Índice      Anterior

 

4.3. Nuevos actores y nuevos conflictos por el uso de los espacios periurbanos:

 

   La heterogeneidad social de los espacios rurales periurbanos está en la base de los fuertes antagonismos que en ellos aparecen entre los habitantes autóctonos o antiguos y los exurbanitas, con un nivel adquisitivo superior y con un modo de vida totalmente urbano que se traduce en un determinado tipo de demanda de servicios públicos y privados.

 

   Otro tipo de conflictos es el relacionado con el cambio de uso del suelo, entre la actividad original, la agricultura, y los nuevos usos o entre estos últimos. En las áreas periurbanas españolas los municipios tienen un alto grado de autonomía, con estrategias y objetivos específicos cuya evolución está determinada por las relaciones de poder que se ejercen en el ámbito local, relaciones de fuerza en las que también intervienen actores u organismos externos más o menos próximos. Es el mercado del suelo el elemento principal alrededor del cual se organizan los grupos sociales y sus actividades, donde aparecen las rivalidades y se establecen las alianzas.

 

Philippe Cadène en el análisis de los espacios periféricos a diez aglomeraciones urbanas francesas, demasiado próximos para escapar a la presión urbana y lo suficientemente alejados para que no exista un frente urbanizador social y espacial que les confiera un carácter urbano en un futuro inmediato, distingue hasta seis grupos de actores en la afectación del espacio en función de:

 

·        Su posición social y profesional.

·        Su posición en relación con la propiedad del suelo.

·        El grado de integración en la colectividad.

·        Su lugar de residencia habitual.

·        La edad.

·        La composición y el origen de las familias. (Cadène, 1990: 238)

 

Los seis grupos de actores pueden desagregarse de acuerdo con la actitud mostrada frente a la oferta de terrenos y la urbanización de éstos, teniendo en cuenta que la presencia de la totalidad de ellos no tiene porqué darse en cualquiera de estos municipios periurbanos:

 

·        Cuatro de ellos con actitudes favorables:

 

        Agricultores ancianos sin sucesión en la actividad, a menudo pobres, próximos a su edad de retiro o ya jubilados.

        Descendientes y herederos de agricultores que no tienen la intención de proseguir con las explotaciones agrícolas o bien viven fuera del municipio.

        Pequeños propietarios que no trabajan sus tierras.

        Grandes propietarios que a pesar de su apego patrimonial aceptan a veces vender parte de sus tierras.

 

·        Los otros dos grupos tienen estrategias tendentes a la regulación o al bloqueo de la oferta de suelo o a la urbanización:

 

        Agricultores activos, normalmente jóvenes o más mayores que están preparando la sucesión en la actividad para sus hijos.

        Nuevos residentes que han huido de la ciudad y pretenden mantener el paisaje que les ha atraído.

 

Asimismo distingue tres grandes tipos de conflictos que concurren en la afectación del espacio municipal o derivan de la urbanización de éste:

 

·        Conflictos relacionados con proyectos supramunicipales de ordenación del territorio:

 

En este nivel los actores no se identifican con ninguno de los seis grupos locales anteriormente descritos. Son responsables administrativos o políticos de las instituciones implicadas en los proyectos de infraestructuras y equipamientos o en los planes de ordenación del territorio y de los recursos como son, según la escala para el caso español, los ministerios (estatal), las consejerías (autonómica), las diputaciones (provincial) o los ayuntamientos de los municipios afectados (local). La población local tiene poco poder de decisión a este nivel de conflictos, en la mayoría de los casos los proyectos y planes son impuestos sin posibilidad de debate.

 

Las desavenencias surgen por la construcción de las vías de comunicación y de determinados equipamientos o dotaciones y por la voluntad de liberar espacios para la urbanización por un lado y de las intenciones de salvaguardar determinados espacios por otro, independientemente de quienes sean los que persigan un objetivo u otro. Por ejemplo, la decisión política de construir una carretera o autopista puede chocar con el deseo de conservación de las zonas agrícolas o naturales de las asociaciones de agricultores o de los grupos ecologistas, o bien, el afán por urbanizar una zona costera de marjales puede topar con preceptos legales de conservación de estos espacios. Así vemos cómo la administración, en sus distintos niveles puede aparecer como preservadora o destructora del espacio agrario o natural.

