"En este momento (1854) y durante los últimos
veinte
años está ocurriendo un gran cambio democrático en
la
sociedad inglesa. Muchas personas se avergüenzan de
decir "mi amo" o "mi ama", y poco a poco se difunde el
término "mi empleador."
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes
Thomas de Quincey
Nos
encontramos en pleno siglo XIX, en la Inglaterra Victoriana, donde las
reformas políticas y sociales están dejando sus huellas.
El sistema de Monarquía Parlamentaria -liberal y democrática-
está consolidandose. La nueva sociedad, que hasta entonces había
sido mayoritariamente rural y agrícola, ha ido trasladandose paulatinamente
a los núcleos urbanos e industriales, donde se impone
el sistema de valores de la burguesía, como el
individualismo y la libertad intelectual.
Estamos a las
puertas de la modernidad, el hombre se encuentra inmerso en la velocidad
de las grandes y multitudinarias ciudades, donde el "tiempo", se ha convertido
en un bien muy preciado del que no todo el mundo dispone:
Amor de Ciudad Grande
Todo cambia... todo evoluciona... los antiguos consumidores de novelas extensas, irán cediendo su puesto, a un nuevo público lector, que emerge de las profundidades de las grandes ciudades. El capitalismo no perdona, la literatura continua siendo un arte, pero como tal, es también un buen negocio, siempre y cuando se ajuste a las exigencias de la nueva sociedad moderna, en la que las largas novelas del siglo anterior no tienen cabida. Serán los escritores quienes harán ver a sus editores, las posibilidades del relato breve."De gorja son y rapidez los tiempos.
Corre cual luz la voz; en alta aguja,
Cual nave despeñada en sirte horrenda,
Húndese el rallo, y en ligera barca
El hombre, como alado, el aire hiende."Versos libres, Jose Martí
Uno de los primeros que apostó por el relato breve fue Robert L.
Stevenson
image
credit: Robert Louis Stevenson Drawing by Peter Severin
Krøyer: dated 'Cernay la ville / 20 juin 79' by P.S. Krøyer
(The Hirschsprung Collection / Den Hirschsprungske Samling, Copenhagen)
Este escocés enfermo de tuberculosis, nacido en Edimburgo en 1850, pasará la mayor parte de su vida viajando, de un país a otro, en busca de un clima apropiado que le ayude, si no a vencer, sí a mejorar su salud. Stevenson, partirá en busca de nuevas experiencias que aumente su conocimiento del mundo y le ayuden a alcanzar la "Felicidad". Vemos en el a la figura del eterno viajero, de El emigrante por gusto, que viaja, como el mismo nos dice, "no para llegar a ninguna parte, sino tan solo por el placer de ir".
La búsqueda continuada de una salud que nunca llegará a ser completa, crea en Stevenson un sentimiento de inquietud, que se verá incrementado por el problema metafísico del tiempo; una de las primigenias formas de inquietud experimentadas por el hombre que Jorge Luis Borges plantea en una de las clases que impartió en la Universidad de Belgrano, El tiempo, que publicará en 1979, junto a cuatro clases mas -El libro, La inmortalidad, Emanuel Swedenborg y El cuento- Bajo el título Borges oral:
"Podemos prescindir en nuestro pensamiento del espacio, pero no del tiempo... Es decir, el tiempo es un problema esencial... Nuestra conciencia está continuamente pasando de un estado a otro, y ése es el tiempo: la sucesión... El problema del tiempo es ese. Es el problema de lo fugitivo: el tiempo pasa."
Mas
adelante, Borges revisa las diferentes soluciones que se han intentado
dar a este problema a lo largo de la historia. Para ayudarnos a comprenderlas,
nos propone como ejemplo las paradojas de Zenón. Todo esto nos conduce
a pensar en "la
paradoja del condenado", de la que se ha encontrado una variante
en El
diablo de la botella, relato en el que Stevenson a modo
de Fábula alegórica, nos sumerge en la historia de un hombre,
que movido en un primer momento por la ambición y más tarde
por amor, se ve vinculado a una extraña botella de la cual le será
difícil desprenderse. Otra variante la encontramos en la versión
libre de este mismo relato publicada en 1987 por el escritor de literatura
infantil argentino Gustavo
Roldán.
