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Había una vez ­una chica pelirroja y pecosa que vivía en un pequeño pueblo en el monte. Esta niña se llamaba Carola y siempre vestía con algo rojo, pues era su color favorito. Un día su madre…

¿Pero qué digo?

Vamos a contar la historia con propiedad.

 

    Un día a mi madre se le ocurrió que como todo el mundo me llamaba Caperucita (¿recordáis lo de CArola PÉrez RUZ?) sería gracioso regalarme una chaqueta de lana roja con una bonita y práctica capucha (o caperuza) roja. ¡Qué maja mi madre!  Así que a partir de ese momento ya nadie me llamaba por mi nombre, sino que pasé a ser para el mundo CAPERUCITA ROJA.
 


 

Era una tarde de verano, mi abuela llevaba unos días enferma, aunque ella dijera que se encontraba perfectamente. Así que a mi madre se le ocurrió, ya que mi abuela no tenía fuerzas para cocinar, mandarme a su casa a llevarle una deliciosa comida que acababa de preparar... Pero ella no pensaba llevársela (había que cruzar el bosque). Así que me llamó a mi para que fuera a llevárselo:

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