Los niños de todo el mundo han aprendido a disparar con pistolas de juguete antes que a hablar.

Los adultos han aprendido que vale más una razón de calibre 44 milímetros que 44000 palabras.

Los ancianos saben ya que aquellas balas que dispararon en su juventud sólo han traído dictaduras y violaciones.

Nadie nos ha enseñado a leer balas, a dinamitar la sociedad con las palabras, a romper los lazos que nos unen a los borregos. No les conviene. No pueden enseñarnos a leer porque leeríamos otras opiniones -las de los "locos", las de los "marginados"-. No pueden enseñarnos a pensar porque nos preguntaríamos por qué un inocente muere de frío en la calle mientras gente que no hemos visto nunca -que podrían no existir, que podrían ser una ilusión mediática- nos dan índices descendentes del paro.

TODO saltaría en pedazos.

 

Siempre ha habido gente que ha querido disparar al mundo, romperles la tranquilidad con versos que les hirieran el alma. Pero, claro, ellos nunca han figurado en los libros de literatura -¿quién los escribe?-, nunca se les han hecho centenarios, nunca han recibido homenajes de aquellos a quienes querían eliminar. No importa. Siempre permanecerán sus balas mordiendo la carne. Siempre hay gasolina para quemar un poco más de mundo. Siempre hay basura para incinerar con la poesía.

 

francotiradores con mira telescópica

allen ginsberg

charles bukowski

 

francotiradores que abofeteaban a sus víctimas

andré breton

paul eluard

antonin artaud

louis aragon

tristán tzara

 

 

 

 

página todavía en construccion... las balas son clandestinas!!!

 

 

@