Tu camino al periodismo


Parece obvio que te fallas en algún aspecto lingüístico de tu contestación a juzgar por la cara que ella está poniendo. Pese a tu garrafal error, ella sigue manteniendo su tono cálido y te indica dónde encontrar el buzón. Dejas el trabajo y continúas con tu vida con normalidad.

Con el paso del tiempo te fueron recordaron una y mil veces que debías mejorar tu expresión oral y escrita, que te hicieras con un buen manual de español correcto y te lo empollaras, pero tú siempre pasaste de preocuparte por ese perfeccionismo extremo de los petulantes.

Al salir al mundo laboral y continuar con tu actitud anti-RAE, un productor de televisión te oyó por casualidad y te propuso dirigir un programa de corazón con tu peculiar oratoria como reclamo. Lo llamasteis Vulgar vida y su “gracia” radica en que tú y tus colaboradores habláis con todos los vulgarismos que sabéis, reivindicando cada dos por tres la libertad despresión.

En el programa emitís los reportajes más rancios sobre los personajes más rancios del pseudo-periodismo más rancio del corazón. No os cortáis un pelo, lo decís todo, sea verdad o mentira, insultáis, humilláis y defecáis información agresiva y altamente contaminante para una democracia parlamentaria, pero la gente os adora. Aparte de la millonada que tenéis en el banco, lo mejor de todo, y lo que a ti te hace más ilusión después del dinero, es que la gente os imita y ahora abandona su lengua a toda clase de barbaridades lingüísticas… y tan felices.

Mientras preparas una primicia sobre el amante de un importante empresario que está casado con una top-model y tiene tres hijos consentidos, tu mente recuerda aquellas asignaturas de Lengua Española tan estúpidas e inservibles para ti y tu brillante futuro.

Henoragüena, journalista.

 

FIN

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