazo

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De todos es sabido lo que cuesta llegar a fin de mes sin tener que empeñar tus mas valiosos recuerdos y enseres al codicioso señor de la tienda de la esquina. No es que sea un problema socialmente aceptado, sino que se afronta de una forma social. Y aunque parezcan ideas razonablemente sinónimas, cuentan con significados sociales totalmente diferentes. Un problema socialmente aceptado es aquel que afecta a una sociedad callada y resignada ante un acontecimiento concreto, que no habla y solo asume. Un problema que se afronta de una forma social es aquel acontecimiento que ocurre realmente en la sociedad pero del que se toma partido y conciencia de su existencia y se lucha, a nivel individual o de grupo, para afrontarlo con la mayor dignidad e ingenio. Esta segunda idea, a mi parecer, es la definición perfecta del problema que planteo: ¿Quién no se las ingenia hasta la saciedad para encontrar la forma de estirar el dinero hasta conseguir llegar a fin de mes? Se me ocurren unos cuantos nombres, pero me gusta basar mis reflexiones en el común de los mortales. Y es que la vida cuesta cara. He llegado a la conclusión de que el mes que parece que vas a conseguir realizar tu perseguida hazaña, un pequeño diablillo llamado problema aparece en tus vidas para recordarte que no es posible llegar a fin de mes si eres de los que se mata trabajando y estudia durante todo el año. Que mala es la ignorancia, de verdad. Tenía la esperanza de conseguirlo este mes. Había estado todo el tiempo trabajando en esos tipos de curro en los que trabajas a destajo y cobras lo justo para sobrevivir. Había puesto todo mi ingenio para estirar mi sueldo y poder ahorrar algo para conseguir, o por lo menos estar cada vez más cerca, el sueño español: unas merecidas vacaciones. Tengo muchos problemas, como cualquier español medio normal. Esta idea me ha costado mucho tiempo definirla porque ¿quién es un español medio normal? A mi entender, y analizando detenidamente y en primera persona la forma de estructurar la sociedad en la que vivimos, un español medio normal es aquel individuo, independientemente del sexo que sea, que reside en una ciudad cosmopolita que aspira a ser la capital europea del turismo económico y de elite sin darse cuenta de que su nombre no se debería ni de escribir con letra capital; un individuo que se preocupa por su trabajo y se implica al máximo en sus labores para poder recibir un sobre cerrado cada día primero de mes mientras que el gerente de su empresa recibe tres; un individuo que aspira a convertirse en un peón de ajedrez que juega una partida, de antemano perdida, pero sin rendirse antes de recorrer todo el tablero agotando sus fuerzas hasta caer abatido por el tiempo que dura el juego. Por suerte o por desgracia, este individuo, al que llamaremos, ahora con conocimiento de causa, español medio normal se caracteriza también por poder salir a delante cada mes. Las dosis de gracia e ingenio suelen dar su fruto. Y eso le honra. ¿Llegará un día en el que no consigamos ganar esa partida diaria de ajedrez y caigamos abatidos? Muchos han sido, y por desgracia serán, los caídos en el tablero. Pero debemos recordar una idea fundamental: es un juego. Las reglas están escritas, las fichas colocadas, el reloj en marcha, pero… unas veces se gana, y otras, se pierde.

 


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