Esta vez Nietzsche no sospechó ni de los sentimientos de Don Quijote, y ni mucho menos de los refranes de Sancho, que le llevaron a un profunda reflexión sobre las emociones humanas. Con un adiós aún muy artificial, se despidió de ellos. De camino a la venta pensó que ya había practicado suficiente español y que haría las maletas, no sin antes hacerse con unas cuantas gacetas y escribir algunas notas.
Friedrich Nietzsche, Aforismos (de Fragmentos póstumos, 1877)