El término Autopista de información nace en 1992 para referirse a un cambio que inauguraba un nuevo modo de enfrentar al ciudadano a la información.
El cambio se sostenía sobre los cimientos de un tipo de comunicación libre, democrático y relativamente barato.
Esta noción, por tanto, aparece vinculada a un programa político, designando una coyuntura comunicativa particular que se ha difundido en todo el mundo sin excepción.
Una vinculación a lo político se lee como un libre acceso del ciudadano a la información, facultándolo para disponer en todo momento de la comprensión de los engranajes del poder político, de forma ilusoria. La información de politiza y el receptor es facultado para disponer mentalmente de cierto poder pseudo-político.
Además, el término designa un punto de confluencia entre el mundo de la informática y el de la tecnología de la comunicación, haciendo que por encima de las barreras geográficas, políticas y económicas, se produzca el contacto directo del ciudadano con la realidad, que lo convierte en una especie de actor político y que lo dota de una serie de privilegios y capacidad de decisión que hasta el momento no tenía.
Las autopistas informativas comienzan a desarrollarse a través de órganos o sociedades consultivas: una macroempresa de carácter primero nacional, luego multinacional, con un gabinete de técnicos especializados al tanto de las últimas novedades, se encargan de crear los medios pertinentes para que la información circule libremente.
Las dos más importantes son NII(National Infraestructure International) y GII(Global Infraestructure International). Estas dos empiezan a ramificarse y en Europa adquieren otro modelo de sociedad consultiva, ESPRIT (Plan estratégico europeo de búsqueda en las tecnologías de la información). Estas sociedades se organizan en torno al siguientes términos:
El concepto de la autopista informativa responde al proceso por el cual los directores de la sociedad consultiva se encargan de diseñar una idea y desarrollar los pasos intermedios que permitan la transferencia y puesta en práctica de las ideas.
El contenido es el conjunto de medios de los que la empresa va a disponer: contexto hipermediático.
El interfaz es el proceso por el cual se diseña social, gráfica y culturalmente hacia dónde se van a distribuir las distintas autopistas.
El producto es el medio usado y la renovación técnica cíclica a la que éste debe ser sometido.
Estas cuatro variables son las que unidas coherentemente dan lugar al funcionamiento de la empresa consultiva y son las que han facilitado que desde los años 80 en adelante haya habido una proliferación exponencial de los servidores de internet, correo electrónico,...
Ahora bien, cabe señalar que esta curva ascendente a nivel político se ha vivido en las sociedades occidentales de forma diferente a las orientales.
La diferencia viene dada porque las organizaciones consultivas en occidente se han liberalizado en extremo del poder estatal, esto es, se han privatizado, propiciando que se hayan convertido en bloques de presión mediática, política y social. Mientras en oriente las empresas dependen del Estado , no llegando por tanto, al nivel de poder y competitividad de las occidentales.
A su vez, cabe decir que el ciudadano occidental aprende a convivir con las autopistas de la información de un modo natural y espontáneo, y dispone en su vida de la posibilidad de acceder a ellas; siendo esto, sin embargo, para el ciudadano oriental una situación extraordinaria.
El modelo occidental se centra sobre todo en el interfaz y el contenido; busca básicamente la capacidad de extensión del producto y no tanto la perfección tecnológica del mismo. El oriental, por su parte, trabaja más el producto en detrimento del interfaz y el contenido.
Las dos concepciones enseñan al ciudadano a usufructuar la información de formas diferentes. Esta distinción histórica de las informaciones tiene también una confirmación en el tratamiento que los medios de comunicación de masas le dan a la información.
Así tenemos, que hay dos formas de vivir los medios, la oriental y la occidental; uno de los puntales de esa distinción es que los medios de comunicación masivos orientales elaboran una programación que no se rige por las cifras de audiencia; y no es que no les interese el ingreso económico, pero en la medida en que dependen del poder público, no existe la necesidad apremiante de depender de las cifras.
Esa independencia del número se traduce en una programación que no es tan popular ni tan concesiva con la demanda del público, no está al servicio de la mayoría.
La programación occidental, en cambio, exenta del poder público, está en estricta dependencia de las audiencias.
En este modelo la relación que mantiene el informador con el poder político, social y con el ciudadano es de consenso; es una relación simbiótica, esto quiere decir, que la relación entre los poderes es de recíproca ayuda.
Por el contrario, en el modelo oriental esta relación es de conflicto entre el poder público y el ciudadano con los informadores. Ya no se preocupan estos porque la programación sea afín al ciudadano.
Así que podemos concluir diciendo que el tipo de ciudadano de cada modelo está guiado por la diferente forma de actuar de cada informador, más mutable y progresista en el modelo oriental que en el occidental.
En cualquier caso, esta dualidad de informadores y sociedades en las autopistas no deja de ser tendencial y no pura , pues ambos modelos se solapan en determinados aspectos.
Como venimos diciendo, y aunque la interacción informática está aún en su infancia, ha cambiado espectacularmente el mundo en que vivimos, eliminando las barreras del tiempo y la distancia y permitiendo a la gente compartir información y trabajar en colaboración. El avance hacia la "superautopista de la información" continuará a un ritmo cada vez más rápido. El contenido disponible crecerá rápidamente, lo que hará más fácil encontrar cualquier información en Internet. Las nuevas tecnologías aumentarán la velocidad de transferencia de información, lo que hará posible la transferencia directa de "ocio a la carta". Es posible que las actuales transmisiones de televisión generales se vean sustituidas pos transmisiones específicas en las que cada hogar reciba una señal específicamente diseñada para los gustos de sus miembros, para que puedan ver lo que quieran en el momento que quieran.
El crecimiento explosivo de Internet, sin embargo, ha hecho que se planteen importantes cuestiones relativas a la censura. El aumento de las páginas web que contenían textos y gráficos en los que se denigraba a una minoría, se fomentaba el racismo o se exponía material pornográfico llevó a pedir que los suministradores de Internet cumplieran voluntariamente unos determinados criterios.
En 1996 se aprobó en Estados Unidos la Ley para la Decencia en las Comunicaciones, que convirtió en delito el que un suministrador de servicios transmitiera material indecente a través de Internet. La decisión provocó inmediatamente una reacción indignada de usuarios, expertos del sector y grupos a favor de las libertades civiles, que se oponían a este tipo de censuras. La ley fue impugnada y posteriomente suspendida en junio de 1996 por un comité de jueces federales. El comité describió Internet como una conversación planetaria continua que merecía la máxima protección frente a la injerencia gubernamental. Probablemente, la decisión del comité será recurrida ante el Tribunal Supremo.
La censura en Internet plantea muchas cuestiones. La mayoría de los servicios de la red no pueden vigilar y controlar constantemente lo que dice la gente en Internet a través de sus servidores. Ala hora de tratar con información procedente de otros países surgen problemas legales; incluso aunque fuera posible un control supranacional, habría que determinar unos criterios mundiales de comportamiento y ética.