En los relatos de Robert L. Stevenson, la invención, la profundidad psicológica, el uso del horror y lo sobrenatural, y la propia experiencia personal, se mezclan, siempre bajo la objetividad y la neutralidad. Lo monstruoso y lo extraordinario predominan en su obra, pero Stevenson es consciente de cual a de ser su función como escritor, sabe que cualquier obra puede ser provechosa o dañina, por lo que debe utilizar su arte, no como un simple medio de entretenimiento, sino como un modo imparcial de orientar a la sociedad. Stevenson sitúa a un individuo problemático sobre un mundo mecanizado y degradado, sobre una sociedad sometida a lo utilitario en la que a través del caso individual, nos da una representación simbólica de los conflictos del ser humano, que se encuentra dividido entre el bien y el mal, como vemos en una de sus obras más populares y representativas Strang case of Dr. Jekyll and mister Hyde...
Vemos aquí a la figura del "científico loco", el doctor Jekyll, quien mediante sus experimentos creará una pócima que le transformará en el terrorífico Hyde. Pero no es este el único caso de "científico loco" en su literatura, en los ladrones de cadáveres, nos muestra a un grupo de médicos capaces de cualquier cosa, incluso del asesinato aunque de forma indirecta, para obtener nuevos cuerpos con los que experimentar en sus clases de anatomía..."¡Strange desires! ¡Loves and hates
and secret yearnings...hidden in the
shadows of a man´s mind!"
"...me
gustaría saber como quedaríamos, o que demonios podríamos
decir si nos llamaran como testigos ante cualquier tribunal: Porque para
mi, ¿sabes?, hay una cosa cierta: prácticamente hablando,
todo nuestro "material" han sido personas asesinadas."
"-Lo importante es no asustarse. Confieso, aquí, entre nosotros,
que no quiero que me cuelguen, y eso no es mas que sentido practico; pero
la mojigatería, Macfarlane, nací ya despreciandola. El infierno,
Dios, el demonio, el bien y el mal, el pecado, el crimen, y toda esa vieja
galería de curiosidades... quizá sirvan para asustar a los
chiquillos, pero los hombres de mundo como tú y como yo desprecian
esas cosas. ¡Brindemos por la memoria de Gray!"
Stevenson nos introduce en el tema del comercio de cuerpos con fines científicos, mediante una referencia a un personaje real, de modo semejante a Thomas de Quincey, autor de Confesiones de un ingles comedor de opio- quien en Post Scriptum (1854) nos dice que uno de los motivos que le impulsan a escribir este artículo, " es presentar al lector, con todo detalle, tres casos memorables de asesinato que hace tiempo coronó de laurel la voz de los aficionados, en especial los dos primeros de los tres, o sea los inmortales asesinatos cometidos por Williams en 1812. El acto y actor, cada uno de por sí, son interesantes en el mas alto grado y, como desde 1812 han transcurrido cuarenta años, no cabe suponer que la generación actual conozca bien ninguno de los dos." El irlandés William Burk, - ahorcado en 1829 tras haber sido acusado de los asesinatos que cometió junto a su complice William Hare, asfixiando a sus víctimas para luego vender sus cuerpos al doctor Robert Kurt- y a quien Jack Coulehan dedicará el poema The resurrection Trade-
Lo misterioso y lo desconocido continua en su obra, esta vez en Ollalla, Stevenson toca el tema romántico de la licantropía transformando a la mujer en una de las formas mas seductoras del diablo.
"El recuerdo de algunas supersticiones
escocesas y del río Kelpie pasó por mi mente."
" La primera luz de la mañana iluminó de lleno el
retrato, y mientras permanecía despierto en la cama mis ojos siguieron
examinando con creciente placer; su belleza se introducía en mi
corazón insidiosamente, silenciando todos mis escrúpulos
uno tras otro; y aunque sabia que amar a una mujer así era firmar
y sellar la sentencia de la propia degeneración, no por ello dejaba
de darme cuenta de que, si aquella mujer estuviese viva no podría
dejar de amarla."
"... lo que mas me impresionó, fue la parábola sobre
la vida de una familia que leí en aquella sucesión de rostros
hermosos y de cuerpos bien proporcionados. Nunca antes me había
dado tanta cuenta del milagro de la continuidad de una estirpe, de su creación
y recreación, del entretejerse, modificarse y transmitirse de sus
elementos carnales."
