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ACT I

 

Roebuck Ramsden is in his study, opening the morning letters. The study, handsomely and solidly furnished, proclaims the man of means. Not a speck of dust is visible: it is clear that there are at least two housemaids and a parlormaid downstairs, and a housekeeper upstairs who does not let them spare elbow-grease. Even the top of Roebuck's head is polished: on a sunshiny day he could heliograph his orders to distant camps by merely nodding. In no other respect, however, does he suggest the military man. It is in active civil life that men get his broad air of importance, his dignified expectation of deference, his determinate mouth disarmed and refined since the hour of his success by the withdrawal of opposition and the concession of comfort and precedence and power. He is more than a highly respectable man: he is marked out as a president of highly respectable men, a chairman among directors, an alderman among councillors, a mayor among aldermen. Four tufts of iron-grey hair, which will soon be as white as isinglass, and are in other respects not at all unlike it, grow in two symmetrical pairs above his ears and at the angles of his spreading jaws. He wears a black frock coat, a white waistcoat (it is bright spring weather), and trousers, neither black nor perceptibly blue, of one of those indefinitely mixed hues which the modern clothier has produced to harmonize with the religions of respectable men. He has not been out of doors yet to-day; so he still wears his slippers, his boots being ready for him on the hearthrug. Surmising that he has no valet, and seeing that he has no secretary with a shorthand notebook and a typewriter, one meditates on how little our great burgess domesticity has been disturbed by new fashions and methods, or by the enterprise of the railway and hotel companies which sell you a Saturday to Monday of life at Folkestone as a real gentleman for two guineas, first class fares both ways included.

How old is Roebuck? The question is important on the threshold of a drama of ideas; for under such circumstances everything depends on whether his adolescence belonged to the sixties or to the eighties. He was born, as a matter of fact, in 1839, and was a Unitarian and Free Trader from his boyhood, and an Evolutionist from the publication of the Origin of Species. Consequently he has always classed himself as an advanced thinker and fearlessly outspoken reformer.

Sitting at his writing table, he has on his right the windows giving on Portland Place. Through these, as through a proscenium, the curious spectator may contemplate his profile as well as the blinds will permit. On his left is the inner wall, with a stately bookcase, and the door not quite in the middle, but somewhat further from him. Against the wall opposite him are two busts on pillars: one, to his left, of John Bright; the other, to his right, of Mr Herbert Spencer. Between them hang an engraved portrait of Richard Cobden; enlarged photographs of Martineau, Huxley, and George Eliot; autotypes of allegories by Mr G.F. Watts (for Roebuck believed in the fine arts with all the earnestness of a man who does not understand them), and an impression of Dupont's engraving of Delaroche's Beaux Artes hemicycle, representing the great men of all ages. On the wall behind him, above the mantelshelf, is a family portrait of impenetrable obscurity.

A chair stands near the writing table for the convenience of business visitors. Two other chairs are against the wall between the busts.

A parlormaid enters with a visitor's card. Roebuck takes it, and nods, pleased. Evidently a welcome caller.

RAMSDEN. Show him up.

The parlormaid goes out and returns with the visitor.

THE MAID. Mr Robinson.

Mr Robinson is really an uncommonly nice looking young fellow. He must, one thinks, be the jeune premier; for it is not in reason to suppose that a second such attractive male figure should appear in one story. The slim shapely frame, the elegant suit of new mourning, the small head and regular features, the pretty little moustache, the frank clear eyes, the wholesome bloom and the youthful complexion, the well brushed glossy hair, not curly, but of fine texture and good dark color, the arch of good nature in the eyebrows, the erect forehead and neatly pointed chin, all announce the man who will love and suffer later on. And that he will not do so without sympathy is guaranteed by an engaging sincerity and eager modest serviceableness which stamp him as a man of amiable nature. The moment he appears, Ramsden's face expands into fatherly liking and welcome, an expression which drops into one of decorous grief as the young man approaches him with sorrow in his face as well as in his black clothes. Ramsden seems to know the nature of the bereavement. As the visitor advances silently to the writing table, the old man rises and shakes his hand across it without a word: a long, affectionate shake which tells the story of a recent sorrow common to both.

