5 EL     VALLE     ENCANTADO
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Para merendar, pan con vino y azúcar o nocilla, no sabias si era un pequeño pecado, pero te ibas de la cocina la mar de contento, y si alguno de nosotros ponía alguna pega ya sabias la respuesta; -¡Los hay que no tienen lo que llevarse a la boca!- esa frase levantaba tus pies del suelo y desaparecías con la misma velocidad con la que habías entrado. Esto eran las meriendas de los veranos en la “Huerta de los Marojales”, donde desembarcábamos casi todos los niños de la familia hasta que los padres tenían vacaciones y se reunían con nosotros. Solo aparecíamos para recargar las pilas. Los campamentos, el campo de futbol que creábamos en la ladera, la pista de tenis en la era de la tía Ángela, cuanto nos costaba ponerlo en condiciones, quitar las hiervas que crecían de un año a otro que eran como muros impenetrable, marcar las líneas con la azada, la cal para luego pintarlas, pero lo mejor llegaba cuando lo teníamos terminado, colocábamos las porterías con troncos o piedras, daba igual, y bajamos corriendo hasta el barrio en busca de la red, que ha regañadientes conseguíamos con una simple sabana. Lo simple que es cenar huevos fritos con patatas - ¿verdad?- allí era todo un acontecimiento, y ese día lo anunciaba la bocina de la furgoneta del panadero - ¡pan del día!- desde ese momento te pasabas toda la tarde esperando que llegara la hora de cenar, en todas las casas se cocinaba lo mismo así que daba igual donde terminaras cenando. Por la noche el olor a leña quemada, la miraba puesta en la llama que te hipnotizaba; pero nuestro programa favorito empezaba cuando alguien se sentaba a tu lado y entre la penumbra del fuego te relataba alguna historia. Dormíamos en manada, cuatro en una habitación como mínimo, pero nos encantaba. Alguna de esas noches alguien te despertaba y te metía prisa -han cazado- Casi todos los hombre de la familia se escabullían en el monte a altas horas de la noche en busca de presas, “El Ojeo” le llamaban… unos haciendo ruido y otros con la escopeta esperando, así conducían a los animales a su cruel destino, menos mal que ya paso y el tiempo ha combatido contra esta barbarie, ha sido lo bueno que han traído los años. Los viajes a por agua, para ir, bien, pero para volver, no veas. Las esperas de los que llegaban para ir a recibirlos en el viejo camino de los “Lagunillos” acompañadas con tortilla de patatas, los paseos por la noche en busca de estrellas fugaces, buscar gamusinos, las fiestas de los pueblos donde cualquiera te sacaba a bailar y todo se bailaba igual, las eternas obras de las casas, que nunca se acababan, y la piscina construida de pura roca. Tantas cosas…. Luego estaba Semana Santa donde nos volvíamos a encontrar, esta época era fría y conllevaban otros rituales. Un año hicieron “La Matanza del Gorrino”, todos participamos hasta los más pequeños, todo el día haciendo chorizos y comiendo. Casi todos los años plantábamos el “Judas” para luego quemarlo, y mucho guisote para apaciguar el frio, ¿y de poste?-¡Pásame el aguardiente que aun tengo frio!- Los años han pasado, para unos fue una época, para otros toda una vida…yo he tenido suerte de haberlo vivido, de haber aprendido apreciar las cosas desde su esencia, aunque costasen el doble conseguirlas. Hoy cuando el mundo esta tan materializado, cuando todo tiene un precio, me siento afortunada de formar parte de esta pequeña aldea, donde se que sin maletas puedo tener todas las experiencias del mundo, que la felicidad solo está en la mirada del caminante, que la naturaleza siempre ha sido más sabia que el hombre, y en esta tierra ha derramado su mayor tesoro para los que anduvieron y para los que todavía la pisamos, así que no nos queda más remedio que volver… volver siempre a su lado. Esta tierra siempre será un sueño para cada uno de nosotros, aun habiendo vivido más de uno mil calamidades, yo prefiero de todos los lujos poder sentarme a la orilla de un arroyo solo para escucharlo. Quiero dedicar este trabajo a los pocos valientes que viven en la Huerta de Marojales todo el año, que nos reciben cada verano con los brazos abiertos, los admiro…los admiro. Pero sobre todo lo dejo para los que crearon “ La Huerta de Marojales”, y para los que ya no están y siempre añoraremos… ¿No dicen que esto es la nube?.....PUES ALLI LO LANZO… si soy algo, soy de ellos.
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9 TURISMO SOSTENIBLE EL TANGANO-EL BOLEO-TIRO DE BARRA Y DE REJA- LA BILLA- LA CALVA... 12
13 Trabajo realizado: Carolina Sanz Herraiz 16