Menores
en Situación de Riesgo


Entrevistas
realizadas a jóvenes en riesgo de exclusión social.
Se
pueden considerar menores en situación de riesgo aquellos que, a causa de un
conjunto de factores individuales, sociales y/o ambientales, pueden desarrollar
trastornos emocionales o conductuales.
Las sociedades avanzadas han generado nuevos escenarios y nuevas problemáticas
en la socialización de la infancia, provocando una multiplicidad de factores que
pueden hacer aparecer grupos de riesgo hasta ahora inexistentes, estas nuevas
problemáticas sociales provocan que niños y niñas, que crecen en entornos
familiares normalizados, puedan verse inmersos en procesos de desadaptación o
exclusión social por otras causas ajenas a la familia.
En
esta etapa de la vida, se consolidan comportamientos que van influir durante el
resto de etapas, por lo que se hace necesario una intervención temprana para una
buena prevención, ya que si somos capaces de identificar o predecir a aquellos
niños que están en riesgo, se pueden llevar a cabo intervenciones preventivas
que eviten o interrumpan una evolución de comportamientos antisociales.
Tanto la prevención como el tratamiento, deberían abordarse desde cuatro
niveles:
-
Individual: dirigida a
potenciar los factores personales de cada uno, para que tengan un buen
concepto de sí mismos y se perciban autoeficaces en su vida.
-
Familiar: se puede
entender como foco de intervención principal o como refuerzo de la actuación
del menor. La intervención familiar tiene como objetivo mejorar la interacción
entre padres e hijos mediante la enseñanza de habilidades parentales:
comunicación, confianza…, ya que el conjunto de factores familiares (ej:
pobreza, delincuencia en padres…), favorece la aparición de un conjunto de
aspectos socialmente desviados en los últimos años de la adolescencia y en el
inicio de la edad adulta. Las relaciones entre los padres de niños
antisociales o delincuentes se caracterizan por la infidelidad, los conflictos
y las agresiones.
-
Escolar y comunitario: el
nivel escolar tiene muchas ventajas, ya que en él se tiene acceso a casi la
totalidad de menores con edades de cambios críticos, pero dependerá de las
características del colegio y del profesorado el que se incremente o no el
riesgo de conducta antisocial. La realización de programas de ámbito
comunitarios puede resultar beneficiosa tanto a padres como a niños con alto
riesgo social.
-
Grupo de iguales: muchos
de los delitos se cometen en grupo. El grupo de iguales antisociales pueden
influir de manera negativa sobre el sujeto, lo que puede empujarle hacia la
violencia. Por esta razón, es importante intervenir en este nivel haciendo
programas que reduzcan sus efectos o incremente la influencia de grupos
prosociales.
Diferentes factores internos pueden influir en el menor en situación de riesgo :
-
Personalidad: la herencia
transmite ciertas propiedades que pueden favorecer que su portador tenga
trastornos emocionales y conductuales, pero también bajo la intervención de
elementos del ambiente susceptibles de reclinar sus acciones hacia la
antisocialidad.
-
Cognición y emoción: un
retraso en la adquisición de destrezas cognitivas esenciales para el ajuste
social, incrementa las probabilidades de adquirir una conducta antisocial.
Aunque no siempre ocurre de esta manera, puesto que muchas otras personas bien
ajustadas, tanto social como personalmente también pueden tener estos déficits.
-
Impulsividad: puede ser el resultado de una
capacidad de solución de problemas desarrollada inadecuadamente.
-
Locus de control: los que
tienen un comportamiento antisocial suelen caracterizarse por un locus
de control externo, es decir, todo lo que les ocurre se lo atribuyen al
destino y no a ellos mismos.
-
Empatía: conjunto de
habilidades que implican tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro,
llegar a sentir lo que sienten los demás…
Si el menor desarrolla todos
estos factores negativamente y no se previenen a tiempo, puede llegar a tener un
trastorno de conducta.
Se entiende como trastorno de conducta a la
alteración del comportamiento, que se manifiesta de una manera antisocial, ya
desde la infancia, y que se refleja en una serie de violaciones de normas que no
son propias de la edad, como los enfrentamientos con otros niños; escaparse de
clase, etc. Los comportamientos más frecuentes de este trastorno son:
-
Comportamiento agresivo,
que se manifiesta tanto hacia las personas como hacia los animales, sin que
exista una afectación emocional, al menos en apariencia. Suele ir unida a una
amenaza o a un daño físico a otras personas, reflejada en una conducta
intimidatoria; enfrentamientos físicos; acciones violentas hacia los demás;
utilización de armas (palos, piedras, cuchillos, botellas rotas, pistolas).
-
Comportamiento destructor,
caracterizado por un vandalismo y un espíritu destructor de la propiedad
privada, generalmente de los otros, que puede llegar, incluso, al incendio
intencionado de esa propiedad. El fin no es otro que el de causar el mayor
daño posible.
-
Falsedad y
engaño.
Se caracteriza porque fuerza la entrada en el edificio, casa o automóvil de
otras personas; utiliza la mentira para obtener aquello que de otra forma no
alcanzaría o para evitar la ejecución de sus obligaciones; es un mentiroso
incumplidor. Su objetivo único y prioritario va encaminado a conseguir sus
propósitos.
-
Violación
de reglas.
Violación de aquellas reglas que son propias de los niños y adolescentes, como
las relacionadas con la no asistencia a clase (hacer novillos); realizar
bromas pesadas; travesuras de todo tipo; pasar la noche fuera de casa, pese a
la negativa de los padres; etc.
Cuando ya existe este problema de
conducta antisocial, se debe hacer una prevención terciaria para disminuir en la
medida de lo posible el problema. Para esto existen una serie de programas entre
los que destacan:



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