Orígenes históricos.



Debemos aceptar que las nuevas tecnologías digitales exigen nuevas formas de expresar el pensamiento. Lamentablemente tenemos la tendencia de repetir en el campo digital lo que hemos hecho antes con los libros, la lectura y la escritura. Reflexionemos brevemente sobre la historia de la palabra escrita.     
El verbo, la palabra, en muchas civilizaciones poseía un significado sagrado y como tal era resguardado y temido. El ideograma, el jeroglífico, la palabra dibujada o impresa, llegaron a convertirse en verdaderos objetos de culto, algunos de tal belleza que resistieron el paso de los siglos y siguen provocando admiración.

Muy pronto al texto escrito se le agregó la imagen pictórica. La fascinante historia de los textos ilustrados, desde los manuscritos iluminados de la edad media a los grabados de los grandes editores del renacimiento ha sido bien estudiada. En realidad los textos ilustrados respondían a la demanda social y religiosa por una mayor comprensibilidad y accesibilidad de la palabra escrita. En este sentido los multimedios actuales representan el nivel más desarrollado de un libro ilustrado.
Es interesante recorrer un poco la historia para comprobar que los iconoclastas fueron siempre enemigos de una lectura hipertextual, diríamos hoy. Aunque parezca mentira, muchos eruditos se opusieron, no hace tantos años, a la proliferación de los libros de arte con reproducciones en colores, por el temor de perjudicar para siempre la imagen de una obra maestra.

En realidad el problema de la reproducción no estriba tanto en la fidelidad de la copia en color sobre el papel, sino en la forzosa reducción del tamaño de la obra original. Pero en un mundo digital no sólo la calidad de la reproducción es insuperable sino que hasta se puede recuperar la obra en su tamaño original gracias a la generación de “cuadros virtuales”.

Theodor Nelson fue quién acuñó la expresión "hipertexto" en 1981. Explica: "Con «hipertexto», me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que bifurca, que permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva. De acuerdo con la noción popular, se trata de una serie de bloques de texto conectados entre sí por nexos, que forman diferentes itinerarios para el usuario."

Si bien Theodor Nelson acuñó el término, el concepto de hipertexto no es una creación suya, ya que es posible encontrar en un número de 1945 del Atlantic Monthly un artículo de Vannevar Bush sobre la necesidad de máquinas de procesamiento de información que ayudasen a los investigadores y ejecutivos a encontrar la información que requiriesen en medio de la explosión informativa a la cual ya se estaba asistiendo (cfr. Landow, p.26). Bush recalcaba la dificultad de la recuperación de la información, debido a los medios inadecuados para almacenar, ordenar y etiquetar la información.   A su juicio, se necesitaba un medio que se amoldase mejor "a la manera de trabajar de la mente", como es el procedimiento de asociación de ideas. Para ello, Bush propuso un dispositivo que llamó "Memex": un accesorio íntimo y ampliado de la memoria dotado de mecanismos que permiten la consulta   de archivos con gran rapidez y flexibilidad. También debía permitir la adición de notas marginales y la recuperación mediante procedimientos asociativos Bush describe incluso un mecanismo que ayudaría al usuario a registrar nuevos nexos, definiendo así un "trayecto" personalizado que podría volver a recorrer tiempo después y conectarse con otros trayectos para conformar una "trama" ... ¡conceptos ultramodernos, que empezó a formular en los  años 30!

 Pero también fuera del ámbito de la informática se encuentran anticipos de lo que llegaría a ser el concepto de hipertexto. Es el caso de autores como Barthes y, sobre todo, Derrida. En "S/Z", Roland Barthes describe un modelo de texto que coincide plenamente con lo que conocemos como hipertexto.


 

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