 

Generalmente los proyectos supramunicipales se justifican en aras del bien público  lo cual es normalmente asumido por la población en su conjunto, el problema es el trazado de las infraestructuras de transporte, la ubicación de los equipamientos públicos o la extensión y los límites de las zonas a proteger. Por lo que, a veces, la presión de los grupos de opinión (sindicatos, asociaciones de vecinos, ecologistas…) hace que los organismos supramunicipales abran la negociación a un mayor número de actores para evitar bloqueos o movilizaciones públicas, lo cual suele terminar con modificaciones más o menos sustanciales del proyecto original.

 

·        Conflictos relacionados con el dominio y la ordenación del espacio municipal:

 

En este caso los actores pertenecen a las colectividades locales y pueden identificarse con los seis grupos precitados que se mueven en función de sus intereses los cuales pueden ser comunes a dos o más de estos grupos.

 

Philippe Cadène señala dos situaciones según la evolución de la urbanización municipal:

 

-         En los municipios donde ésta progresa rápidamente los grupos favorables hacen triunfar sus aspiraciones controlando el ayuntamiento en el que sus representantes tienen la mayoría y procuran satisfacer las demandas de sus electores, o más bien valedores, con estrategias muy precisas para aumentar la oferta de terrenos maximizando los beneficios de la venta. Operan como si se tratase de un «sindicato de propietarios» cuyo instrumento principal es el Plan General de Ordenación Urbana que es donde se plasma la política urbanística municipal.

 

La zonificación prevista para el crecimiento urbano municipal en el plan es fuente de conflictos entre los grupos partidarios de la urbanización y también dentro de ellos, ya que ésta dice por donde debe expandirse y qué zonas quedan excluidas lo cual supone escoger entre los interesados a quienes beneficiar y a quienes perjudicar.

 

Otras veces los conflictos aparecen cuando desde una instancia administrativa más alta a la local se establecen normas o leyes urbanísticas que imponen límites o condiciones a la expansión urbana del municipio. Por ejemplo, y sobre todo en municipios periurbanos donde a veces se llega a la conurbación                 –conruración– física, los planes generales de municipios colindantes deben ser coherentes en sus fronteras, es decir, no debieran lindar una zona industrial de uno de ellos con una zona escolar del otro. Otro ejemplo, en nuestro caso, sería la obligación de todo plan municipal de tener parte de su suelo sometido a especiales medidas de protección.

 

Los grupos reacios a la creación de polígonos de expansión urbana utilizan los cauces de participación previstos por la ley en la elaboración de los PGOU’s pero rara vez consiguen frenar la tendencia ya que sus reivindicaciones tienen escaso eco entre los ediles de la corporación municipal.

 

-         En los municipios donde se da una agricultura de fuertes rendimientos y además el número de nuevos residentes es importante y por tanto han conseguido influir en las decisiones municipales, podemos encontrar situaciones de auténtico bloqueo, o cuando menos, restricciones fuertes a la oferta de suelo urbanizable. Normalmente esta política es el fruto de una alianza entre agricultores y recién llegados, el problema es que los intereses de ambos grupos no coinciden enteramente y los valores en absoluto ya que mientras unos esperan mantener un paisaje limpio y natural, los otros sólo quieren explotar la tierra lo más intensamente posible pues en ello están sus intereses materiales. Para unos el espacio municipal es un marco de vida elegido por sus condiciones ambientales y de tranquilidad mientras que para los otros es un espacio para su explotación. Así los conflictos también aparecen entre quienes se oponen a la urbanización. Su alianza presenta pues debilidades importantes.