 

ACTO PRIMERO

 

Roebuck Ramsden está en su despacho abriendo las cartas  recibidas esa mañana. El despacho, amueblado generosa[1] y elegantemente, revela a un hombre con recursos. No hay ni una mota de polvo a la vista: es obvio que hay al menos dos criadas y una sirvienta abajo y un ama de llaves arriba que las hace trabajar duro[2]. Incluso la parte superior de la cabeza de Roebuck brilla: en un día soleado podría heliografiar[3] sus órdenes a campos lejanos con sólo inclinar la cabeza. Este es, sin embargo, su único indicio de militar. Es por medio de una vida activa como civil que los hombres consiguen su gran aire de importancia, su digna expectativa de respeto, su determinada boca desarmada y refinada desde el momento de su éxito al retirar toda oposición y conceder confort, precedencia y poder. Es más que un hombre sumamente respetado: se le señala como líder[4] de los hombres más respetados, como presidente entre directores, como concejal entre consejeros[5], como alcalde entre concejales. Cuatro mechones de pelo grisáceo[6], que pronto serán tan blancos como el azúcar glas, y que en otros respectos tampoco se diferencian tanto, crecen en dos pares simétricos por encima de sus orejas y en los ángulos de sus anchas mandíbulas. Lleva una levita negra, un chaleco blanco (el clima es primaveral y soleado[7]) y pantalones que no son negros ni perceptiblemente azules, sino de[8] uno de esos tonos indefinidamente mezclados fabricado por un sastre moderno para que armonice con la religión de los hombres respetables. Hoy todavía no ha salido de casa[9] así que aún va en zapatillas, sus botas preparadas en la alfombra delante de la chimenea. Suponiendo que no tiene criado[10] y viendo que no tiene secretaria con una libreta de taquigrafía ni[11] máquina de escribir, uno reflexiona sobre lo poco que se ha visto perturbada la domesticidad de nuestra burguesía por las nuevas modas y métodos o por la iniciativa de las empresas ferroviarias y hoteleras que te venden vivir como un auténtico caballero en Folkestone de sábado a lunes por dos guineas, incluyendo los billetes de ida y vuelta en primera clase.

¿Cuántos años tiene Roebuck? La pregunta es importante en el umbral de un drama de ideas, ya que bajo estas circunstancias todo depende de si su adolescencia perteneció a los sesenta o a los ochenta. Nació, de hecho, en 1839, y fue un Unitarista y practicante del Libre Comercio desde su niñez, y un Evolucionista desde la publicación del Origen de las Especies. Por consiguiente siempre se ha considerado un pensador avanzado y un reformador abierto y sin miedo.

Sentado tras su escritorio, a su derecha quedan las ventanas que dan a Portland Place. A través de ellas, como a través de un proscenio, el espectador curioso puede contemplar su perfil tanto cuanto permitan las persianas. A su izquierda está la pared interna, con una majestuosa librería, y la puerta no del todo en el medio, sino algo alejada de él. Apoyados contra la pared enfrente de él hay dos bustos sobre pilares: uno, a su izquierda, de John Bright; el otro, a su derecha, de Mr Herbert Spencer. Entre ambos cuelga un grabado de un retrato de Richard Cobden; fotografías ampliadas de Martineau, Huxley, y George Eliot; autotipos de alegorías de Mr G.F. Watts (pues Roebuck creía en las bellas artes con todo el empeño de un hombre que no las entiende), y una impresión del grabado de Dupont del hemiciclo de Bellas Artes de Delaroche representando a los grandes de todos los tiempos[12]. En la pared detrás de él, encima de la repisa, hay un retrato familiar de una oscuridad impenetrable.

Hay una silla junto al escritorio para la comodidad de las visitas de negocios. Hay otras dos sillas apoyadas contra la pared entre los bustos.

