Lo cierto fue que me levanté sobresaltada. Continuaba aferrada a la silla, que toda la noche se había quedado conmigo velando mis sueños, o mejor dicho, mis pesadillas. Porque mi cabeza es así, no deja de dar vueltas, no duerme, ni me deja dormir. Me quedé pensando en las palabras que él me había dicho e intentaba buscar un trasfondo, porque a mi parecer todo en este mundo lo tiene. "La forma más sublime del amor es la dureza", ¿qué habría querido decir con eso? ¿A caso estaría jugando conmigo? Si desvelarme le parecía divertido, sin duda habría de sentir algo por mí.
Me levanté, estaba cansada de dar vueltas en la cama, no conseguía despejar mi mente, y lo más importante y al mismo tiempo lo más difícil, no podía apartarlo de mi pensamiento. Se había aferrado a cada una de mis neuronas con tanta fuerza que ni el viento más huracanado hubiese podido llevárselo consigo. Sus palabras seguían golpeando mi conciencia con la misma dureza con la que las pronunció.