DARIO III
Darío III Codomano (en persa moderno داریوش
Dāriyūsch, en persa antiguo Dārayavahusch o Dārayavausch)
(circa 380 -
En el año 338 a d C el visir y eunuco Bagoas, jefe de la guardia real, envenenó al rey Artajerjes III, y promovió el ascenso de Arsés, hijo de Artajerjes.
Sin embargo, ante el riesgo de que Arsés pudiera
eliminarle, envenenó a Arsés a principios del año 336 a d C, e intentó instalar en el trono a
un nuevo monarca que le resultara más fácil de controlar. Eligió para este fin
a Darío, miembro relativamente lejano de la dinastía real, que se había
distinguido en combate de campeones durante la guerra contra los cadusios (cadusii) del
noroeste de Irán (Justino, 10.3; Diodoro,
17.6. 1-2), y que servía en ese momento como mensajero real (Plutarco, Vida de Alejandro,
18.7-8).
Darío era hijo de Arsames, hijo a su vez de Ostanes (hermano de Artajerjes II), y de Sisigambis,
hija de Artajerjes II Mnemón; el
apelativo Codomano parece ser una forma
adaptada al griego de su
verdadero nombre, antes de adoptar el de Darío, para así evocar a Darío I y ganar legitimidad sobre el trono.
El nuevo rey pronto demostró ser más independiente y capacitado de lo esperado
por Bagoas, que intentó recurrir de nuevo al veneno para eliminar al rey persa. Sin embargo, esta vez
no tuvo éxito, ya que Darío, prevenido de las intenciones de Bagoas, le ordenó beber de la copa envenenada que éste le
ofrecía (Diodoro
17.5.6).
El nuevo rey trató de afirmar su
control sobre un imperio inestable, en el cual muchos de sus territorios eran
gobernados por sátrapas celosos de sus
prerrogativas y poco leales, y poblados por súbditos descontentos y siempre
dispuestos a la rebelión. Trató de afirmar el poderío persa de cara al exterior
mediante la conquista de Egipto (334 a d C), tras una campaña militar que
debía demostrar el resurgimiento del poder aqueménida,
si bien resultó ser la última conquista del imperio persa como tal.
Respecto al panorama exterior,
hubo de preparse ante la amenaza que suponía el rey Filipo II de Macedonia.
En el año 336 a d C Filipo
había sido nombrado Hegemon por
En abril
del año 334 a d C, Alejandro III de Macedonia,
que había sido confirmado como Hegemon por
El ejército macedonio se dirigió
entonces hacia el sur, para conquistar Canaán y Egipto, y asegurar así su retaguardia antes de marchar
hacia el corazón del Imperio persa. Darío envió varios mensajes sin éxito a
Alejandro, en los cuales llegó a solicitar la devolución de su familia a cambio
de un rescate, y a ofrecer al rey macedonio la posesión de los territorios
situados al oeste del Éufrates
para así finalizar la contienda. La negativa de Alejandro obligó a Darío a
realizar una leva general en todas las satrapías del
Imperio que aún controlaba. Reunió así un numeroso ejército, que incluía
contingentes de numerosos pueblos sometidos (bactrianos, sogdianos, escitas, partos, árabes, armenios, medos,
indios, etc.), y que algunos autores
clásicos estimaron en un millón de infantes, cien mil jinetes, doscientos carros
con hoces afiladas en las ruedas, y quince elefantes de guerra.
Darío concentró su ejército en Babilonia, y al ver
el resuelto avance de Alejandro desde Egipto, seleccionó cuidadosamente en Mesopotamia el
campo de batalla, escogiendo para tal fin la llanura de Gaugamela,
cien kilómetros al oeste de la ciudad de Arbela (la actual Arbil, en Irak),
para no cometer el mismo error que en Issos, donde la
estrechez del campo había sido un inconveniente crucial en su derrota.
Alejandro llegó a las
inmediaciones de la llanura a finales de septiembre de 331 a d C, con un ejército de 40.000
infantes y 7.000 jinetes, situando su campamento a
La batalla de Gaugamela
finalizó con una gran derrota de los persas, ante la cual Darío emprendió la
huida de nuevo, dirigiéndose a Arbela y más tarde a Ecbatana, la capital de Media.
Alejandro ocupó las ciudades de Babilonia y Susa, antes de emprender la
persecución de Darío para impedirle reunir un nuevo ejército en las satrapías
más orientales. Por tanto Darío huyó de nuevo hacia Hircania, una satrapía situada al
sur del Caspio, y desde allí trató de dirigirse a Bactra, la capital de Bactriana, perseguido de cerca por el
ejército macedonio.
Sin embargo, al ver que Alejandro
estaba decidido a capturar a Darío, un grupo de nobles, entre los que se
encontraban los sátrapas Besos, Barsaentes y Nabarzanes, tomaron
a Darío como rehén, para así poder pactar con Alejandro y, al entregarlo,
obtener del rey macedonio la independencia de las satrapías orientales que gobernaban.
Enterado Alejandro de estos sucesos por un grupo de persas fugitivos, emprendió
una rápida marcha para llegar hasta Darío (mediados de julio
de 330 a d C), pero poco antes de llegar al
campamento de los sátrapas insurgentes, éstos apuñalaron a Darío al tener
conocimiento de su llegada, y emprendieron la huida. Darío sólo sobrevivió unos
instantes, agradeciendo el socorro que le brindó un destacamento macedonio. Se
cuenta que Alejandro, al ver el cadáver de Darío, lloró y lo cubrió con su
manto, diciendo: "No era esto lo que yo pretendía".
Alejandro prosiguió la conquista
del imperio persa, ahora con Besos como su rival
(quien se había autoproclamado emperador de Persia con el nombre de Artajerjes V) y con la excusa de vengar la muerte de Darío.
No obstante, su duelo por Darío fue sincero: ordenó el traslado de su cuerpo a Ecbatana fuertemente custodiado,
donde fue embalsamado y entregado a su madre para que oficiase los funerales
por su hijo en Persépolis.
Igualmente, una vez que Alejandro hubo capturado a Besos, mandó condenarlo y
ejecutarlo según las leyes persas por el asesinato de su soberano.
Moneda con representación de Darío III