HISTORIA


Los primeros indicios de asentamiento humano en la zona se remontan al Neolítico y se han encontrado en el paraje del Chopo. De épocas posteriores se han encontrado pinturas rupestres en el barranco del Gavilán, las únicas en el Vinalopó, un entierro en la sierra de la Torreta, poblados y yacimientos de la Edad de Bronce en muchas zonas del término como en los asentamientos de El Peñón del Trinitario, El Monastil y El Pont de la Jaud. Los fenicios pasaron por los Altos de Camara y el Monastil. También en el Monastil, en la sierra de Bolón y el paraje del Chorrillo dejaron impronta los íberos, en el conocido como poblado íbero-romano de El Monastil.
Los romanos comenzaron los cultivos organizados y el comercio y fundaron el núcleo de la actual población. Durante la época romana, el período de máximo esplendor de la ciudad se corresponde con el final del siglo I y principios del II, con una intensa actividad comercial con Italia y el sur de Francia. Hacia 590 dC se instauró un episcopado visigodo del que hay restos de una basílica en El Monastil.
Cuando llegan los musulmanes en el siglo VIII, la ciudad de Elo pasó a formar parte de la Cora de Tudmir y su actividad fue languideciendo hasta convertirse en una simple alquería. La población hispanovisigoda del valle de Elda se encontraba dipersa por las laderas de El Monastil y lugares cecanos al río. Fue a partir del aó 1172 cuando los musulmanes fortificaron la frontera del Vinalopó y construyeron la fortaleza en torno a la cual se fue instalando una comunidad campesina que constituyó el auténtico origen de la ciudad de Elda. En el año 1243 pasa, mediante el tratado de Almizra, a formar parte de la Corona de Castilla. Un año después Fernando III dio el castillo y la población, ahora denominada Ella o Etlla a Guillem, el Alemán. En 1257 Alfonso X el Sabio lo cede a su hermano Manuel y éste a su hijo Juan Manuel, señor de Villena. Éste, a su vez se lo cede a su hermana, Violante. En 1265 Jaime I recupera la villa para Alfonso X, quien le había solicitado su ayuda ante una sublevación sarracena. En 1296 se produjo una guerra entre Aragón y Castilla, debido a la promesa por parte de Alfonso de la Cerda de ceder el Reino de Murcia a Jaime II a cambio de su apoyo contra el infante heredero de la corona de Castilla, Fernando IV. Durante esta guerra, Jaime II conquistó gran parte del Reino de Murcia, formado por los territorios al sur de la línea Biar-Busot-Villajoyosa, incluyendo a Elda. En el año 1304 Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón firmaron el acuerdo de la Sentencia Arbitral de Torrellas por el que se ratificó la anexión militar de la parte sur de la provincia de Alicante(la llamada "Gobernación General de Orihuela") lo que dejó a Elda incluida en el Reino de Valencia. En atención a la amistad que unía al aragonés y el rais de Crevillente, Muhammad ben Hudayr, a los musulmanes que permanecieron se les concedió el privilegio de hablar su lengua y practicar su culto.
Durante el siglo XIV el propietario del valle de Elda fue la Corona, hasta 1336 en que Pedro II el Ceremonioso cedió el castillo y la villa a Beltran Duguesdin. En 1383 se devuelve a la monarquía. En 1424 Alfonso IV vendió Elda al noble valenciano Ximén Pérez de Corella, conde de Cocentaina, cuyos descendientes ostentaron el señorío hasta el 4 de septiembre de 1513, en que, por necesidades económicas, alienaron el lugar a favor del noble, de origen judío, Joan Coloma i Fernández, descendiente de la antigua nobleza catalano-provenzal de los Folch de Cardona. El título señorial de conde de Elda —cuyo condado incluía Petrel y Salinas— fue concedido por Felipe II, en 1577, a Joan Coloma i Cardona, hijo del anterior. Enmarcado en el proceso de renovación de la alta nobleza en el Reino de Valencia y para conferir mayor estabilidad a su patrimonio inmobiliario, Joan Coloma creó para su hijo Antonio el vínculo de mayorazgo en 1581. La expulsión de los moriscos obligó a exiliarse a 2.000 moriscos eldenses, con lo que la villa quedó habitada con sólo 600 cristianos viejos. Ante esta situación el conde otorgó una Carta Puebla con la que pretendía repoblar sus tierras, pero las duras condiciones que se imponían hicieron que la recuperación demográfica fuera muy lenta. En 1698 se sustituyó la presa por un gran pantano.
Durante la guerra de Sucesión el conde don Francisco Coloma apoyó al archiduque Carlos, mientras la mayoría de la población eldense se decantaba por el rey Felipe V. Finalizada la guerra con el triunfo borbónico, el rey otorgó a la villa el título de "Fidelísima" y castigó al conde con la confiscación de sus bienes y posesiones, aunque pocos años más tarde fue perdonado y sus derechos y privilegios restituídos. Tras la muerte sin descendencia directa del conde, el título pasaría a la familia Arias-Dávila, después a los condes de Cervelló y, por último, a los Falcó, duques de Fernan-Núñez. A lo largo de los siglos XVIII y XIX se conoció una etapa de prosperidad en la que ayudó el paso del camino real de Madrid a Alicante y posteriormente el ferrocarril. En 1904 obtuvo el título de ciudad.
Durante el último periodo de la Guerra Civil Española, en el que la provincia de Alicante fue uno de los últimos reductos en caer, Elda se convirtió en capital en funciones de la II República Española, ya que el Gobierno se refugió en Elda-Petrel semanas antes de partir al exilio. La residencia del Presidente Negrín, se situó en la finca El Poblet de Petrel, mientras que el Consejo de Ministros se celebraba en las Escuelas Nacionales de Elda.