Tópico de larga tradición que Luis
Buñuel utilizará en su película Simón
del desierto y que Charles
Baudelaire supo expresar en su poema Les metamorphoses du vampire,
incluido en su obra Les Fleurs du Mal, en el que evoca la
tradición de vampiros y súcubos:
Los personajes femeninos de la obra de Stevenson pasan ante nuestros ojos como meras sombras, como reflejos estereotipados, que acompañan a la figura individualizada del hombre, en los que la dicotomía vicio-virtud continua presente. En algunas ocasiones, la mujer no pasa de ser un personaje pasivo, útil a la intención moralizante del autor, que la sociedad, las circunstancias y los hombres arrastran y devoran. Pero en otras ocasiones, parece tomar conciencia de sí misma, de su condición de "Venus Eterna", llevando sus determinaciones hasta sus últimas consecuencias."La mujer entretanto, con su boca de fresa,
retorciendose igual que una serpiente al fuego,
y moldeando el seno en su férreo corsé,
decía estas palabras impregnadas de azmicle:
-Húmedo el labio tengo, y domino la ciencia,
de perder en el lecho la conciencia remota.
En mis senos triunfantes seco todos los llantos,
y hago al viejo reír con la risa del niño.
¡reemplazo, para quien me contempla desnuda,
a la luna y al sol, al cielo y las estrellas!
soy, mi querido sabio, tan docta en los deleites,
cuando sofoco a un hombre en mis temido brazos,
o cuando los mordiscos abandono mis pechos,
tímidos, libertinos, delicados, robustos,
que sobre estos colchones, de emoción desmayados,
impotentes los ángeles, por mi se perderían!
¡Cuando toda la medula sorbió ya de mis huesos,
y yo lánguidamente me volvía hacia ella
para ofrecerle un beso de amor, yo no vi mas
que a otra de viscosos costados purulentos!
En mi frío pavor yo cerré los ojos,
y al abrirlos de nuevo en la vívida luz,
a mi lado en lugar de fuerte maniquí
que apareció haber hecho su remesa de sangre,
en confusión temblaban deshechos de esqueleto,
que por si mismos daban un grito de veleta
o cartel, al extremo de un vástago de hierro,
que en las noches de invierno el viento balancea."
El tema de la escisión entre el bien y el mal, de la disputa del
ser humano entre Dios y Satanás, es una constante. En Markheim,
vemos como un hombre entra en una tienda el día de Navidad, "buscando"
un regalo para una rica dama; el anticuario de la tienda, le ofrece un
espejo de mano del siglo XV, que causará una horrible impresión
en nuestro protagonista; el cual ante la estupefacción del vendedor
por su rechazo hacia el espejo, le dice:
"-¿Y usted me pregunta por qué no?- dijo- Basta con que mire aquí...
mirese en él... ¡veáse usted mismo! ¿Le gusta lo que ve? ¡No! A mi
tampoco me gusta... ni a ningún hombre."
"-Le pido un regalo de Navidad y me da usted esto: un maldito
recordatorio de años, de pecados, de locuras... ¡Una conciencia
de mano!"
Markheim, se siente aterrorizado al ver la imagen de su inverso reflejada
en el espejo, su Hyde interior, el asesino del anticuario...
O como dijo Jean Racine:"El mal y el bien tienen fuerza dentro de mí, empujandome en las
dos direcciones. No quiero ser solo una cosa, las quiero todas [...]
¿Han de ser mis vicios quienes únicamente dirijan mi vida,
mientras las virtudes carecen de todo efecto, como si fueran
trastos viejos? No ha de ser así también el bien es una fuente de actos"
Jorge Luis Borges en su Introducción a la
Literatura inglesa (1965) dice que Stevenson nos "ha dejado
una importante obra que no tiene una sola página de descuidada,
y si muchas espléndidas. Uno de sus primeros libros, Las
nuevas mil y una noches, anticipa la visión de un Londres fantástico,
que fue redescubierto mucho tiempo después por su fervoroso biógrafo
Chesterton"
En esta colección de relatos publicada en 1882, Robert L. Stevenson sigue el modelo policial de Edgar Allan Poe. Así lo vemos en El club de los suicidas, relato que será llevado al cine por directores como Richard Oswald, Fernando Cortés y Rogelio A. González, donde el príncipe Florizel de Bohemia, personaje excéntrico y singular, siguiendo los pasos de su predecesor Charles Auguste Dupin ( al que también inmitarán otros célebres detectives como Sherlock Holmes o el Padre Brown) y acompañado siempre de su amigo y confidente, el coronel Geraldine, descubrirá a un misterioso grupo de hombres desesperados, que decididos a terminar con sus hastiadas vidas se reúnen bajo la tutela de un peligroso asesino...
