Sigue conservando el optimismo, la dulzura y el romanticismo que supongo que todas perdimos en el momento que pusimos el primer pie en Manhattan. Cumplió su sueño infantil de casarse con un “soltero de oro” Trey MacDougal, del que ya está felizmente divorciada. La inocente Charlotte es el contrapunto al cinismo de Miranda, a la frivolidad de Samantha y supongo que a mi pesimismo, aunque en ocasiones nos haya dado verdaderas lecciones de lo que es el coraje y la fe en lo que siempre ha creído. Después de todo este tiempo compartiendo su amistad, me pregunto ¿reside una pequeña Charlotte dentro de cada una de nosotras?