Una sirvienta entra con una tarjeta de visita. Roebuck la coje y asiente complacido. Obviamente una visita bienvenida.

RAMSDEN. Hazle pasar.

La sirvienta sale y vuelve con la visita.

LA SIRVIENTA. El Sr Robinson.

El Sr. Robinson realmente es un joven de un atractivo poco común. Debe ser el joven protagonista[13]; ya que no es razonable suponer que una segunda figura masculina tan atractiva aparecería en una misma historia. La delgada estructura de buen talle, el elegante traje de nuevo luto, la pequeña cabeza y los rasgos uniformes, el bonito bigotito, los ojos francos y claros, el sano florecer y la jovial complexión, el reluciente pelo bien peinado, no rizado, pero de una buena textura y de color oscuro, el arco de bondad en las cejas, la erguida frente y perfectamente puntiaguda barbilla, todas anuncian al hombre que amará y después sufrirá. Y que no lo hará sin compasión está garantizado por una atractiva sinceridad y una ansiosa y modesta servicialidad que lo cuñan como un hombre de naturaleza amable.

En cuanto aparece, la cara de Ramsden se convierte[14] en amor y acogimiento paternal, expresión que se reduce[15] a decoroso pesar a medida que el joven se le acerca con la cara afligida y vestido de negro. Ramsden parece conocer la naturaleza de la pérdida. A medida que el visitante avanza silenciosamente hacia el escritorio, el viejo se levanta y le da la mano desde el otro lado sin pronunciar palabra: una larga y afectuosa sacudida que narra la historia de un reciente pesar común a ambos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] He traducido ‘solidly’ por ‘generosamente’ porque entiendo que el autor se refiere a que la habitación está amueblada en abundancia.

[2] He adaptado la expresión en inglés a una de las maneras que utilizamos en español.

[3] Al buscar ‘heliograph’ en el diccionario etimológico (ya que no lo encontré en ningún otro), lo describía como un término que se consideró para referirse a ‘photograph’, pero que tras encontrar éste último fue desechado. He decidido dejarlo y convertirlo en verbo para respetar el original.

[4] En este caso he traducido ‘president’ por líder para evitar una repetición ya que varias palabras después aparece la palara ‘chairman’ que en español también se traduce por ‘presidente’.

[5] He traducido ‘councillors’ por ‘consejeros’ para no repetir el término ‘concejal’-

[6] Aunque en inglés compara el gris con el hierro (‘iron-grey hair’) para describir la tonalidad de color, he elegido la traducción ‘grisáceo’ que me parece que suena mas natural en español.

[7] He traducido ‘bright’ como ‘soleado’ y no como ninguna de las otras opciones (brillante, vivo, inteligente) ya que el autor está hablando del clima.

[8] En español con frase relativa suena mejor, así como con el contraste de ‘sino’

[9] En inglés literalmente dice que ‘hoy todavía no ha salido por la puerta’, y aunque en español se utiliza una expresión parecida a esa, me parece que es demasiado informal para este texto.

[10] No he encontrado una traducción que me satisficiera del término‘Valet’ así que al final decidí traducir la idea, que es la de un sirviente masculino.

[11] Aunque en inglés el autor aquí utiliza la conjunción ‘y’ he preferido utilizar ‘ni’ ya que es más idiomático es español.

[12] ‘…a los grandes (hombres) de todos los tiempos’: no me parece necesario poner hombres.

[13] No he encontrado una traducción de ‘jeune premier’ en un diccionario de francés, pero por el contexto entiendo que el autor se refiere a que el personaje debe ser la figura principal de su edad dada su extraordinario atractivo.

[14] He traducido ‘expands’ por ‘se convierte’ porque en español me parece más idiomático.

[15] Al traducir ‘drops into’ por ‘se reduce a’ he intentado transmitir el sentimiento de decaimiento del original por lo que viene (el pesar).

 


 

Academic year 2007/2008
© a.r.e.a./Dr.Vicente Forés López
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Universitat de València
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