Joaquín
Sabina
En su santuario...
sobre lágrimas, egos haciendas."
Cuando labios sinánima quieran
quererte al contado liquida la tienda"
Joaquín Sabina
No permita la virgen
Dímelo en la calle (2002)
Aunque es ateo, Joaquín Sabina tiene en su casa una gran colección de
vírgenes, santos, ángeles, relicarios y todo tipo de iconos de la
religión católica. ¿Contradicción? Él mismo dió la respuesta en una
entrevista realizada hace unos años: "Yo soy ateo gracias a dios como
decía don Luis Buñuel. Yo
estuve ocho años en un colegio religioso, fui un niño de comunión
diaria, tengo la casa llena de vírgenes, y no me refiero a mis novias
porque yo soy un caballero.La Biblia es un libro muy hermoso y por eso
soy un cantante muy bíblico. Después de Bob Dylan... pero es que él es
muy bíblico, hasta tiene una
foto con el Papa... Y si yo me lo encontrara inmediatamente también le
diría “¿Te importa que me haga una foto contigo?”.
Como bien se decía en un reportaje de la revista Nuevo estilo
"Su casa es como él, un exceso ordenado. Si algo pudiera definirla,
sería la palabra coleccionismo. Sabina atesora de todo: relojes, muñecas
y frascos de farmacia antiguos, juguetes de hojalata, vírgenes,
instrumentos de música, alamares, capotes de torero." Según sus propias
palabras, esta costumbre se debe a su "espíritu chamarilero", que le
coleccionar objetos "que a menudo no tienen ningún valor, pero sí alma".
Lo que si tiene mucho valor son sus libros (más de 10.000 entre los que
se encuentran grandes ejemplares de coleccionista) y algunos
cuadros como el dibujo que le regaló Alberti y que había hecho
especialmente para él. Además de vírgenes a las que le "gusta desnudar",
colecciona en su casa fotografías de momentos importantes de su vida
con sus amigos y decenas de caricaturas suyas. En especial, guarda con
gran cariño la realizada por Gallego y Rey.
Su dormitorio es, como el resto de la casa, bastante peculiar. Detaca un
gran espejo antiguo y unas mascaras venecianas que completan una
decoración que copió "de una casa de putas". La leyenda cuenta que,
incluso, llegó a tener en su cuarto un confesionario donde guardaba la
televisión y las películas X que tanto le gustan.
Y para adornar el original pasillo circular, una completa colección de
tablas de sarhua, que ha ido aumentando poco a poco con regalos y
adquisiciones propias. Estas tablas muestra del arte popular peruano,
narran escenas de la vida cotidiana y era tradición regalarlas a los
recién casados.