Marta estaba exactamente igual que hacía tres años. Imponente. Pero su efecto en mí no era el mismo. Hablamos de cosas banales durante un rato y luego me contó que desde hacía un tiempo estaba descolocada. Que nada de lo que hacía le llenaba y que ningún hombre le ofrecía lo que ella buscaba en una relación. Intenté consolarla lo mejor que pude y al final acepté ir a ver una película con ella al cine. Estaba a punto de entrar en la sala cuando sonó el móvil. Era Laura. Quería verme. Me dijo que comprendía que no le hubiera contado lo de Marta antes. “Lo siento cariño, tengo que colgar va a empezar la película”. “¿Estás en el cine? ¿con quién”, me preguntó sin ánimo de censura. “Con un amigo”, mentí.