MARCO DENEVI

 

Marco Denevi era un hombre que se guiaba por sus impulsos. Un día, bajo el sol argentino, un impulso le incitó a tomar un barco y viajar. “Viajar, ver y escribir”, ése era su lema. Llegó a tierras gallegas y fue deslizándose hasta el sur, atraído por el calor. Pero se estancó en las llanuras de la Mancha. Y allí se encontraba, en aquella venta roñosa, comiendo pan mugriento e intentando ordenar sus ideas.

        Denevi escribía para una gaceta de Buenos Aires, un nuevo proyecto periodístico cuyo futuro oscilaba entre el color gris y el negro. Creaba cuentecillos curiosos que no tenían, todavía, fuerza suficiente. Sin embargo, esa fuerza la encontró en las palabras del ventero al hacer referencia a aquel hombre extrambótico que se hacía pasar por caballero andante. “Ahí está la salida. Ahí está la historia”, pensó. Se atusó los bigotes, y guiado por un nuevo impulso, salió de la venta con decisión, se montó en una mula alquilada y echó andar.

De la más emocinante y sincera evocación de amor que Marco Denevi pudo presenciar jamás