Fragmentos de Shakespeare
Contenidos
El pícaro en Shakespeare y su merecido castigo ante la sociedad.
Fragmentos de Mucho ruido y pocas nueces/ Much Ado About Nothing.
Fragmento de Othello, el Moro de Venecia/ Othello, the Merchant of Venice
1. El pícaro inglés y su merecido castigo ante la sociedad.
La novela picaresca originaria como novedad literaria en España en el siglo XVI tuvo su impacto en la literatura europea posteriormente. Mediante una lectura contrastiva del pícaro en Cervantes y Shakespeare cabe constatar la notable diferencia especialmente en el desenlace de las obras de ambos autores. Al igual que en el pícaro de Cervantes, el pícaro será el antihéroe, el contrapunto al ideal caballeresco.
Shakespeare representa a un pícaro que ejerce su astucia y maldad al sentirse desplazado, marginado en su realidad social. Quiere mejorar su condición y por ello, en contraste con la intención del pícaro de Cervantes, su fin no es el dinero. No es un pícaro pobre, tiene cierto rango social, al cual ha accedido por el beneplácito del azar. Sin embargo, su actitud malvada por superarse está condenada a llevarle al fracaso. Será castigado o se arrepentirá. No hay posibilidad alguna de vuelta atrás a su estado inicial. Tendrá que asumir su castigo. Una cualidad interesante, común a los personajes de Iago en Othello y Don Juan en Mucho Ruido y pocas nueces, es su actitud altanera en un principio. Posteriormente, actúan como súbditos doblegados a las personas que quieren hundir, al mismo tiempo actuando con astucia para cumplir su objetivo. Por último, destacaría su cobardía, la cual les lleva a escapar con tal de no estar presentes en el momento su desenmascaro.
Shakespeare en Othello, el moro de Venecia conduce a su pícaro, Iago, a ser castigado y condenado ante la sociedad. Su argucia no es digna de ser alabada, sino todo lo contrario. La avaricia por el poder es castigada ante los ojos de la sociedad, y con ella Iago. Su propia esposa, Emilia, será la que le descubra.
En Mucho ruido y pocas nueces, Don Juan es descubierto en su trama. De hecho, Borachio, uno de sus fieles cómplices le delata, arrepintiéndose este último por su actos cometidos. Pero el castigo merecido será aplicado a Don Juan por el mal causado por la envidia y la rabia hacia su hermano, Don Pedro, quien ocupa un lugar privilegiado en la sociedad de Mesina.
Las obras concluyen con un final cerrado, donde el único eslabón abierto es el castigo que les será aplicado a sus traidores.
2. Fragmentos de Mucho ruido y pocas nueces/ Much Ado About Nothing
ACTO PRIMERO- ESCENA III Otro aposento en la casa de Leonato. Entran DON JUAN y CONRADO. CONRADO.—¡Buenos tiempos! ¿Qué es eso, señor? ¿De qué nace esa tristeza sin medida? DON JUAN.—No tiene medida el asunto que la nutre. Por consiguiente, mi tristeza ha de ser ilimitada. CONRADO.—Debierais atender a la razón. DON JUAN.—Y aun cuando la atendiese, ¿qué beneficio me reportaría? CONRADO.—Si no un remedio instantáneo, a lo menos una resignación paciente. DON JUAN.—Me asombra que tú, nacido —como dices— bajo la influencia de Saturno, trates de aplicar un remedio moral a una dolencia mortal. Yo no sé disimular. Me es forzoso estar triste cuando tengo motivos, y ninguna chanza me haría sonreír; comer si siento apetito, y no esperar la comodidad de nadie; dormir cuando me acosa el sueño, sin atender a los negocios de los demás; y reírme si estoy alegre, a despecho del humor de quien fuere. CONRADO.—Sí, pero no debierais hacer clara demostración de ello mientras no podáis reportaros. Os habéis rebelado recientemente contra vuestro hermano, quien acaba de reponeros en su gracia, donde es imposible que echéis hondas raíces si no cultiváis el terreno con vuestras propias obras. Es indispensable que aprovechéis la estación para recoger vuestra cosecha. DON JUAN.—Preferiría ser gusano en un zarzal a convertirme en rosa por su gracia, y cuadra más a mi temperamento ser desdeñado de todos que acomodar mi comportamiento a los demás para obtener el afecto de uno. De esta manera, si no paso por honrado adulador, nadie podrá negar que soy un pillo franco. Se fían de mí con mordaza y con trabas se me da soltura. Por consiguiente, he decidido no cantar en mi jaula. Si tuviera la boca libre, mordería; si gozara de libertad, obraría a mi antojo. En mi ínterin, déjame ser como soy y no trates de cambiarme. CONRADO.—¿No podéis sacar ningún partido de vuestro descontento? DON JUAN.—Todo el partido posible, pues es mi único partido. ¿Quién llega? Entra BORACHIO. ¿Qué hay de nuevo, Borachio? BORACHIO.—Vengo de allá dentro, de una gran cena. Vuestro hermano el príncipe está siendo festejado egregiamente por Leonato; y os traigo noticias de un matrimonio en cierne. DON JUAN.—¿Servirá de plano para construir alguna desazón? ¿Quién es el insensato que se desposa voluntariamente con la inquietud? BORACHIO.—¡Pardiez!, no sino el brazo derecho de vuestro hermano. DON JUAN.—¿Quién? ¿El gentilísimo Claudio?BORACHIO.—El mismo. DON JUAN.—¡Bizarro mozo! ¿Y con quién? ¿Con quién? ¿En quién ha puesto los ojos? BORACHIO.—¡Por mi fe! En Hero, la hija y heredera de Leonato. DON JUAN.—¡Una polluela precoz! ¿Cómo lo sabéis? BORACHIO.—Estando haciendo el oficio de sahumador, y mientras quemaba perfumes en una habitación mal aireada, vi llegar del brazo al príncipe y a Claudio, discurriendo en grave plática. Me oculté rápidamente detrás de un tapiz, y desde allí les oí cómo acordaron que el príncipe cortejaría a Hero por su propia cuenta y que después, una vez conseguida, la cedería al conde Claudio. DON JUAN.—Venid, venid, vamos allá; esto puede servir de pasto a mi descontento. Ese héroe improvisado recoge toda la gloria de mi caída. Si puedo interponerle algún obstáculo en su camino, cualquier camino me parecerá venturoso. Cuento con vosotros dos. ¿Me prestaréis ayuda? CONRADO y BORACHIO.—Hasta la muerte, señor. DON JUAN.—Vamos a esa gran cena. Su mayor placer es el de verme caído. –¡Si el cocinero compartiera mi intención!– ¿Vamos a tantear el terreno? BORACHIO.—Estamos a las órdenes de vuestra señoría. (Salen.) |
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Don Juan, hermano bastardo de Don Pedro de Aragón, es el pícaro por excelencia en esta obra. Se ha reconciliado con su hermano. Pero esta reconciliación no le aporta felicidad. No cree que está reconsiderado socialmente como considera debería estar. Y es esto lo que genera su malestar. Conrado, leal a Don Juan, le aconseja actúe sutilmente con tal de recuperar la benevolencia y consideración de su hermano. El orgullo de Don Juan le impide actuar como se le aconseja. Se siente abatido ante su posición en la sociedad, ya que su hermano disfruta de su estado de ánimo precario. El hecho de enterarse que Don Pedro va a actuar como intermediario en conseguir el enlace entre Claudio y Hero le motiva a salir de su decaimiento y, por ello, trama una artimaña con tal de derrocar a su hermano Pedro y ocupar el puesto que él considera le corresponde. Boracchio y Conrado serán sus leales cómplices.
ACTO II- ESCENA PRIMERA Baile. Después salen todos, menos DON JUAN, BORACHIO y CLAUDIO. DON JUAN.—Indudablemente, mi hermano se ha prendado de Hero; y ha llamado aparte a su padre para declarárselo. Las damas han seguido a la bella y no queda más que una máscara. BORACHIO.—Y ésa es Claudio; le conozco en el porte. DON JUAN.—¿No sois el signior Benedicto? CLAUDIO.—Habéis acertado; el mismo soy. DON JUAN.—Signior, sois el amigo íntimo de mi hermano. Está enamorado de Hero. Os ruego le hagáis desistir de ese enlace. Ella no es de una cuna igual a la suya. Podéis representar en ello el papel de un hombre honrado. CLAUDIO.—¿Cómo sabéis que la ama? DON JUAN.—Le he oído jurarle amor. BORACHIO.—Yo también; y juró que se casaría con ella esta misma noche. DON JUAN.—Venid, vámonos al banquete. (Salen DON JUAN y BORACHIO.) CLAUDIO.—He contestado así al nombre de Benedicto, mas he oído esas malas nuevas con los oídos de Claudio. Es cierto; el príncipe la corteja para sí. La amistad es en todo consecuente, salvo en el oficio y negocios del amor. Por lo tanto, es preciso que en el amor los corazones no se valgan de intérpretes, y que los ojos traten por su cuenta, sin fiarse de mediador alguno, pues la hermosura es una hechicera con cuyos encantos la lealtad se trueca en pasión. Es un hecho que se comprueba a todas horas, y yo no he sabido recelar. ¡Adiós, pues, Hero!
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Don Juan quiere demostrar una inocencia aparente en su conversación con Claudio. Las máscaras encubren sus físicos. Por lo tanto, dan pie al juego del que quiere disfrutar nuestro pícaro. Don Juan hace creer a Claudio que le ha reconocido pese a llevar máscara como Benedicto, fiel amigo de su hermano Don Pedro. Claudio aprovecha la ocasión para hacerse pasar por Benedicto. Cual es su sorpresa en en su conversación, Don Juan le hace creer a Claudio que su hermano está enamorado de Hero. Por ello, su interés no es sin ánimo de lucro como le hace confiar a Claudio, sino otro que el de acercarse al padre de Hero y beneficiarse él del momento. Don Juan enmascara esta conversación a modo de confesión al supuesto Benedicto para que interceda por él para que se aleje de Hero por tratarse de mujer deshonrada.
ACTO SEGUNDO- ESCENA SEGUNDA Otro aposento en la casa de Leonato. Entran DON JUAN y BORACHIO. DON JUAN.—Es cosa hecha; el conde Claudio se casará con la hija de Leonato. BORACHIO.—Sí, señor; pero yo puedo impedirlo. DON JUAN.—Toda barrera, todo obstáculo, todo impedimento será bálsamo a mi herida. Estoy enfermo de disgusto contra él, y todo cuanto venga a contrariar su deseo se hallará en el mismo plano y a nivel del mío. ¿Cómo puedes frustrar ese matrimonio? BORACHIO.—No de un modo honrado, señor; pero sí tan encubiertamente que nadie sospechará de mi bellaquería. DON JUAN.—Muéstrame cómo en pocas palabras. BORACHIO.—Creo haber dicho a vuestra señoría, hace ya un año, que gozo mucho del favor de Margarita, la doncella de Hero.DON JUAN.—Lo recuerdo. BORACHIO.—Puedo citarla a cualquier hora intempestiva de la noche para que se asome a la ventana del aposento de su señora. DON JUAN.—¿Qué vida hay en eso para causar la muerte de ese enlace? BORACHIO.—El veneno de que disponéis a vos toca el aderezarlo. Buscad a vuestro hermano, el príncipe; no vaciléis en decirle que empañaría su honor uniendo al reputado Claudio —cuyos méritos ensalzaréis hasta lo sumo— a una ramera pervertida, a una tal como Hero. DON JUAN.—Y qué prueba alegaré. BORACHIO.—Prueba sobrada para engañar al príncipe, vejar a Claudio, hundir a Hero y matar a Leonato. ¿Qué otro resultado podéis desear? DON JUAN.—Soy capaz de cualquier cosa con tal de ultrajarlos. BORACHIO.—Pues bien, manos a la obra. Procuradme una hora propicia para llamar aparte a don Pedro y al conde Claudio; contadles que sabéis que Hero me ama; pretextad una especie de celo, así por el bien del príncipe como por el de Claudio, como si —con objeto de poner a salvo el honor de vuestro hermano, que ha concertado esta boda, y la reputación de su amigo, a punto de ser embaucado por las apariencias nada más de una doncella— lo hubierais descubierto todo. Apenas han de creerlo sin una demostración. Ofrecedles pruebas que consistirán nada menos que en verme en la ven tana de su cuarto, oírme llamar a Margarita Hero; nombrarme Margarita Claudio, y elegid para que presencien esto la misma noche anterior al proyectado matrimonio, pues en tanto yo dispondré la coartada de manera que Hero esté ausente; y su infidelidad aparecerá tan manifiesta, que la sospecha se convertirá en certidumbre, y todos los preparativos trastornados. DON JUAN.—Cualquiera que sea el resultado adverso que de aquí surja, quiero ponerlo en práctica. Sé astuto en el proyecto, y tendrás mil ducados de recompensa. BORACHIO.—Mostraos vos firme en la acusación, y no me avergonzará mi astucia. DON JUAN.—Voy a informarme inmediatamente del día de su boda. (Salen.) |
ACT II- SCENE II
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Borachio facilita a Don Juan un plan para llevar a cabo su artimaña . Es consejero de Don Juan. Le orienta sobre que el mejor modo de convencer a los demás de su treta ser firme y ratificarse en su propia argucia, su propia mentira.
