WILLIAM SHAKESPEARE
William Shakespeare buscaba personajes para su nueva obra. Mejor dicho, cazaba. Dejó su pluma, dejó Inglaterra y, testarudo, dio la vuelta al mundo. No pretendía escribir una gran historia, pero, debía reconocer que necesitaba ayuda. Viajaba en un barco holandés que hizo escala en Francia cuando se enamoró de una muchacha, una muchacha que, días después y sin motivo aparente, cayó por la borda y murió ahogada. Shakespeare perdió toda ilusión y deambuló por tierras galas e hispanas durante años. Buscó un sitio tranquilo para pasar una larga temporada y no encontró otro que la rancia venta de la Mancha.
Una mañana encontró entre sus pertenencias la libreta donde apuntaba las ideas, y, mientras desayunaba decidió repasarla. Fue entonces cuando escuchó al ventero hablar de un tal Don Quijote de la Mancha. Frunció el ceño, apuntó ese nombre en la libreta y se montó en la primera carreta que por allí pasaba. Don Quijote le había recordado el motivo de su viaje.