Tardó Celaya siete días en dar con Don Quijote y Sancho por viajar en el borrico más poco raudo de toda la Mancha. Halló a Don Quijote en el palacio de unos ricos duques que se mofaban de él. Pero, a pesar de ser contínuo objeto de burla, ya sea por su extremada demencia o por su predisposición sana- Celaya eso no lo sabía- Don Quijote no abandonaba jamás su soberbia de caballero andante. A Sanchó lo encontró en el momento en que renunciaba a su puesto de gobernador de la ínsula Barataria.
-¡Tarde piache! -respondió Sancho-. Así dejaré de irme como volverme turco. No son estas burlas para dos veces. Por Dios que así me quede en éste, ni admita otro gobierno, aunque me le diesen entre dos platos, como volar al cielo sin alas. Yo soy del linaje de los Panzas, que todos son testarudos, y si una vez dicen nones, nones han de ser, aunque sean pares, a pesar de todo el mundo. Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano; que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda. Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde.