Abrir el correo me tranquilizó. El asunto completo era “No puedo entender que te vayas a casar en España”, pero en la pantalla inicial no cabía todo. En el e-mail, Marco, hijo de la tía Antonella, expresaba su pesar por no poder ver a su prima favorita casarse en el pueblo. Estaba a punto de cerrar el mensaje cuando Laura me sorprendió delante del ordenador. Habían adelantado la vuelta a casa y ahora estaban delante de mí viendo como espiaba el correo de la que en cuatro días sería mi esposa. “Primero no me cuentas nada sobre Marta y ahora espías mi correo. Si no hay confianza…”, para mi alivio pareció pararse ahí. “Mejor que no nos casemos”, dijo y algo se rompió dentro de mí.