ACTO TERCERO- ESCENA SEGUNDA Entra DON JUAN.DON JUAN.—Mi señor y hermano, Dios os guarde. DON PEDRO.—Buenas tardes, hermano. DON JUAN.—Quisiera hablar con vos, si disponéis de tiempo. DON PEDRO.—¿A solas? DON JUAN.—Si os place; sin embargo, el conde Claudio puede escuchar, pues lo que he de deciros le concierne. DON PEDRO.—¿De qué se trata? DON JUAN.—(A CLAUDIO.) ¿Piensa casarse mañana vuestra señoría? DON PEDRO.—Ya sabéis que sí. DON JUAN.—No sé si se casará o no, cuando sepa lo que yo sé. CLAUDIO.—Si hubiese algún impedimento, os suplico que lo manifestéis. DON JUAN.—Quizá creáis que no os estimo; eso se aclarará luego, y tendréis mejor opinión de mí en vista de lo que voy ahora a descubriros. Por lo que hace a mi hermano, pienso que os considera mucho, y por afecto de corazón ha contribuido a efectuar vuestro enlace. Cortejo, a la verdad, mal entendido y trabajo mal empleado. DON PEDRO.—Pero, ¿qué sucede? DON JUAN.—Vengo aquí a deciros, y abreviaré pormenores —pues ella hace bastante tiempo que anda en lenguas de todos—, que la dama es desleal. CLAUDIO.—¿Quién? ¿Hero? DON JUAN.—La misma. Hero, la hija de Leonato; vuestra Hero, la Hero de todo el mundo. CLAUDIO.—¿Desleal? DON JUAN.—La palabra es demasiado suave para pintar su maldad. Puedo decir que es peor; buscad un calificativo peor, y sabré justificarlo. No os admire hasta tener mayor garantía; si no, venid esta noche conmigo, y veréis escalar la ventana de su aposento en la noche víspera del día de su boda. Si la podéis amar entonces, casaos mañana con ella; empero convendría más a vuestro honor cambiar de intento. CLAUDIO.—¿Puede ser tal cosa? DON JUAN.—Si no os atrevéis a dar crédito a lo que veáis, no confeséis que lo habéis visto. Si queréis seguidme, os mostraré lo suficiente, y cuando veáis y oigáis más, obrad en consecuencia. CLAUDIO.—¡Si viese esta noche cosa alguna por la cual no deba casarme con ella mañana, la avergonzaré en la congregación donde hubiera de desposarme! DON PEDRO.—Y así como la cortejé en tu nombre para obtenerla, me uniré contigo para confundirla. DON JUAN.—No la desdoraré más hasta que seáis testigos de lo he anticipado. Conservad la serenidad siquiera hasta la medianoche, y dejad que el caso se aclare por sí mismo. DON PEDRO.—¡Oh día aciagamente tornado! CLAUDIO.—¡Oh desgracia extrañamente sobrevenida! DON JUAN.—¡Oh calamidad a tiempo evitada! Así os expresaréis cuando hayáis visto el resultado.(Salen.) |
ACT III- SCENE II
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Con este acto me sobreviene a la cabeza el dicho popular "las apariencias engañan". Se observa explícitamente un cambio en la actitud de Don Juan con su hermano. Demuestra su lealtad fraternal y con ella ayuda enmascara su ayuda a Claudio. Es un lobo disfrazado de cordero, haciendo uso de su sutileza para infundir dudas a Claudio sobre la fidelidad de su futura esposa, Hero. Esa duda que ha generado se la quiere demostrar a Claudio viendo con sus propios ojos la deslealtad de Hero. Y no será a Hero, sino a su doncella Margarita con el leal ayudante de Don Juan, Boracchio a quien Claudio oirá despedir.
