CONSUELO

Volví a casa y encendí el ordenador. Busqué en el chat del día anterior la cara de Marta y comencé a hablar con ella. Estaba peor. Dijo que tenía que verme o que podía cometer alguna estupidez. No creía que pudiera hacerse ningún daño, se quería demasiado, pero acepté. Pensé en un lugar oscuro en el que no pudiera reconocerme. Le dije que era muy feo y que por eso lo mejor era que nos viésemos en el cine, sabía que le encantaba ir, y quedamos para la sesión golfa. Compré las entradas por Internet y nos citamos en las butacas 8 y 9 de la fila 10.