"Todos sabemos que la vida es el teatro en que hacemos de bufón mientras nos entrega el papel. Faltaba un servicio mas a la comunidad moderna: una manera decente y fácil de salir de escena; una escalera escusada a la libertad o, como dije antes, una puerta secreta a la muerte. Esto, compañeros míos de rebelión es lo que ofrece el club de los suicidas. No se les ocurra que ustedes y yo somos únicos, ni siquiera excepcionales, en el deseo tan razonable que profesamos [...] no soy capaz de llevarme una pistola a la cabeza y apretar el gatillo. Algo que es mas fuerte que yo me lo impide; detesto la vida, pero me falta la fuerza necesaria para abrazar la muerte y terminar de una vez."
Y será también este príncipe quien se encargue de desvelarnos la verdadera historia sobre el robo de El diamante del Rajá...
"El
diamante del Rajá había resultado, una piedra maldita, y
por lo visto le había tocado ser la ultima víctima de su
influencia maldita [...] bien mirado, el príncipe y el detective
sirven en el mismo ejercito. Ambos luchando contra el crimen, pero mi cargo
es mas lucrativo y el suyo mas arriesgado; en cierto sentido, ambos pueden
ser igualmente honorables para un hombre justo. Le diré, por extraño
que pueda parecerle que pueda parecerle, que preferiría ser un detective
honrado y capaz, antes que un soberano débil en innoble [...] para
mi, esta pepita de cristal reluciente es tan abominable como si la viese
hirviendo con los gusanos de la muerte; tan espantosa como si estuviera
formada con sangre de inocentes: La veo brillar en mis manos y se que resplandece
con el fuego del demonio. No le he contado sino una centésima parte
de su historia; la imaginación tiembla ante lo ocurrido en otras
épocas, ante los crímenes y traiciones que inspiró
a los hombres; durante años y años ha servido a potencias
infernales. ¡ Basta, digo yo! ¡Basta de sangre, de deshonra,
de vidas acabadas y amistades deshechas! Todo llega a su fin, el mal como
el bien, la peste como la música más hermosa; que dios me
perdone si hago mal, pero el imperio del diamante termina esta noche"
El pabellón de las dunas, nos muestra a una secta de carbonarios
italianos, y la muerte de uno de los personajes bajo la bandera de Garibaldi.
Este relato será adaptado y llevado a la gran pantalla en 1960 por
el director Duilio Colleti con el título Under ten Flags.
Hacia 1887, Stevenson comienza a colaborar periódicamente en el semanario "Scriber´s Magazine" sobre ello nos dice:" Ahora soy un asalariado. Ahora soy un burgués: voy a escribir un artículo semanal para el Scriber´s en unas condiciones de pago que me hacen avergonzarme y recelar de mi dolor de muelas. Si esto continua así, voy a parecerme a un millonario."
Tras toda una vida de nomadismo, de aventuras y relatos, que sin duda han dejado su huella en otros nómadas como el escritor de cómics Hugo Pratt, creador del personaje Corto Maltés -marino con ideas de hoy situado a principios de siglo, que siguiendo los pasos y experiencias de Pratt se sumerge en diversas culturas como la africana, la china, la rusa y un largo etcétera- Robert L. Stevenson se embarcará en un último viaje romántico que le llevará hasta Samoa, Vailima, lugar como diría Rimbaud"donde existe aún esa pureza primitiva". Allí Stevenson vivirá entre los indígenas, quienes le darán el nombre de Tusitala o lo que es lo mismo, "el que cuenta historias "y de los que recogerá sus acostumbradas oraciones en Oraciones de Vailima & Sermón de Navidad
Para pedir gracias
"Permite que los aquí reunidos ante Ti podamos liberarnos
del miedo a las vicisitudes y del miedo a la muerte, podamos
recorrer el sendero de nuestra vida sin deshonor para nosotros
ni daño para los demás y, cuando nos llegue la hora, podamos
morir en paz. Libranos del temor y del halago;
de las esperanzas mezquinas y de los placeres vulgares. Apiadate de las imperfecciones cada uno; no le permitas descorazonarse; asiste al que tropieza en su camino y concede, al fin, reposo al fatigado."
"Al regreso de un viaje nos preguntamos
si es la tierra que se ha empequeñecido o
nosotros que nos hemos engrandecido" VOLVER
Paul Morand