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M, el vampiro de Düsseldorf (M)

Fritz Lang (1931)

La acción se desarrolla en una gran ciudad, donde un asesino de niñas está causando el terror, ya que este sádico individuo detiene por la calle a las jóvenes colegialas, las atrae con un regalo inicial, las lleva después con él al campo y las liquida sin piedad. La policía, empeñada en su búsqueda y captura, no es capaz de descubrir la menor pista. El sádico llega incluso a escribir a la policía y a la prensa, lanzando un atrevido desafío. Dos sagaces policías intentan desenmascarar al temible delincuente, pero fracasan lamentablemente en su misión. Los propios delincuentes de la ciudad, incómodos ya ante los importantes despliegues de la Fuerza Pública –lo que siempre supone contratiempos para los que viven al margen de la Ley- deciden descubrir y acabar con el criminal, origen de tanto sobresalto. Policía, población y ladrones unen así sus fuerzas, movilizándose todos para una auténtica caza del hombre. Por fin es el mundo del hampa, capitaneado por un inteligente jefe, el que descubre al autor de tan repugnantes crímenes, al que llevan a un edificio desierto –una fábrica abandonada- para condenarlo allí a muerte, después de haber comparecido ante un extraño y pintoresco Tribunal popular. La policía interviene a tiempo para evitar la ejecución del malvado. El mundo del hampa y toda la ciudad vuelven a la tranquilidad. Para unos han terminado las continuas redadas policiales de los últimos tiempos en busca del odioso criminal y para los demás vuelve la tan deseada normalidad que les permite vivir en paz.

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Sobre la película:

M es una de las películas más importantes de comienzo de los años 40, en cuanto supone una revolución en su concepción del sonido. Pero en realidad, la película de Lang destaca por otros muchos conceptos, pues en su conjunto ofrece una serie de innovaciones en el lenguaje cinematográfico que serán asumidas por el cine posterior.

También hay que hacer referencia a su sentido de "documento" histórico sobre una época y un país. Se trata de un excelente retrato de personajes y de situaciones, donde el protagonismo se refiere no a un individuo sino a una colectividad.

Planificación, movimientos de cámara, iluminación, composiciónm banda sonora e interpretación se unen para conseguir una obra maestra, que a día de hoy sigue mostrándose como una obra juvenil, nueva y admirable.

 

Sobre el protagonista:

 

 

Fritz Lang opina:

“Mirad algunas escenas de M, cuando, por ejemplo, matan a la pequeña. No veréis cómo la matan. Solo veréis su pelota que ella ha dejado escapar y que rueda por el suelo. Lo importante es que la pequeña sea asesinada, ¿no? No quiero saberlo. Si mi personaje ha hecho algo terrible, resulta repugnante mostrarlo. He intentado hacer pensar a los espectadores. No he querido hacerles pensar lo que se imaginaban."

“Todos los periódicos dan diariamente noticias de las tragedias y las comedias humanas, cosas extrañas o de valor general, y esos informes son fantásticos, imprevistos, románticos o como quiera llamárselos, que ningún dramaturgo de ninguna sociedad podría atreverse a proponer semejantes temas sin exponerse a una sonora carcajada de burla que ridiculizaría la inverosimilitud, la casualidad, el mal gusto del conflicto. Así es la vida. Me ha parecido justo ponerme al diapasón actual de la vida, de la realidad de la época que atravesamos en este momento, y construir una película únicamente sobre informes de hechos”.

 

La película es una de las últimas que realizó Lang en Alemania. Posteriormente, en EEUU, seguirá demostrando su condición de gran director cinematográfico.

M alcanzó un gran éxito en numerosos países, considerándola una gran obra maestra del montaje y también poseedora de una brillante escenografía. El título de la película, M, hace alusión a la inicial de la palabra alemana Mörder (asesino).

Desde el primer momento Lang quiso que fuese Peter Lorre, de limitada estatura y descomunales grandes ojos, quien interpretara el papel del asesino de niñas. En la capital del Reich ya había logrado imponerse por méritos propios en algunas obras teatrales, al dar en lo posible preferencia al teatro de vanguardia.