 

·        Conflictos derivados de la urbanización del espacio municipal:

 

Conforme crece el espacio urbanizado y el número de nuevos residentes surgen nuevos conflictos:

 

-         Diferencias de vecindad relacionadas con las dos formas de uso del espacio rural periurbano, espacio de actividad productiva, no sólo agrícola, y de residencia privilegiada para los recién llegados que se quejan de las prácticas agrícolas como el ruido de las máquinas, los malos olores de abonos y pesticidas o las construcciones agrarias que afean el paisaje. También se lamentan de los polígonos industriales y de servicios que aparecen junto a los cascos residenciales, tan sólo separados por una calle amplia o una estrecha zona verde, que contribuyen al incremento del tráfico rodado en el municipio. Los agricultores por su parte se sienten molestos con la costumbre de pasear por el campo de los nuevos vecinos, lo cual repercute en las cosechas y en las vallas y empalizadas que construyen para protegerlas, y conforme se incrementa la población adventicia aumentan sus recelos pues con su llegada los precios de la tierra se elevan y así no pueden aumentar sus explotaciones, más bien al contrario, las zonas residenciales, los polígonos industriales, las grandes superficies comerciales, las carreteras…, se hacen a costa de las mejores tierras. «La periurbanización acelera la desposesión rural». (Barrère, 1988: 62)

 

Claro que no todos los conflictos de vecinazgo están en relación con la actividad y la residencia, «el discurso rural opone fuertemente a los recién llegados con los autóctonos» (Bonnain, 1990: 205), oposición que responde básicamente a las diferencias de comportamiento, de nivel de vida, de cultura. Las reglas de la sociabilidad local son desconocidas para la mayoría de los nuevos residentes, los cuales a pesar de sus intenciones de integrarse en la colectividad local, cuando las conocen tampoco las aceptan en su totalidad pues son vistas como una merma de su libertad. Los antiguos residentes, sobre todo los ancianos, critican el modo de habitar sus casas, la forma de alimentarse, el modo de vestir, los hábitos de ocio, la educación que dan a sus hijos y los comportamientos desacordes con su condición de clase de los recién llegados. Los jóvenes son más tolerantes puesto que son los primeros en adoptar el modo de vida urbano y son «pieza» clave para la futura integración de los nuevos residentes.

 

Otro punto de confrontación, muy importante en municipios periurbanos con un marcado carácter rural, es esa sutil xenofobia de los autóctonos que llaman forastero a todo aquél que no tenga varias generaciones de antigüedad en el pueblo, aunque haya nacido o viva muchos años en él y que lógicamente es extrapolable a los recién llegados.

 

-         Las reivindicaciones de equipamientos y servicios por parte de los recién llegados, necesarias para poder seguir llevando un estilo de vida urbano, son otro tema de enfrentamiento con los vecinos autóctonos o antiguos acostumbrados a una vida más austera. Algunas de estas reivindicaciones también son asumidas por el resto de la colectividad como la escuela, el instituto de enseñanza secundaria o la ampliación de los servicios sanitarios. Otras como el comedor escolar, las pistas polideportivas, las piscinas públicas… pueden encontrar apoyos entre los habitantes originarios, jóvenes o pertenecientes a un estrato social más elevado, pero la mayoría se opone ya que supone un aumento de los gastos municipales lo cual da pie a otro tipo de conflicto, el relacionado con:

 

-         Las tasas y los impuestos municipales que necesariamente han de incrementarse para poder hacer frente a los gastos relacionados con la construcción de los equipamientos y con la dotación de los servicios reivindicados. Por regla general los costes derivados de estas nuevas demandas sólo son asumidos en parte por los ayuntamientos, saliendo el resto de subvenciones o presupuestos de otras instituciones (consejerías, diputaciones…) de modo que la elevación de la fiscalidad municipal no es tan onerosa para los convecinos pero a pesar de ello «es un asunto simbólico que suscita rencores tenaces». (Cadène, 1990: 248)

 

Todos estos conflictos, sobre todo los de los dos últimos grupos, tiene su máxima expresión en las elecciones municipales y en la configuración de las mayorías en los ayuntamientos donde podemos encontrar, en el conjunto de los municipios periurbanos, una gran diversidad de pactos para alcanzar estas mayorías, a menudo pactos «contra natura», lo cual evidencia que en las elecciones municipales las ideas políticas de los elegidos pesan menos que las opciones de gobierno real, y así también podemos encontrar situaciones en que con una similar composición y una alcaldía del mismo color, la política municipal sea muy distinta en uno y otro municipios vecinos. Todo esto hace que la intensidad y las formas de la urbanización varíen de una forma drástica de unos municipios periurbanos a otros.

 

Índice      Anterior