Las grandes ciudades
españolas han experimentado en los últimos 40 años una serie de procesos
concatenados que también han tenido repercusiones en sus entornos rurales más
inmediatos. En primer lugar, la apertura económica tras el fin de la autarquía
franquista impulsó y consolidó el proceso de industrialización de las áreas
urbanas españolas lo cual, junto a la crisis de la agricultura tradicional,
propició la conjunción de la atracción urbana con la expulsión rural. Las
consecuencias fueron un espectacular crecimiento demográfico y espacial de las
ciudades a la vez que el despoblamiento de las áreas rurales del interior
peninsular. Sin embargo las ciudades, que en su derrame habían invadido el
campo más cercano, no pudieron hacer frente a la intensidad del proceso de
urbanización de la población rural española, por ello, los municipios de sus
periferias rurales también se vieron inmersos en este proceso. Más tarde, a
partir de los años 80, los problemas que la masificación presentaba a la
población urbana propiciaron fenómenos de relocalización residencial en busca
de espacios menos estresantes y de mayor calidad ambiental para habitar.
También algunas actividades fueron abandonando la ciudad por una normativa
ambiental más rígida o, bien, buscaron espacios menos congestionados o mejor
comunicados ahora que la mayor infraestructura viaria lo permitía. Unos mantenían
su lugar de trabajo en la ciudad y las otras su mano de obra por lo que la
nueva localización respecto a ella debería ser periférica.
Si todo esto ha sido así,
la mayoría de los municipios de los espacios periurbanos han incrementado su
población y su espacio urbano residencial en ambos procesos, pero el
crecimiento ha sido cualitativamente distinto. En el aspecto sociodemográfico,
el proceso de urbanización lo protagonizaron gentes del éxodo rural que
llegaron en situaciones económicamente precarias, mientras que el proceso de
periurbanización lo constituyó una parte de la población urbana, no motivada
por cuestiones económicas sino ambientales en el sentido más amplio de la
palabra. Así, en el comienzo de los años 80, estos municipios tenían una situación
de partida distinta de la actual. Ésta sería la primera hipótesis del presente
trabajo que tratará de determinar las diferencias sociodemográficas desde una
óptica histórica. Una segunda hipótesis a demostrar, desde un punto de vista
espacial, es la segregación social del espacio residencial urbano por la
irrupción de urbanitas en busca de un mejor marco de vida. El municipio de El
Puig por su localización periférica respecto de la ciudad de Valencia se ha
visto afectado por las dinámicas generadas por ella, por lo que puede ser un
buen campo de investigación para probar las hipótesis enunciadas.