La categoría de los héroes siempre ha sido problemática y han sido muchos quienes han querido opinar, a lo largo de la historia, sobre su origen y ontología.
Hesíodo, en Los trabajos y los días, llama “héroes o semidioses” a los hombres de la “cuarta raza”, los que vivieron entre la edad de bronce y la edad de hierro. Píndaro, poeta griego del siglo V.a.C., distingue tres categorías de seres: dioses, héroes y hombres. En el Cratilo, uno de los diálogos de Platón, el filósofo Sócrates relaciona el término con el amor (en griego eros) y define a los héroes como “nacidos de los amores de un dios y una mortal o de un mortal y una diosa”: serían por tanto “semidioses” y tal es, en la Antigüedad, el sentido más frecuente del término. Pero desde la Ilíada hasta los autores latinos, aparecen diversas acepciones de la palabra: el héroe es unas veces un caudillo militar- y por extensión cualquier hombre que se distingue por su nacimiento, su coraje o su talento-; otras veces es un semidiós, a medio camino entre los dioses y los hombres; puede ser también una divinidad local, un jefe de tribu, de ciudad, de una agrupación (sería el caso, en Atenas, de los héroes “epónimos”, que dieron su nombre a las diferentes tribus que integraban la ciudad); por último, el epíteto de héroe es concedido también a los emperadores romanos divinizados.
En general, en la mitología griega pueden distinguirse una serie de rasgos esenciales:
Los héroes tienen estrechas relaciones con el combate, las artes adivinatorias, la medicina, la iniciación y los misterios (Orfeo). Fundan ciudades y su culto tiene un carácter cívico. Son los antepasados de los grupos conseguíneos (Tántalo) y los representantes prototípicos de muchas actividades humanas fundamentales (Dédalo e Ícaro). Se distinguen por poseer ciertos atributos físicos que les hacen destacar (belleza, fuerza sobrehumana) y que pueden lindar con lo monstruoso: Penélope tiene una estatura gigantesca, Heracles tiene tres filas de dientes. A vece s presentan ciertos rasgos físicos animales: Cécrope, primer rey mítico del Ática, es un ser mitad hombre y mitad serpiente.
Desde su nacimiento y su infancia demuestra un comportamiento excéntrico marcado por la desmesura (hibris) y la violencia que traduce su naturaleza ambivalente, por no decir aberrante: padres o parientes muertos, asesinados por envida o por cólera-incluso sin razón- fecundaciones en masa (Heracles), violaciones, incestos (Tiestes, Edipo), diosas agredidas (Ixión intenta violar a Hera), santuarios profanados (Aquiles mata a Troitoo, el hijo menor de Príamo, en el templo de Apolo); Áyax Oileo viola a Casandra en el templo de Atenea).
Los héroes son los testigos de la “fluidez de los orígenes” que presidió el principio de los tiempos. Después de la cosmogonía y el triunfo de Zeus, y tras la aparición de los hombres, cuando todavía las estructuras y las normas no estaban lo suficientemente establecidas para determinar la medida de las cosas, participaron en la elaboración de las instituciones, de las leyes, de las técnicas y las artes, fundando así el universo humano, donde las trasgresiones y los excesos quedarán proscristos en lo sucesivo. Desde ese momento, el “tiempo” del mito, de carácter mágico, abierto, inacabado y contradictorio, queda definitivamente cerrado y deja paso al tiempo de la historia.
Productos de una fecundación divina extraordinaria, los héroes se distinguen en ocasiones por una doble paternidad, como Heracles o Teseo. La mayoría de las veces son abandonados de niños al revelarse inquietantes profecías para la familia (Edipo, Perseo), y son amamantados por animales salvajes (Paris alimentado por una osa, Rómulo y Remo por una loba). Viajan a lejanas tierras (Ulises, Jasón), se distinguen por sus innumerables proezas, celebran matrimonios divinos (Peleo y Tetis, de cuya unión nacerá Aquiles; Cadmo y Harmonía).
Ancestros epónimos de razas, de pueblos o de familias (los argivos descienden de Argo, Pélope dio su nombre al Peloponeso, Atreo es el antepasado de los Atridas), reyes míticos (Teseo), inician a los hombres en el conocimiento de diversas instituciones y oficios: las leyes cívicas, la monogamia, la metalúrgia, el canto, la escritura, la estrategia… Fundadores de ciudades por excelencias (Teseo, Cadmo, Rómulo), inspiran a los personajes históricos la fundación a su vez en héroes después de su muerte.
Instauran asimismo los juegos deportivos (Pélope, Heracles), lo que explica la heroificación de los atletas victoriosos. Algunos están asociados a los ritos de iniciación de los adolescentes. Muchas de sus aventuras son, de hecho, pruebas iniciáticas, como la penetración de Teseo en el Laberinto y su combate victorioso contra el Minotauro, o el paso ritual de Aquiles a través del fuego y el agua cuando fue educado por los centauros.
Pero el rasgo más característico de los héroes es su muerte, siempre violenta, en la guerra o por traición, y singularmente dramática: Orfeo y Penteo mueren despedazados, Acteón es devorado por sus propios perros, Hipólito por sus caballos, Asclepio es fulminado por Zeus… Muchas veces los héroes sucumben víctimas de la locura y de su propia violencia (Áyax, Heracles). Nunca dudan en enfrentarse con los dioses como si fueran sus iguales pero, con la excepción de Heracles, el héroe perfecto cuya apoteosis señala su divinización, siempre es cruelmente castigado por los Olímpicos. La muerte magnifica, sin embargo, su condición sobrehumana, próxima a la gloria divina.
Después de su desaparición, los héroes disfrutan de una “post-existencia” ilimitada. Sus despojos están cargados de temibles poderes mágicos y se despositan dentro de la ciudad, a veces incluso en el interior de los santuarios (así Pélope en el templo de Zeus en Olimpia). Sus tumbas y cenotafios constituyen el centro del culto heroico, acompañado de ritos y sacrificios como el de dioses. El héroe muerto se convierte en un genio tutelar que protege a la ciudad contra los diversos azotes. Invasiones, epidemias, catástrofes naturales… Los santos y los mártires de la tradición cristiana les sucederán más tarde en esta función tutelar.