Más tarde, Heracles mató accidentalmente a Éunomo, un joven servidor de su suegro y tuvo que partir nuevamente al exilio. En el camino fue con Deyanira al río Eveno, entonces en plena creciente, y allí el centauro Neso, alegando que era el barquero autorizado por los dioses y que lo habían elegido a causa de su rectitud, se ofreció, por una pequeña retribución, a trasportar a Deyanira sin que se mojara a través del río mientras Heracles nadaba. Heracles accedió, pagó a Neso el precio, arrojó su clava y su arco al otro lado del río y se sumergió en él. Pero Neso, en vez de cumplir lo prometido, echó a correr en la dirección opuesta con Deyanira en los brazos; luego la arrojó a tierra y trató de violarla. Ella gritó pidiendo ayuda a Heracles, que se apresuró a recoger su arco, apuntó cuidadosamente y le atraveso a Neso el pecho desde casi un kilómetro de distancia. Al arrancarse la flecha, Neso le dijo a Deyanira: “Si mezclas el semen que he derramado en la tierra con la sangre de mi herida, le añades aceite de oliva y untas secretamente la camisa de Heracles con la mezcla, no volverás a tener motivos para quejarte de su infidelidad”. Deyanira se apresuró a recoger los ingredientes en un tarro, que luego cerró y guardó sin decir nada a Heracles. [Otra versión]
Una vez instalado en Traquis, Heracles se apoderó de la hija del rey Éurito y Deyanira, celosa, le ofreció la túnica para los sacrificios y, a escondidas abrió el tarro, empapó un pedazo de lana en la mezcla y frotó con él la camisa. Nada más cubrirse con ella, el héroe fue atacado por el virulento veneno que impregnaba la prenda y, devorado por atroces dolores, intentó arrancarsela pero se le había pegado de tal modo que salía la carne con ella y dejaba los huesos al descubierto. Su sangre silbaba y burbujeaba como el agua de manantial cuando se templa el metal candente Se arrojó de cabeza en la corriente más próxima, pero el veneno le quemaba todavía más; y desde entonces las aguas escaldan y se las llama Termópilas, que quiere decir "pasaje caliente". Desesperado, ordenó que levantasen una pira en el monte Eta y se lanzó a las llamas. Deyanira, abrumada por los remordimientos y desesperada por haberlo perdido, se ahorcó. De esta manera se reveló la profecía de Zeus, de que "ningún hombre vivo podrá matar nunca a Heracles; un enemigo muerto será su ruina". Zeus ordenó que el héroe fuera sacado de las llamas y le condujo al Olimpo, donde le concedió la inmortalidad. Ahora bien, Zeus había destinado a Heracles para que fuera uno de los Doce Olímpicos, pero estaba poco dispuestos a expulsar a alguno de los otros dioses para hacerle lugar. En consecuencia, convenció a Hera para que adoptara a Heracles mediante una ceremonia de renacimiento: a saber, acostándose, simulando que estaba de parto y sacándolo luego de debajo de su túnica. En adelante Hera consideró a Heracles como hijo suyo y fue al que más amó después de Zeus. Todos los inmortales lo acogieron de buen grado y Hera le casó con su bella hija Hebe, diosa de la juventud con la que tuvo a Alexiares y Aniceto.
Y de esto, proviene el término "Apoteosis" , que viene del griego, de la palabra dios y de una proposición y significa conversión de un héroe a dios, aunque ahora tenga otras acepciones más utilizadas.