­ Opinión­­

por Beltrán Ramírez, Jesús

Eran los años de la Transición y un grupo muy reducido de periodistas, cuando hablaban con él, le llamaban por su nombre: Adolfo. Luis Herrero era uno de ellos, quizá el más cercano al entonces presidente de Gobierno, debido a que Adolfo Suárez había comenzado su carrera política a la sombra del padre de Luis, Herrero Tejedor. Yo nunca le llamé Adolfo, para mí fue siempre «presidente» y lo seguirá siendo hasta el final. Confieso que he leído el libro de Luis Herrero, Los que le llamábamos Adolfo, de un tirón, segura de encontrar en él parte de la historia reciente no escrita hasta ahora, y sobre todo de poder encontrar una dimensión distinta, la humana, del personaje ya en la Historia, que es Adolfo Suárez. Conozco a Luis Herrero desde hace muchos años y sé que éste ha debido de ser para él un libro difícil de escribir, casi imposible. Seguro que a lo largo de su escritura habrá dudado de si debía contar mucho de lo que ha contado, e incluso habrá sufrido al tener que pasar esa barrera entre el amigo sincero de Suárez y el periodista. Es más, conociendo a Luis, se habrá dejado aún muchas cosas en el tintero. Verán, si de algo no tengo dudas es de la admiración profunda y el afecto sincero de Luis Herrero a Adolfo Suárez, y no se me alcanza que le haya querido perjudicar. Otra cosa es que si yo estuviera en su piel habría escrito y publicado un libro como éste. Entiendo también la indignación del hijo de Adolfo Suárez. Luis ha contado ciertos episodios que afectan al Rey, episodios muy delicados que no dejan precisamente bien a don Juan Carlos, y lo hace en un momento en que, para qué negarlo, en España hay sectores que empiezan a abrir el debate sobre la Monarquía, con lo cual el libro viene, queriéndolo o no, a echar más leña a esa llama Adolfo Suárez, desgraciadamente, no puede ni confirmar ni desmentir lo que cuenta Luis Herrero, y ahí está el quid de la cuestión, la objeción que se puede poner al libro publicado en un momento como éste. Las relaciones entre periodistas y políticos, por más lazos de amistad o parentesco que haya de por medio, siempre son ambiguas porque unos y otros tenemos intereses distintos. Por eso no me cabe la menor duda de que Adolfo tenía en estima a Luis, por ser quien era, hijo de Herrero Tejedor, pero al mismo tiempo sentiría esa desconfianza innata de los políticos respecto a los periodistas. Así las cosas, este país tan dado a los bandos, se ha dividido entre quienes aplauden que Luis Herrero haya escrito el libro, un libro escrito con corazón pero al fin y al cabo el libro de un periodista testigo de la Historia, y quienes creen que no debería de haberlo hecho precisamente por su relación especial con Adolfo Suárez. ¡Menudo dilema! En todo caso, se ha convertido en un libro imprescindible para conocer no sólo los entresijos de la historia reciente, si no cómo son, cómo actúan, cómo sienten, algunos de los personajes más relevantes de España, incluido el Rey. Ésta es la cuestión.


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