Deyanira era realmente la hija del dios Dioniso con Altea, la esposa de Eneo. Muchos pretendientes acudían al palacio de Eneo en Pleurón para pedir la mano de la hermosa Deyanira, quien conducía un carro y practicaba el arte de la guerra, pero todos abandonaron sus pretensiones cuando se encontraron en rivalidad con Heracles y el dios fluvial Aqueloo. Todos saben que el inmortal Aqueloo aparece en tres formas: como toro, como serpiente moteada y como hombre con cabeza de toro. Corrientes de agua fluyen constantemente de su barba hirsuta y Deyanira habría preferido morir a casarse con él.
Cuando Eneo llamó a Heracles para que defendiera su petición, Heracles se jató de que si se casaba con Deyanira , ella no sólo tendría a Zeus como suegro, sino que además gozaría de la gloria refleja de sus doce trabajos.
Aqueloo (entonces en forma de hombre con cabeza de toro) se burló de eso, haciendo notar que también él era un personaje conocido, padre de todas las aguas griegas, y no un extranjero andariego como Heracles, y que el oráculo de Dodoma había ordenado a todos los visitantes que le ofrecieron sacrificios. Luego insultó a Heracles diciendo: -¡O bien no eres hijo de Zeus o tu madre es adúltera! Heracles le replicó con el ceño fruncido: -Soy más hábil en la lucha que en la discusión ¡y no soporto que se insulte a mi madre!. Aqueloo se quitó su vestidura verde y luchó con Heracles hasta que cayó de espaldas y entonces hábilmente se convirtió en una serpiente moteada y se escapó. “¡Yo estrangulé serpientes cuando estaba en la cuna!”, río Heracles, y se agachó para asirle por la garganta. Entonces Aqueloo se trasnformó en un toro y le embistió. Heracles se hico ágilmente a un lado y, asiéndole por los cuernos, lo derribó con tanta fuerza que le partió el cuerno derecho. Aqueloo se retiró avergonzado y ocultó su desperfecto bajo una corona de ramas de sauce. Heracles, obtuvo a Deyanira como esposa.