ACTO QUINTO- ESCENA CUARTA CLAUDIO.—Bien esperé yo que rechazaras a Beatriz, para haberte sacado a palos de tu vida de soltero y hecho de ti un hombre de dos caras; lo que acontecerá, sin disputa, si mi prima no te vigila muy estrechamente. BENEDICTO.—Vamos, vamos, somos amigos. Tengamos un baile antes de casarnos, para aligerar nuestro corazón y los talones de nuestras mujeres. LEONATO.—Ya bailaremos después. BENEDICTO.—¡Antes, por mi palabra! ¡De consiguiente, tocad, músicos! Príncipe, estás triste. ¡Búscate mujer, búscate mujer! ¡No hay bastón más respetable que el que termina en cuerno! Entra un MENSAJERO. MENSAJERO.—Señor, vuestro hermano Juan ha sido detenido en su fuga, y se le trae a Mesina con gente armada. BENEDICTO.—No pienses en él hasta mañana. Yo te sugeriré para él un duro castigo. ¡Sonad, chirimías! (Baile. Salen.) |
ACT V - SCENE IV
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La obra finaliza con el consiguiente castigo de Don Juan quien ha huido de Mesina, al realizarse la confesión de Borachio de su complicidad con su amo por calumniar a la señora Hero. Concluye con el doble matrimonio de Beatriz y Benedito, una relación amorosa impensable al rpincipio debido a sus continuas desavenencias verbales, y el de Claudio y Hero, pese a la trama de Don Juan por perturbar su desenlace.
3. Fragmentos de Othello, el Moro de Venecia/ Othello, the
Merchant of Venice
El desencadente que llevará la trama de la obra de Othello, el moro de Venecia se explicita nada más comenzar la obra. Miguel Cassio ha sido nombrado teniente de Othello. Este hecho es considerado como despreciativo por parte de iago y provoca que emane en él la malicia que ocultará en su servicio leal a Othello y la amistad hipócrita con Cassio con tal de lograr conseguir su puesto como teniente.
ACTO SEGUNDO- ESCENA III YAGO.- Vos y cualquiera puede emborracharse alguna vez. Ahora oíd lo que os toca hacer. La mujer de nuestro gobernador le domina a él, porque él está encantado y absorto en la contemplación de su belleza. Decidle la verdad, ponedla por intercesora, para que os restituya vuestro empleo. Ella es tan buena, dulce y cariñosa que hará de seguro más de lo que acertéis a pedirla: ella volverá a componer esa amistad quebrada entre vos y su esposo, y apostaría toda mi dicha futura a que este disgustillo sirve para estrecharla más y más. CASIO.- Me das un buen consejo. YAGO.- Y tan sincero y honrado como es mi amistad hacia vos. CASIO.- Así lo creo. Lo primero que haré mañana será rogar a Desdémona, que interceda por mí. Si ella me abandona, ¿Qué esperanza puede quedarme? YAGO.- Bien decís. Buenas noches, teniente. Voy a la guardia. CASIO.- Buenas noches, Yago. YAGO.- ¿Y quién dirá que soy un malvado, y que no
son buenos y sanos mis consejos? Ese es el único modo de persuadir a
Otelo, y muy fácil es que Desdémona interceda en favor de él, porque
su causa es buena, y porque Desdémona es más benigna que un ángel del
cielo. Y poco le ha de costar persuadir al moro. Aunque le exigiera que
renegase de la fe de Cristo, de tal manera le tiene preso en la red de
su amor, que puede llevarle a donde quiera, y le maneja a su antojo. http://members.fortunecity.com/detalles2002/teatro/william/otelo.html |
ACT II- SCENE II
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El personaje de Iago es el pícaro por excelencia de la obra de Othello. Iago sugiere a Cassio que le pida ayuda a su mujer, Desdémona, ya que al estar casada con Othello, su poder sobre él le facilitará las cosas para que le devuelva su puesto. A su vez, Iago, tiene la intención de ocasionar celos a Othello por parte de Cassio, como se verá posteriormente, celos infundados que desgraciadamente llevarán a un fin lamentable. rodrigo es cómplice de Iago a su vez. Iago posee un gran poder de convicción. De hecho, cuando Rodrigo está a punto de echarse atrás, retoma su situación de tal modo que da a entender que todo está sucediendo como procede. es cuestión de dar tiempo al tiempo.
Othello no quiere dejarse llevar por esos celos infundados sin falta de pruebas. Sin embargo, la malicia de Iago llega a tal extremo que cuando ve desvanecerse la posible existencia de duda hacia Desdémona lanza la última afirmación para generar de nuevo el malestar que le están propiciando esa posible infidelidad de su esposa.
