ELSA Y FRED
M. Carnevale (2005)
Personalidad y pareja.
En nuestras carteleras se exhibe esta película dirigida por Marcos Carnevale e interpretada magistralmente por Manuel Alexandre y China Zorrilla. Su título hace referencia a los nombres de los protagonistas, una pareja de ancianos que viven su última historia de amor.
El director acierta a dar a la trama una lectura amable en la que el humor y la ternura impregnan las situaciones, resolviéndolas en clave edulcorada sin llegar a lo empalagoso que, en este caso, sería ridículo cuando no patético.
Sin embargo, debajo de esta lectura más superficial de la peripecia de los dos ancianos, la película nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los estilos de personalidad y su repercusión en la dinámica de la pareja.
Me he referido a estilo de personalidad, aunque en el caso de Elsa casi podríamos llegar a un diagnóstico de trastorno de personalidad. Elsa, personaje que la actriz China Zorilla interpreta de forma impecable, cumple la mayoría de los criterios para el Trastorno Histriónico de la Personalidad: es manipuladora, invasiva, mentirosa, excesiva, mitómana, seductora, irresponsable... y, por supuesto, encantadora.
Fred, encarnado con toda propiedad por Manuel Alexandre, nuestro veterano actor, presenta un estilo de personalidad obsesivo: ordenado, metódico, serio, modesto, poco hablador, hipocondríaco, ahorrativo, responsable y con cierto sentimiento trágico de la vida. En resumen pues, un hombre de bien a la vieja usanza.
En la película, el encuentro de estas dos personalidades es positivo: Elsa aporta a Fred la capacidad del goce y Fred ofrece a Elsa la posibilidad de ver realizados sus sueños de ser, al final de su vida, una auténtica heroína de película. ¿Hay algo más representativo de la personalidad histérica que este deseo de estrellato?
Pero, en la realidad de cada día, el encuentro de estos dos estilos-trastornos de personalidad es mucho más trágico y lleva, en la mayoría de los casos, a sus protagonistas a nuestras consultas con una considerable carga de sufrimiento emocional.
La maravillosa personalidad histérica se presenta ante la austera personalidad obsesiva, como deslumbradora, en efecto, en un primer momento. Sus encantos se despliegan y son ofrecidos en actos sorprendentes, improvisaciones divertidas, apasionadas muestras de amor impulsivas que dejan tambaleándose a la persona que siempre había mirado al suelo antes de dar un paso por temor a caer.
Y, por otro lado, esta fascinante personalidad se adhiere a su pareja, admirando su firmeza, estabilidad, equilibrio y fiabilidad, rasgos en los que los obsesivos cifran su autoestima.
Nótese que, intencionadamente, he obviado el género de los miembros de esta singular estructura de pareja, que es válida sea cual sea quién de los dos ostente el estilo histriónico o el estilo obsesivo.
Esto es así porque, en un primer momento, solo se están poniendo en juego los rasgos positivos que todo estilo-trastorno de personalidad presenta. Esto es lo que, en el caso de “Elsa y Fred” , el guionista nos ha mostrado.
Pero, en el momento en que la negatividad de los rasgos aparece, el conflicto es inevitable, y los mecanismos de defensa empleados por los individuos implicados reforzarán el trastorno y acrecentarán el daño que recíprocamente se infligen.
Cuando la personalidad histriónica se vuelva cada vez más exigente y manipuladora, cuando invada constantemente el espacio perfectamente acotado y ordenado del obsesivo, entrando en tromba en un mundo cargado de normas y rituales, él se sentirá tan angustiado que reforzará sus mecanismos de control, lo que para la histriónica se transformará en una vivencia de límites insoportable.
La histriónica mentirá para escapar de esta red invisible pero real del obsesivo, huirá a su mundo maravilloso con fantasías, pero quizás también con acting-outs en los que despilfarre el dinero o incluso busque nuevas relaciones superficiales para seguir sintiéndose estrella.
El dolor que la personalidad obsesiva experimenta ante la traición, la mentira, la pérdida de valores morales tan celosamente guardados, despierta el espectro más cruel que esta personalidad tiene y la veremos humillando a la histriónica, reforzando cada vez más sus mecanismos de control acercándose peligrosamente a lo paranoide, desmontando sutil pero eficazmente el mundo de falsos oropeles de la histriónica para dejarla caer en lo sombrío y gris que a él le envuelve.
La histriónica puede huir, huye de hecho, pero no del todo. Necesita seguir convencida de que no ha perdido su capacidad de seducción, una y otra vez pondrá en marcha sus encantos para recuperar la adoración de que un día fue objeto, pero ya en vano, porque para el obsesivo cada nueva “representación” de la histérica es tan solo un nuevo motivo de terror ante el descontrol, que es la peor amenaza que esta personalidad percibe. La culpabilizará una y otra vez de sus deslices y le hará pagar por ellos el precio de su resistencia pasiva y su desdén que tanto humillan a la histérica.
La solución existencial que el guionista ha propuesto para “Elsa y Fred” es hermosa. Por eso es una estupenda película y no un caso clínico