Al poco rato te das cuenta que te has equivocado. No fue el doctor quien hablo sobre el vestuario de los actores, fue Anabel.

En cuanto llegas a la habitación, coges las fichas de los sospechosos. Mientras las lees, caminas de un lado a otro en actitud reflexiva, hasta que llegas a las grandes ventanas que se abren al balcón. Las cruzas y sales para sentir la fuerza del viento, con la esperanza de que te aclare la mente y agudice tu ingenio. Pero, cuando te vuelves para entrar de nuevo, un pesado jarrón cae y no te golpea en la cabeza por poco. Alguien lo arrojó deliberadamente desde uno de los balcones de los pisos superiores. ¡El asesino debía estar vigilándote desde arriba!

Esta vez te has salvado, pero no vuelvas a equivocarte. Permanece atento a todas las pistas y a todo lo que ocurra, porque la próxima vez puede que no tengas tanta suerte. Y recuerda, el asesino te acecha.

Vuelves a la habitación asustado, y en ese momento tocan a la puerta. Te acercas y abres.