ACTO QUINTO- ESCENA II EMILIA.- Si eres hombre, desmiéntele. Él cuenta que tú le dijiste que su mujer le era infiel. Yo sé bien que no lo has dicho, porque no eres tan malvado. Habla, respóndele, que el corazón quiere saltárseme. YAGO.- Le dije lo que yo tenía por cierto, y lo que luego él ha averiguado. EMILIA.- ¿Y tú le dijiste que mi señora no era honrada? YAGO.- Sí que se lo dije. EMILIA.- Pues dijiste una mentira odiosa, infernal y diabólica. ¡Poder de Dios! ¿Y le dijiste que era infiel con Casio, con Casio? YAGO.- Sí, con Casio. Cállate, mujer. EMILIA.- No he de callar. Es necesario que yo hable. Mi pobre señora yace muerta en su lecho. TODOS.- ¡No lo consienta Dios! EMILIA.- Y tus delaciones son causa de su muerte. OTELO.- No os asombréis, señores. Así ha sucedido. GRACIANO.- ¡Horrenda verdad! MONTANO.- ¡Espantoso crimen! EMILIA.- Aquí se esconde alguna infernal añagaza... Y empiezo a sospechar... ¡Ah, sí: ya caigo!... Lo que siempre recelé... ¡Infame! ¡Me ahoga la ira! ¡Oh trama inicua! YAGO.- ¿Estás loca? Vete a casa. Te lo mando. EMILIA.- Caballeros, dejadme hablar. Otra vez le obedeceré, no ahora. Y quizá nunca volveré a tu casa, Yago. OTELO.- ¡Ay! ¡Ay! EMILIA.- ¿Al fin lo sientes? Ruge, ruge. Has asesinado a la más santa y hermosa criatura que ha visto nunca la luz del sol. OTELO.- (Levantándose.) ¡Fue adúltera! No os había conocido, tío. (A GRACIANO.) Ahí tenéis muerta a vuestra sobrina, y muerta a mis manos. Sé que esto os parecerá horrible... GRACIANO.- ¡Pobre Desdémona!... Cuán feliz es tu padre en haber pasado ya de esta vida. Tu boda le mató: el pesar de ella bastó a cortar el hilo de sus días. Pero si hoy viviera, y la viese muerta, pienso que había de maldecir hasta de su ángel de guarda, provocando la indignación del cielo. OTELO.- ¡Qué dolor! Pero Yago sabe que ella mil veces se entregó a Casio. El mismo Casio lo confesaba, y además recibió de ella, en pago de su amor, el pañuelo, el regalo nupcial que yo le hice, un pañuelo que mi padre había dado a mi madre. Yo mismo le he visto en manos de Casio. EMILIA.- ¡Dios poderoso! ¡Dios de bondad! YAGO.- ¡Calla, te digo! EMILIA.- No: no puedo callar, no quiero. Hablaré libre como el viento, aunque me condenen Dios y los hombres y el infierno. No callaré: debo hablar. YAGO.- ¡Infame prostituta! EMILIA.- ¿Que ella se lo dio a Casio? No: ¡si le encontré yo, y se lo di a mi marido! YAGO.- Mientes, malvada. EMILIA.- No miento, no. Caballeros, no miento. ¡Bestia cruel! ¡Estúpido! ¿Cómo habías tú de poder contra esa santa? OTELO.- ¡Monstruo! ¿No hay rayos en el cielo, o es que el trueno se los apropió todos? (Se arroja sobre Yago, Pero éste hiere a Emilia y huye.) GRACIANO.- Sin duda ha muerto a su mujer. EMILIA.- Sí: muerta soy: colocadme al lado de mi ama. http://members.fortunecity.com/detalles2002/teatro/william/otelo.html |
ACT V- SCENE II
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Desdémona yace muerta asesinada por su esposo, Othello. Emilia, la esposa de Iago maldice a su marido. Niega a Othello infidelidad alguna por parte de su señora. Desvela la maldad de Iago: le pide que confiese y él ordena callar a su esposa.ve que todo se le está desmoronando. Emilia resuelve todo el embrollo, pero hay determinadas circunstancias que ya no podrán cambiar. Emilia es asesinada por su esposo y Othello se suicida. El castigo que debe ser ejecutado a Iago es corroborado por la carta encontrada en el bolsillo de su cómplice asesinado, Rodrigo, para que matase a Cassio por orden del celoso Othello.
Iago será torturado para que sufra por los males ocasionados.
© Area Dr. Vicente Forés. ©
Noelia Lozano Martínez
Última actualización en Valencia 02/02/2005